
Catalina, la zorra salvaje que todas las noches cena en Losilla
El ejemplar se acerca al pueblo para que los vecinos le den de comer: «Llega, te mira y parece que diga: ¿dónde está mi parte?»
En la Vía Láctea valenciana, antes de llegar a Aras de los Olmos desde Santa Cruz de Moya, hay al girar a la izquierda una recta infinta que lleva hasta Losilla, una pedanía que es la frontera que divide la provincia de Valencia de la de Teruel. Los habitantes son valencianos a pesar de que la mayoría del terreno es aragonés. En sus cimas están los observatorios más potentes de la Comunitat para disfrutar del Universo en esas noches de cielos limpios y claros.
Losilla es tierra de dinosaurios. Allí se descubrieron los restos de un Losillasaurus giganteus, el ejemplar más grande hallado en la Comunitat y que se expone a tamaño natural en forma de recreación en la vecina Aras de los Olmos. Un saurópodo turiasaurio, que vivió a finales del período Jurásico Tardío, hace aproximadamente entre 154 y 145 millones de años.
La vida allí es tranquila, apacible, sin las prisas propias de las necesidades de la gran ciudad. Tomás y Angelines son una matrimonio -ella nacida allí- que viven en Barcelona pero que pasan largas temporadas en Losilla. La agenda no va más allá de dar largos paseos y cuidar del huerto. Antes compartían la vida con José María, padre de Angelines y vecino centenario, pero falleció el año pasado tras superar el siglo de vida.
Pero ahora, por las noches, tienen una nueva obligación, que no es otra que la de atender, junto al resto de sus vecinos, a Catalina, una zorra joven que desde hace unas semanas acude todas las noches a la plaza del pueblo a por su cena. Catalina se ha convertido en la mascota silvestre del pueblo y los vecinos están encantados con su presencia.
«Todas las noches, cuando salgo de jugar la partida con los amigos -si son cuatro, al guiñote, y si son tres, al tute- Catalina nos espera para que le demos su ración para cenar», cuenta Tomás, que está encantado con esta zorra atrevida y desvergonzada que poco a poco gana más confianza. Angelines, su mujer, ya está por allí para cumplir con la visitante nocturna.
Tomás cree que es una zorra joven -«algo más de un año», dicen los que entienden- y goza de buena salud por el brillo de su cola. Son varios los vecinos que le dan o le han dado de comer y Catalina hace ronda casi como una vecina más.
«Le pedí al carnicero que me trajera sebo y eso es lo que le damos muchas noches en pequeños trozos. Ella come y, cuando está saciada, los coge, se los lleva y los guarda en algún escondite que tiene por ahí. Cuando lo deja, vuelve a por más».
Al principio, como es normal, el animal tenía algo de miedo y respeto pero con el paso de los días ha ganado mucha confianza. «Ya nos conoce a todos, por el olor. No tiene miedo, se nos acerca, es como un perrito que te mira y te dice: oye, que estoy aquí, quiero mi cena», relata Tomás.
No saben hasta cuándo aparecerá Catalina cada noche. Ahora, con la llegada del verano, Losilla multiplica su población y son algunos los niños los que pasan allí las vacaciones, por lo que es probable que la zorra opte por volver a su guarida ante el aumento del bullicio.
Mientras eso llega, en la tierra de los dinosaurios ahora se disfruta de la visita de Catalina, la zorra que tiene pendiente a una pedanía que es la última puerta de la Comunitat Valenciana camino de las tierras aragonesas.
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