Bomberos valencianos en el corazón del infierno: «Esto es terrorífico»
«Nos falta comunicación con la dirección de la emergencia», lamenta Jordi Cabrera, especialista de Castellón destinado en Corporales, en León
Corporales es un diminuto pueblo de la provincia de León que por estas fechas debería estar celebrando sus fiestas en honor a San Roque. Sin ... embargo, no se escuchan gaitas, sino el crepitar de las llamas, y en el cielo no vibra la emoción de las fiestas de verano sino el miedo. El terror. Ahí, en el corazón del infierno, está Jordi Cabrera y el resto de sus compañeros bomberos de la Diputación de Castellón, y de la de Valencia, y de la Alicante, y de los Ayuntamientos del Cap i Casal y de Castelló. Llegaron hace dos días y trabajan desde entonces en una tarea titánica: el control de unos incendios que parecen imposibles de controlar.
«Es bastante terrorífico, sí, es impresionante, pero nos estamos coordinando bien», cuenta Cabrera. La comunicación con él, que descansará hasta las 7 horas cuando tenga que volver a trabajar, es posible gracias a que el 112 ha enviado técnicos de comunicaciones que han instalado repetidores que hacen posible que los mandos y los bomberos puedan hablar en medio del infierno. «Desde donde estoy veo dos columnas de humo inmensas, gigantes, de dos incendios enormes, que parten de un único frente que se ha dividido en dos por la orografía del terreno», relata. Vamos, que la hidra ahora tiene una cabeza más. Frente a él, el horror, un horror que ya ha calcinado más de 350.000 hectáreas desde el 7 de agosto y que tiene a varias provincias de Extremadura, Castilla y León y Galicia en alerta máxima.
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Cabrera, que da su opinión como bombero raso pero que tiene experiencia en otros grandes siniestros como el de Bejís, donde también trabajó, explica que el dispositivo valenciano trasladado a León trabaja con la ventaja que da la experiencia. Insiste, en varias ocasiones, en alabar el trabajo de los bomberos forestales, «que son unos auténticos cracks», y en la coordinación que han conseguido dentro del cuerpo de bomberos llegado desde Valencia. «No hay coordinación por encima de nuestros mandos. Nos dijeron que viniéramos aquí y que hiciéramos lo que pudiéramos», explica.
Para muchos de nosotros, meternos de lleno en un incendio de esas dimensiones (o de cualquiera, en realidad) es material para las pesadillas. Para Cabrera y sus compañeros, es pan de cada día. Sobrecoge escucharle describir que a veces los medios aéreos tienen que abortar descargas porque hay tanto humo que no ven, o que tienen que trabajar a ciegas porque desconocen la orografía del terreno. «No tenemos planimetría», lamenta. «La coordinación dentro del contingente valenciano es muy buena, tenemos comunicaciones y demás, pero con la dirección de la emergencia es nula», asegura Cabrera, que explica que para atajar este tipo de incendios «se necesita que cambie la meteorología». «Y no sabemos si eso va a pasar. No tenemos información de vientos, temperaturas, tampoco de la orografía del terreno… y nosotros no la conocemos», indica.
Los bomberos valencianos, que «por desgracia», como dice Cabrera, tienen experiencia en este tipo de incendios forestales, aunque no de esta magnitud, centran sus trabajos estos días en la creación de cortafuegos que hagan que el avance del frente se detenga. «No tiene sentido atacar con mangueras cuando el incendio es así. Tenemos que adelantarnos, eso lo hacen muy bien los compañeros de la Generalitat de Cataluña, guiados por los bomberos forestales, las brigadas, que están haciendo un trabajo increíble. Nosotros intentamos crear ventanas de oportunidad, sitios a donde el fuego llegue y deje de quemar porque se ha quedado sin combustible», explica de forma didáctica.
Preguntado por la situación que se han encontrado, el bombero explica que los núcleos urbanos, diseminados, están rodeados de monte que no se ha cuidado. «Es el mismo problema que tenemos en todas partes: cada vez hay menos actividad y no se crean esos cortafuegos naturales que son los cultivos. Antes, los cultivos creaban mosaicos que permitían compartimentalizar el fuego, pero ahora no hay, y esos mosaicos tenemos que crearlos nosotros», indica Cabrera. Él y sus compañeros trabajarán una jornada más, 12 horas enfrentados al infierno, a temperaturas que la mayoría no aguantaríamos ni unos minutos, y luego volverán a casa. «Estamos con el corazón en un puño, en un ay, porque si estamos aquí no estamos allí», dice antes de despedirse. El fuego, por ahora, ha dado una tregua a la Comunitat.
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