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Ejemplares de trencadís que se están elaborando. Irene Marsilla

Arte en forma de trencadís para los Valencianos para el siglo XXI

Integración. Miembros de la Fundació Espurna elaboran en sus talleres de Gandia y Torrent los premios que se entregarán en la gala de este jueves en el Roig Arena

Manuel García

Gandia

Miércoles, 17 de septiembre 2025, 00:06

En la época en que el mindfulness se ha puesto de moda, ellos son todos unos expertos. Están en el aquí y el ahora, ajenos a todo, centrados en su trabajo, conscientes de la importancia de lo que tienen entre sus manos.

Son los responsables de uno de los ingredientes fundamentales de la gala de los premios Valencianos para el siglo XXI que celebra este jueves LAS PROVINCIAS en el Roig Arena. De sus manos saldrán los 140 ejemplares de trencadís, hechos de manera artesanal, uno a uno, sin prisa y con cariño.

Entrar en el taller de la Fundació Espurna en Gandia es hacerlo en un espacio donde apenas se oye algo más que la música ambiente y el sonido de las herramientas que estas personas con discapacidad manejan con soltura. Cuando entra alguien extraño no levantan la cabeza y continúan atentos a que cada pieza encaje de manera perfecta y con la mejor estética posible. Una a una y con el máximo de los cuidados.

«Son conscientes de lo que están haciendo. De que es un encargo importante, de un medio tan reconocido como LAS PROVINCIAS», explica Julio García, patrono de la Fundación que cuenta con el apoyo de la Generalitat. Además, destaca que este encargo sirve para darles la visibilidad que a veces no tienen y para que la sociedad sepa, si es que alguien alberga alguna duda, que se puede confiar en ellos.

La mitad de las 140 piezas salen de este taller de Gandia y la otra mitad de otro ubicado en Torrent, donde también se ha sentido, a lo largo de las últimas semanas, la responsabilidad y la cierta presión de tener que cumplir con los plazos establecidos.

Fue a finales de julio cuando recibieron el encargo de parte de LAS PROVINCIAS. Aunque se manejaron varias opciones como trofeo que entregar a todos los galardonados, finalmente se optó por el trencadís. Dicho y hecho. Fue volver de las vacaciones, el 1 de septiembre, y enfrentarse, algunos incluso por primera vez, a una labor que verán miles de personas y que quedará para siempre en los hogares de aquellos que recibirán su premio en muy pocas horas.

Marta, Vicente, Iván o Pablo son sólo algunos de los miembros de un equipo bien engrasado. Vicente, quien no deja de sonreír, no quiere dejar pasar la ocasión de comentar lo «contento» que está al llevar a cabo este importante proyecto y quiere también «dar las gracias a nuestra monitora Irene, que nos ayuda mucho». «Y si ellos están contentos, los padres también lo están. Todo este trabajo viene muy bien para su inclusión», apostillan desde la Fundación, quienes han depositado esta responsabilidad sobre los hombros de estas personas con toda tranquilidad, sabiendo que van a cumplir con lo que se les pide. Son minuciosos, «a veces demasiado», comenta Julio con una sonrisa, satisfecho de la ayuda mutua que se prestan, ya que aunque los monitores son pacientes y están siempre encima de ellos, a cambio reciben cariño con generosidad infinita. «Al principio había que guiarlos un poco y corregir algún detalle, pero lo cogieron en seguida y ahora ya lo hacen muy bien», comentan las monitoras.

Ahora, las diferentes herramientas, la cola, las tijeras y el resto de materiales para unos premios tan especiales van de mano en mano y todos ellos ponen de su parte para que el resultado, que se va a acumulando en cajas, sea, como se ve, brillante.

Incluso, los responsables de este colectivo aconsejan a quienes estén atravesando un periodo de depresión o de bajo estado de ánimo, que atraviesen estas puertas y se contagien tanto de un buen ambiente de trabajo como de la alegría de vivir que transmiten todos ellos. La sonrisa aparece en sus rostros prácticamente de manera automática cuando se les habla y preguntan cuándo podrán verse reflejados en las páginas de un periódico histórico y que muchos de ellos conocen porque ha entrado en sus casas en multitud de ocasiones.

En el extremo de una mesa, Iván y Pablo trabajan como uno solo. Uno extiende el material que amalgamará todo y el otro limpia los restos. Luego sólo queda el toque final de poner el nombre de LAS PROVINCIAS sobre el premio.

La Fundación Espurna nació en el año 1996. La hija de la presidenta, Charo Sabater, fue diagnosticada con síndrome de down. «Comenzamos con cinco personas en ese momento y mira ahora», comenta mientras señala a todas las personas que trabajan en esta nave con una sensación de orgullo y de tranquilidad a la vez, de entusiasmo por querer mostrar que las personas son capaces de muchas más cosas de las que ellas mismas u otras pueden pensar.

Y es que todo el mundo puede enseñar, pese a los prejuicios que pueda haber. Han recibido la visita de colegios y son los propios miembros de la Fundación quienes les han enseñado a trabajar con estos materiales.

Al principio, los chavales que tomaban contacto con los miembros de la Fundación podían tener algún tipo de duda, pero ésta se disipaba en seguida cuando veían cómo manejaban un material que para muchos de ellos resultaba desconocido.

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