Del agua a la lonja: la pesca artesanal pide relevos
La Comunidad de El Palmar celebra el 775 aniversario del permiso para realizar capturas otorgado por Jaume I: «Para mí es un regalo de la vida poder compartir experiencias con mis antepasados»»
Lluís Marco ha madrugado, nada nuevo para un pescador. La rutina desde hace camino de ocho siglos es ganarle a diario la carrera al sol. ... Cuando despunta el alba, ya hay barcas buscando plata en las aguas de la Albufera. Es la tonalidad de la llisa, la especie comestible que más abunda en el lago salado. Pero Lluís, que dice que es pescador aunque su principal actividad profesional ha sido la de profesor de matemáticas en la Universitat de València, prepara unas redes azules más robustas que las usadas para capturar peces.
Son parte del entramado que prepara junto a la Gola del Pujol para atrapar, principalmente, cangrejo azul, una especie invasora que se ha convertido en otra de las joyas vivas que se pueden capturar en la Albufera. Lluís ha madrugado y ha acudido a la barraca y al pequeño embarcadero que hay junto a su pareja, Carmen Serrano. Ella es una de las primeras mujeres que consiguieron permiso para pescar con pleno derecho en la Comunidad de Pescadores de El Palmar.
Los tiempos han cambiado y este ente celebra en plena transformación el 775 aniversario de que Jaume I, entonces dueño de la Albufera, le concediera el derecho de pesca. El senegalés Mustapha acaba de convertirse en el primer extranjero en participar en la subasta de redolins. «Antes la gente se sacaba un jornal, pero las nuevas generaciones prefieren trabajar en otras actividades», comenta Lluís. Junto a Carmen y otros dos matrimonios mantiene este punto de pesca en la Albufera, donde también capturan anguila, aunque en el momento de realizar este reportaje es tiempo de veda. «Para mí es un privilegio compartir experiencias con mis antepasados», resalta él, que se jubiló de la enseñanza, pero sigue madrugando con una sonrisa para dedicar las primeras horas del día a esta actividad artesanal.
El ritual apenas ha cambiado: despertarse aún de noche, tomar café, desplazarse hasta la barraca junto a la Gola, pescar, descargar en la lonja y almorzar. Es lo que hizo también José Caballer durante más de tres décadas. Ahora preside la Comunidad de Pescadores de El Palmar, y comparte la evidencia de la que también hablaba Lluís: la necesidad de un relevo generacional. «Cuando empezó a haber problemas de calidad del agua muchos recomendaron a sus hijos dedicarse a otra cosa», apunta. Pero también precisa que en un buen día, en la actualidad se pueden recoger 700 kilos. Lo dice mientras conduce su barca y, de repente, mira hacia un punto fijo y afirma: «Ahí hay pescado a manta».
Unos metros más adelante hay clavada una estaca. Quien piense que se trata de una rama que ha quedado en ese punto al azar, se equivoca: «Eso es alguno que ha pasado, ha visto que hay muchos peces, y lo ha marcado». Un poco más adelante está José Luis Torrentí. «Ahora va a laborar, que si se encanta no llega a la lonja», informa José Caballer.
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José Luis Torrentí es ejemplo de la situación de la pesca en la Albufera. «Yo salgo cuando me parece. ¿Cuál es mi trabajo? ¡Secreto!», señala. Él sigue realizando esta actividad casi por afición, algo que también llevaba a cabo su hijo, que ya hace tiempo que no faena. Son ya más de las 12 y es el momento de ir recogiendo la red, de forma que la enrolla y la deja preparada para el próximo día, al tiempo que va introduciendo los peces capturados en la barca.
Ya tiene cierta prisa porque antes de las 13:30 debe salir el camión de la lonja, y entonces las capturas deben estar ya seleccionadas. El Palmar sirve a los supermercados de Consum y a varios proveedores más, entre ellos del extranjero. También usan el fruto de su trabajo la mayoría de los restaurantes de la isla. La realidad es que ahora son alrededor de 60 personas las que mantienen esta actividad en la Albufera. Entre ellos Mustapha, que también ha pescado en mar, en lugares como Santander y, más recientemente, en Gandia. Tanto él como otros conocidos suyos tienen una amplia experiencia. Como en la Albufera, la pesca en Senegal es una actividad que se traslada de padres a hijos. Como en las cofradías costeras del resto de la Comunitat, por ejemplo, Valencia, Cullera y Gandia, donde también necesitan ese ansiado relevo generacional.
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