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EL HIJO DE MANUTE APUNTA A LA NBA

La cantina ·

Bol Bol, que mide 2,21, ha heredado las piernas de alambre de su padre, muy célebre en los 80 y los 90

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Domingo, 25 de noviembre 2018, 10:15

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Manute Bol era tan alto, tan alto, que cuando lo veías por televisión no salías de tu asombro. Medía 2,31 -solo George Muresan ha tenido una estatura un pelín mayor en la historia de la NBA- pero, encima, era delgado como una espina -llegó a Estados Unidos pesando 89 kilos- y la sensación de hombre interminable era aún más acusada. Jugó varias temporadas y se despidió siendo el único hombre con más tapones (3,3 de media) que puntos (2,6) en la NBA.

Se convirtió en un mito. Todo el mundo quería ver jugar a ese pívot que estirando los brazos prácticamente tocaba el aro. Y además coincidió con Bogues, 72 centímetros más bajo que él. Su fama como taponador atravesó el planeta de punta a punta. Y encima, por si todo eso no fuera suficientemente pintoresco, tenía un extraño tiro de tres -anotó 43 en la NBA- que amenizaba aún más los partidos.

Manute nació en Sudán, donde se partió los dientes intentando hacer un mate. Era miembro de los larguiruchos de la tribu dinka y fue descubierto por un entrenador de baloncesto que viajó a su país. Kevin Mackey, hoy scout de los Indiana Pacers, se lo llevó a Estados Unidos con la ayuda del agente Frank Catapano y alojó a Bol y a Deng Deng Nhial -otro proyecto de jugador- en un Holiday Inn en 1983. Con 35 años se enamoró de una chica de 17 llamada Ajok Kuag y se casó con ella después de presentar una dote de 150 vacas. Con ella tuvo el primero de sus cuatro hijos de este matrimonio -tenía otras dos mujeres y otros seis hijos-, a quien bautizó como Bol Manute Bol en homenaje a su bisabuelo, un antiguo jefe dinka. Nació en Jartum, hoy capital de Sudán del Sur, la ciudad donde se une el Nilo Blanco con el Nilo Azul, y a los dos años tuvieron que huir del país. Llegaron a Estados Unidos como refugiados políticos. En Connecticut, cuando tenía 4 años, su padre empezó a enseñarle a jugar al baloncesto. Y a los 7 se mudaron a Olathe (Kansas), una ciudad con una nutrida colonia de sudaneses del sur.

Manute murió con 47 años en 2010 por culpa de una enfermedad renal y otra cutánea llamada síndrome de Stevens-Johnson. Su legado en el baloncesto fueron el recuerdo de sus 'gorros' y un chaval espigado con las caderas muy altas y unos brazos larguísimos: Bol Bol.

El chico comenzó a llamar la atención por su estatura -con 14 años ya medía 2,08- y una asombrosa coordinación que en nada recordaba al ortopédico Manute. Poco a poco fue haciéndose un nombre y, al morbo de ser el hijo del mítico Manute Bol, fue sumando calidad a su juego.

Bol Bol no tuvo muchos problemas para elegir la universidad donde seguir jugando al baloncesto. Lo llevaron al campus de la de Oregon, territorio Nike, y lo metieron en la sala Phil Knight, repleta de los modelos más dispares de zapatillas de Nike. Desde viejas Jordan hasta novedades que todavía no habían llegado a las tiendas. Bol Bol, obsesionado con el calzado deportivo, firmó de inmediato.

«No soy mi papá», escribió en 'The Players' Tribune'. Él, que mide 2,21, es mucho más ágil y coordinado y posee un notable tiro de tres. Aunque sí que recuerda al gigantesco Manute con unos brazos que le otorgan una envergadura de 2,33. En el izquierdo, en la parte interior del antebrazo, lleva tatuado el nombre de papá. Bol Bol está logrando buenos números con los Oregon Ducks, donde lleva el número 1 y donde ya se espera que salga en los primeros puestos del draft de 2019 (algunas webs especializadas le auguran entre el 5 y el 10 de la primera ronda) y le comparan con Kristaps Porzingis y Rik Smits, un gigante holandés de 2,24 con el que yo me hice una foto en 1986. La tengo perdida por casa pero no se me olvida que yo estoy subido al banquillo y aún así no le llego ni a los hombros.

Su punto débil, según leí en un informe de 'Sports Illustrated', es su cuerpo. Bol Bol es muy enclenque y en la pintura se lo meriendan vivo, pero atesora buenos porcentajes en el tiro exterior a pesar de tener una mecánica más bien rara. Los jóvenes están emocionados ante este proyecto de jugador, pero los viejunos, cuando escuchamos o leemos el nombre de Bol, siempre pensaremos en aquel pívot largo larguísimo que vino de las profundidades de África para enseñarnos que el hombre podía ser extremadamente alto. Nadie será nunca tan alto como el Manute Bol de nuestra memoria.

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