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En el inmenso Imperio Británico, la pequeña isla caribeña de Cascara era confundida de forma habitual con una cagadita de mosca en el mapamundi. La paulatina desintegración de los dominios de su Graciosa Majestad no impidió que en los años 80 la situación no hubiera cambiado mucho y, sin ningún valor económico y una mísera relevancia política, fuera el lamentable destino del gobernador Baxter Thwaites, casi la vergüenza de la administración postcolonial de tiempos de Margaret Thatcher. Indolente frente al no menos cachazudo movimiento guerrillero local y rodeados todos por una constante humareda de 'cannabis sativa', todo hubiera seguido igual si no hubiera sido por el inesperado descubrimiento de una fuente de agua mineral que despertó la codicia del bloque soviético, vía Cuba, y el enfebrecido compromiso imperial en el 10 de Downing Street.

No busquen en la hemeroteca, ni en los libros de historia. Esta trama es de la película 'Loca juerga tropical' (Water, 1985), la que se podría decir que es casi la última película de The Beatles, ya que incluye temas de George Harrison, que hace un cameo como 'el rebelde cantante' del grupo guerrillero local, así como de Ringo Starr, que también actúa brevemente. Sin embargo, el protagonista de la película no es otro que el incomparable Sir Michael Caine, excelentísimo señor gobernador.

El hombre capaz de interpretar lo mejor y lo peor del último medio siglo del cine anglonorteamericano hace lo que le corresponde en esta película fallida en general, pero con momentos hilarantes como la advertencia de la Thatcher a sus colaboradores sobre el riesgo de infravalorar los riesgos: «Recuerden que un indio medio en pelotas nos hizo perder un subcontinente», en referencia a Mahatma Gandhi y la independencia de La India. Y es que el Caribe es complejo y, a pesar de la distancia, las imprudencias que se puedan cometer allí tienen un efecto 'boomerang'. Quizás no vieran la película a tiempo ni José Luis Olivas, ni Aurelio Izquierdo, Domingo Parra o los otros 45 procesados el pasado jueves por lo que la juez Carmen Lamela califica de «desfalco» de 750 millones de euros del Banco de Valencia y Bancaja.

Apropiación indebida o blanqueo de capitales son algunos de los delitos a los que se enfrentan y que, en el caso de Olivas, pueden terminar con él en la cárcel, después de haber sido ya condenado a año y medio de prisión por falsear una factura y defraudar a Hacienda, junto a Vicente Cotino.

Los años del 'boom' fueron tiempos muy locos, pero lo peor para los que hicieron maldades fue la sensación de impunidad, al ir sus trapacerías a un paso más veloz que el del control del Banco de España y del de la Justicia. Como en la fábula de la liebre y la tortuga, el resultado final termina siendo muy distinto a las expectativas. La juerga se acabó.

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