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Joan Ribó tiene razón

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Una pica en Flandes ·

Después de décadas clamando por tenerlo, la del AVE, ha sido la vía por la que la Valencia profesional y comercial se ha marchado a Madrid

ESTEBAN GONZÁLEZ PONS

Lunes, 30 de septiembre 2019

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No me duele decirlo. Acierta al oponerse a la ampliación norte del puerto, o al exigir por lo menos garantías adicionales de protección de la playa. Si el puerto sigue creciendo a costa de la Malvarrosa por el norte o de El Saler por el sur, Valencia dejará de ser una ciudad que tiene un puerto para convertirse en un puerto que tiene una ciudad. Rotterdam no es el modelo en absoluto. Se nos llena la boca sermoneando contra el cambio climático, subirá el nivel del mar, Greta Thumberg es el último altavoz de una juventud indignada, un nuevo contrato social verde será el cometido más importante de la próxima Comisión Europea, las infraestructuras duras están dejando paso al líquido universo digital y mientras tanto nosotros, sin rechistar, ¿vamos a cubrir de cemento el escote marino de Valencia? También resulta incomprensible que semejante transformación paulatina de la capital del Turia en retrete de un megapuerto se esté produciendo sin que los ciudadanos rechisten, o lo que es peor, sin que se entere.

Se argumenta que en el ensanchamiento del puerto se funda el futuro de nuestro mercado laboral, pero no es cierto. Mal iríamos si el porvenir del empleo en la Valencia digital consistiera en cargar y descargar barcos, una tarea casi ya robotizada. El puerto nos sirve para exportar nuestros productos (frutas y verduras, por ejemplo), sin embargo, si su destino fuera ser principalmente plataforma de paso de contenedores entre China, India o Arabia y Francia, Alemania o Polonia no nos reportaría ningún beneficio colectivo. Además, la economía global camina hacia la inteligencia artificial y los productos que no se pueden tocar (software), en el mundo actual las regiones más ricas no son las que mueven contenedores sino datos. Y eso sin tener en cuenta que drones e impresoras 3-D irán poco a poco relegando los transportes menos limpios a las periferias. Pagar el precio de sacrificar la Malvarrosa o El Saler para tener un puerto gigante es una decisión que nos encuadra junto a las ciudades contaminantes, una decisión impropia de la edad digital y de la economía verde.

Deberíamos haber aprendido la lección del AVE a Madrid. Después de décadas clamando por tenerlo, la del AVE ha sido la vía por la que la Valencia profesional y comercial se ha marchado a Madrid. Las más animadas reuniones sociales o políticas de valencianos suelen tenerse ahora en un vagón de AVE. Lo que es bueno para determinadas empresas no es necesariamente bueno para la sociedad, y más ahora en que también las ciudades son de usar y tirar.

Si se excava un túnel para camiones por debajo de la Malvarrosa perderemos para siempre la playa. No necesito informes de impacto para saberlo, ya he visto suficientes desastres en mi vida. La pregunta es: ¿vale la pena? Seré un romántico, pero yo digo no. El futuro ya no es gris, sino verde y azul.

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