Apuntes de Navidad
Tienda de campaña ·
Los ingenieros civiles han salido en defensa de una profesión necesaria para el progreso, que sabe respetar el medio ambienteA través de distintas instituciones colegiales y académicas, el mundo de la ingeniería civil ha salido al paso de unas palabras del alcalde que intentaban demonizar las obras públicas, y la profesión misma de la ingeniería, en aras del medio ambiente. Y es que la deriva de cierto ecologismo radical y politizado no puede poner en jaque ante la opinión pública a una profesión antigua, respetable y absolutamente necesaria para el progreso de la sociedad. No se puede frivolizar con algunas disciplinas imprescindibles para el avance de la técnica; cargar contra las herramientas es ir contra el bienestar. No se debe ignorar, si no es con mala voluntad, que el ingeniero del siglo XXI aprende en las escuelas a ser respetuoso con el medio ambiente, a construir de forma integrada en el paisaje y a hacer una obra equilibrada y duradera. Todavía se puede ignorar menos que una de las salidas profesionales más estimadas y fomentadas en la Escuela de Caminos de Valencia es la que lleva a la formación de especialistas relacionados con el medio ambiente, la depuración de aguas, la reducción del impacto ambiental y las modernas modalidades de transporte.
Solo hombres, exclusivamente nueve hombres, se han presentado al concurso, oposición o como se quiera llamar, para ser director de la televisión valenciana. Y me pregunto si eso tiene una 'lectura de género'. Me llego a plantear incluso si no habría que invitar, estimular, complementar el plantel de aspirantes para que se cumplan los requisitos de la pretendida igualdad. Al final, no sé si con error, concluyo lo elemental: ellas son mucho más listas, más perspicaces, muchísimo más avisadas y avispadas que ellos. Ellas han visto el sufrimiento de Empar Marco y saben que en un lugar así es muy difícil, por no decir imposible, triunfar. Es como atravesar un campo de minas con los ojos vendados.
El nuevo Rastro está disponible y ha sido inaugurado. Pero no se va a poder usar como tal hasta el mes de marzo. ¿Por qué? Pues porque el espacio reservado al final de la avenida de los Naranjos no va a ser una campa ni un trozo de solar, sino un parque público, abierto a los vecinos, donde desde marzo, además, funcionará los días festivos el Rastro. El concepto, como vemos, ha cambiado radicalmente. Y para bien. Por eso el Ayuntamiento hace muy bien al desarrollar primero una especie de cursillo destinado a que algunos vendedores del futuro recinto aprendan las cuatro reglas básicas de un mercadillo de antigüedades. Donde lo primero, más allá de una mínima exigencia de calidad, debe ser una adecuación al concepto de venta de objetos antiguos: el Rastro no puede ser un mercado de colchones, cremalleras o cortinas de saldo. Y no puede ser irrespetuoso con la dignidad y la limpieza del espacio que se le cede. Porque en caso contrario, y harán muy bien, los vecinos van a tardar muy poco en pedir que el parque sea solo para ellos y el Rastro se vaya.