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LEGISLATURA CIRCENSE

ANTONIO VERGARA

Domingo, 26 de mayo 2019, 10:31

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Qué desgraciados somos algunos en este país! Hay elecciones cada quince días, y durante la precampaña, la campaña y todo el año, diariamente, nos obligan a soportar, por tierra, mar y aire, las tonterías, atrocidades, estupideces, mentiras y cinismo del 98% de los políticos profesionales.

Pero no se engañen. Los medios de comunicación (¿hay alguna excepción?) son los cómplices o cooperadores necesarios de la farfolla politiquera que nos invade. Es lógico. La interrelación de los 'mass media' y sus empresas editoriales con los partidos políticos es palpable. Y todavía más cuando alguno de ellos está en el poder. Hay mucho dinero público e institucional a repartir o restar. Premio para los buenos y castigo para los malos.

Lamentablemente, los medios de comunicación se dividen, generalmente, en dos: los 'fachas' (proclives al PP) y los 'progresistas' (arrumbados al PSOE y sus aliados). Las necias e irracionales dos Españas de siempre. ¿Cuánto sectarismo, cuánta pasión inútil y cuánta manipulación? Total, ¿para qué?

Hace muchos años, la politiquería irrumpió en los 'mass media'. A menudo, son una especie de terminales mediáticas, órganos oficiosos (o casi oficiales) y plataformas de agitación y propaganda de los partidos políticos mayoritarios. Es verdad igualmente que les reservan una zona a los partiditos pequeños, marginales, nacionalistas o defensores de la bicicleta, los patinetes eléctricos y los perros que cagan todas las aceras y jardines de Valencia, previamente adiestrados por sus dueños, inciviles y faltos de cariño humano.

No es dudoso -a la vista está- que la politiquería, los partidos y todos esos políticos profesionales que viven del chollo a costa de los martirizados y humildes contribuyentes trituran a la sociedad más sensible y racional. Integran un complot entre ellos, la prensa, la radio, la televisión y ahora (por si no había ya suficiente) Twitter y Facebook, artilugios al servicio de la siempre gregaria y pueril mente humana, cuyo mayor valor, sociológico, cultural y psiquiátrico es que han favorecido la afloración de millones de homínidos que se vanaglorian de su ignorancia, faltas de ortografía, incultura, asesinato del idioma y mala educación. Son también vehículos para mostrar odios y envidias, insultar y calumniar, amparándose en el anonimato. Es la llamada «libertad de la red». Mario Vargas Llosa: «Los jóvenes que cortan las palabras y vulneran las reglas gramaticales en los chats o en Twitter piensan como un mono». No todos son jóvenes. También los hay talluditos. Como diría hoy el difunto y heterodoxo Joan. B. Mengual (Isa Tròlec): «Pura burrera».

A la masiva intrusión politiquera en los medios de comunicación, a Twitter y Facebook, hay que sumar la angustiosa y abrumadora omnipresencia del fútbol. Así se conforma la sociedad actual: politiquería, futbolerismo, redes sociales y televisión-inmundicia.

¿Y de la cultura, qué? ¿Cuántos espacios le designan en la radio, la prensa o la televisión? Prácticamente ninguno. Y ninguno si los comparamos con la devoción (negocio) por el fútbol: 24 horas al día, de las 24 que tiene. Y cada día de la semana. ¿O no es verdad? Ante un panorama tan estimulante, que voten los ingenuos, los paniaguados, los vividores, los fanáticos de izquierdas y separatistas. Sin dejar de lado a las incultas mayorías, por culpa de las cuales España desaparece por el sumidero de su ancestral incultura. Cicerón: «La ignorancia del bien y del mal es lo que más perturba la vida humana».

Después del siniestro espectáculo de la constitución del Congreso, todos los augurios apuntan a una legislatura catastrófica y cuasi guerracivilista. Al tiempo.

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