Los aspersores de la plaza de la Reina fallan en las horas más calurosas del año en Valencia
Una avería, ya resuelta, ha causado la filtración de agua al parking dejando sin suministro a los dispensadores mientras la ciudad hervía a casi 40 grados
Hasta el mercurio suda la gota gorda en Valencia. Y es que de un tiempo a esta parte se ha vuelto casi obligatorio llevar encima ... un auténtico kit de supervivencia contra el calor en la ciudad. Abanicos, gafas de sol, sombreros, gorras, una buena untada de crema protectora... Casi todo vale para combatir las altas temperaturas que han alcanzado su punto álgido a las 15.30 cuando los termómetros han registrado los 38,4 grados este domingo en la capital del Turia, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Por si fuera poco, los dispensadores de agua para refrescarse de la plaza de la Reina han permanecido inoperativos en las horas centrales del día agravando la sensación de sofoco.
Fuentes oficiales del Ayuntamiento han explicado a LAS PROVINCIAS que el intenso calor ha provocado una avería en el sistema de los dispensadores de la glorieta, cuyo suministro se filtraba al parking subterráneo de la glorieta, pero que ha sido resuelto al filo de las 18.00 horas de la tarde.
La portavoz municipal de Compromís, Papi Robles, se ha pronunciado sobre esta noticia en su perfil de la red social X. Robles ha explicado que esta medida del Rialto estaba pensada «para cuidar a la gente en un espacio abierto y sin sombras. Pero el PP solo sabe gestionar a golpe de foto y abandono». «Catalá ha convertido una herramienta contra el calor en un decorado inútil en plena ola de calor. La inacción también es negligencia», ha criticado la concejala nacionalista.
Desde la delegación valenciana de Aemet han asegurado a este periódico que a las 15.30 horas se ha registrado la temperatura máxima de la jornada en el núcleo urbano de Valencia: 38,4 grados. No se marcaba una cifra así desde el pasado 10 de agosto de 2023 cuando se alcanzó la máxima histórica en la ciudad: 44,5 grados. A lo largo de la tarde, el efecto de la brisa en la capital del Turia ha aminorado algo el mercurio mientras que el medidor del aeropuerto seguía disparado por el efecto de poniente anotando 39,8 grados de máxima. Según Aemet, la capital sólo ha rebasado los 38,4 en 17 ocasiones en el siglo XXI.
Y es que Valencia se encontraba en alerta naranja por calor, la ciudad presentaba una estampa desértica este medio día únicamente rota por tres polos donde la presencia de gente se mantiene: la playa, el Parque Central y el siempre turístico centro histórico.
Afluencia masiva a la playa
Otear el masificado arenal desde el mirador de la Marina ha demostrado una vez más que un buen chapuzón es otro de los remedios más efectivos, de los que nunca fallan, para refrescarse. «Está buena como le gusta a Laura, que no tiene olitas», comenta una madre de familia mientras accede con su pequeña hija a la playa sombrilla y nevera en mano. Junto al Marina Beach, los paseantes se quedan asombrados con un turista que va en sudadera y pantalón largo a más de 37 grados. Sus miradas de preocupación parecían querer decirle que hiciera el favor de quitársela antes de que le diese una insolación.
La bandera amarilla que ha ondeado en las postas de socorrismo a lo largo del arenal parece actuar más como un acicate para el baño que otra cosa mientras algunos buscan ponerse a tono con un moreno que acaba en quemazón.
Fuera de la arena, en el paseo marítimo, algún que otro valiente se atreve a salir a correr, sin camiseta, claro, y porque no puede despojarse de la piel. Por contra, una inmensa mayoría prefiere avituallarse a base de cerveza fría bajo el toldo de los restaurantes situados a primera línea de playa.
El propietario de uno de estos locales, a pie de playa desde hace tres generaciones, Vicente Adrián, asegura que este verano está vendiendo «una barbaridad» de botellas de agua fresca. De hecho señala un paquete de botellas en el suelo que no le caben en la nevera. «El consumo de agua está disparo porque no bajamos de los 35 grados diarios», explica mientras expone las razones de que su personal acuda a trabajar con la ropa más fresca posible y en pantalón corto.
Otra cosa no, pero el calor también tiene sus efectos colaterales sobre los desplazamientos. Las altas temperaturas provocan una caída del tráfico que elimina embotellamientos incluso en las horas punta del día. El transporte público como los autobuses de la EMT o los convoyes de tranvía y metro le dan un respiro a más de uno gracias al aire acondicionado.
Plazas vacías
En el centro, la estampa es totalmente diferente al ajetreo que se vive en la fachada marítima. El bullicio de gente que anoche vivieron tanto la plaza de la Reina como la de la Virgen con los conciertos de la Gran Nit de Juliol ha sido sustituido por una postal más digna de un lugar casi desértico.
En la plaza de la Reina, el único vestigio de actividad lo registra la entrada a la Catedral donde una fila de turistas espera su turno para acceder al templo bajo un sol de justicia. La fe mueve montañas. Pero la particularidad de esta glorieta reside en su reconversión en refugio climático gracias a la instalación de pérgolas que ofrecen sombra a los viandantes y refresco mediante aspersores de la zona ajardinada que recae en el giro de la calle de la Paz con San Vicente.
Sobre los bancos de piedra no hay nadie sentado dado que el material parece irradiar auténticas llamaradas de calor que eran todavía más asfixiantes al carecer del vapor de agua de los aspersores del pequeño oasis de la glorieta. Felizmente a media tarde el problema ya ha estado resuelto.
Mientras tanto, en la plaza de la Virgen donde no hay apenas sombra, alguna turista aprovechaba el agua de la fuente para refrescarse la cabeza mientras los guías turísticos daban sus explicaciones a una marea de extranjeros refugiados bajo el arco de la puerta de los Apóstoles de la Catedral.
Chapuzones en el Parque Central
«La gente flipa, nano. Pero prefiero bañarme y no pasar calor», le comentaba un hombre a su colega mientras se zambullía en una balsa del Parque Central ante la atónita mirada de una pareja de paseantes.
En el céntrico parque también se habían instalado pequeñas piscinas en la zona de los chorros para que los más pequeños pudieran refrescarse bajo el atento control de sus padres, que también se han animado a darse un baño para aliviar el sofoco. Los más rebeldes correteaban por los canales en los que no estaba permitido el acceso provocando la consecuente reprimenda de sus progenitores.
Algunas zonas del parque exhiben carteles en los que prohíbe el baño bajo el lema: «Agua no potable, no se permite el baño». Asimismo, los letreros informan que la sanción máxima por este tipo de conductas en personas y animales pueden acarrear una multa de hasta 750 euros, de acuerdo con los artículos 29 y 35 de la ordenanza municipal de Parques y Jardines de la ciudad de Valencia.
Sin tregua nocturna
Otro de los problemas del asfixiante calor que azota duramente a los valencianos es que tampoco permite pegar ojo con la caída del sol. Las noches tropicales, aquellas en los que los termómetros no bajan de los 20 grados, y las tórridas, cuando no descienden de los 25, se han multiplicado en las últimas décadas.
Para más inri, el Mediterráneo se ha convertido en una olla que hierve más que nunca. En agosto de 2022, se registró el máximo histórico de temperatura marina con 29.94 grados centígrados y a mediados de este mes de julio el mar ya coquetea con los 29.
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