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Manuel García
Paiporta
Lunes, 2 de junio 2025
Paiporta aún sigue siendo una ciudad malherida. La oficina local de Cruz Roja bulle de actividad. Una pintada en una pared cercana habla de que ... la victoria es para los que no se rinden. «Y para los que se rinden un poco también», se apostilla con humor (que nunca se pierda) junto al grafiti original. La tierra parece haberse apoderado de las calles y se resiste a marcharse.
La biblioteca del pueblo quedó arrasada, como tantos y tantos edificios públicos o privados. Por un pequeña puerta metálica, de manera casi clandestina, entran y salen quienes apuran las últimas horas antes de la Ebau, que comienza este martes. Este lunes llenan dos de las plantas: «A las nueve de la mañana éramos casi cien», recuerda un joven.
Quienes han pasado por la selectividad, algunos que ya peinan canas, le quitan cierta importancia al trance. La vida seguirá a partir del viernes, les dicen a quienes van a medir su nivel académico. Son jóvenes y habrá muchas otras oportunidades y ocasiones de equivocarse y de rectificar.
Pero entre los casi 24.000 valencianos que afrontan este año la prueba de acceso a la universidad, el selectivo de toda la vida, bastantes de ellos lo hacen recurriendo al símil circense: el más difícil todavía. Y es que el curso ha sido de todo menos normal en Paiporta y en otras muchas poblaciones afectadas por la tragedia del 29 de octubre.
Marcos Daniel Gómez es un aspirante de 18 años. Su objetivo es poder meterse en una Ingeniería Civil (de Caminos, Canales y Puertos) o en una Ingeniería de las Energías. Como sus compañeros de estudios, está confiado en que el esfuerzo se verá reflejado en las calificaciones. Y él bien sabe de que se trata al usar esta palabra. Los primeros días y meses después del 29 de octubre las costumbres y las acciones cotidianas cambiaron totalmente: «Tenía que salir a cargar comida o a ayudar a limpiar casas de amigos y afectados». De este modo, «llegaba a casa reventado y tenía que ponerme a estudiar», algo que no siempre resultó fácil y que ha puesto a prueba la fuerza de voluntad de todos los que desde esta y muchas otras poblaciones s enfrentan al examen.
«Pero creo que lo haremos bien porque hemos acelerado y hemos llegado a todo», resume.
Cecilia Zurano, Inés Jaramillo y Ana Embuena son tres amigas de entre 17 y 18 años que comparten unos minutos de descanso comiendo algo a la puerta de la biblioteca. Se avecinan horas de esfuerzo antes de la prueba para que llevan esperando años. Las tres, aunque vecinas de Paiporta, estudian en centros ubicados en otras localidades (Torrent, Benetússer y Valencia) y lamentan la carrera de obstáculos que han tenido que afrontar: «Además de la dana hemos tenido alertas por lluvias, incluso el apagón…», recuerdan. En este sentido, se lamentan de que les hayan quitado el llamado 'modelo Covid' que se instauró como consecuencia de la pandemia de 2020: «Nos parece injusto porque ese modelo nos hubiera permitido poder descartar mucho temario», señala Ana.
Cecilia no ha tenido otra opción que irse a estudiar a la biblioteca: «Tengo mi casa en obras. Además, están haciendo obras por todas partes y el ruido es insoportable».
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Rubén Poveda maneja un abanico de temas sobre los que podría tratar el texto para realizar el comentario. Al más obvio, y que conocen desgraciadamente más que de sobra como la dana, une otros como las elecciones, la elección del nuevo Papa o la controversia alrededor del libro de José Bretón.
Se muestra más confiado con las materias específicas y teme algo más al examen de Castellano, pero recuerda que aunque han tenido que estudiar algunos temas por sí solos, «al no haber podido darlos en clase», van con todo.
Reconoce que las primeras semanas fueron las más complicadas, con cambio de centro incluido al quedar el suyo (La Sénia) arrasado por la riada: «Al principio me costaba mucho concentrarme», señala este joven que apunta sus intenciones, «aunque no lo tengo del todo claro, quiero cursar alguna Ingeniería Mecánica o Biomédica».
El factor común al hablar con todos ellos es la confianza en sus posibilidades. No hay pesimismo ni quejas. Son conscientes de lo que han hecho y creen que podrán demostrarlo.
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