El agricultor de los naranjos 'okupados'

El familiar descubrió a los nuevos 'inquilinos' habitando la parcela de José María cuando se hallaba paseando con su pareja por los alrededores de la urbanización. «Vi un grupo de cinco o seis personas con un par de perros y varios coches aparcados fuera», explica. Ante tal panorama, Rafael se acercó a preguntar y a informarles de que esa casa era de su primo José María. Sin embargo, los ocupantes afirmaron no saber nada y, en su lugar, alegaron que la propiedad había sido comprada por unos abogados y que se encontraba en alquiler. «Me dijeron que habían alquilado la casa pero seguramente accedieron a la vivienda rompiendo la puerta», afirma Rafael.

Por desgracia, no es la primera vez que sucede un episodio de allanamiento de morada en el chalet de José María. De hecho, la propiedad parece estar estigmatizada por la desgracia ya que han sido trece ocasiones en las que la casa ha sufrido un asalto por parte de terceras personas. «La primera vez entraron por una de las ventanas de la terraza que rodeaba el comedor y a través de una verja. Esto lleva pasando desde que mis hijos eran pequeños», cuenta el agricultor.

Aunque José María reconoce que su familia lleva un año sin visitar la casa de campo por temor a los intrusos se muestra impotente ante una situación de estas características.

«Es cierto que la casa está deshabitada pero eso no es razón para que entre cualquiera», expresa el anciano. Pero si hay algo que deja a José María realmente afligido son los cultivos que heredó de su padre ya que, desde hace años, solía acudir a realizar tareas de riego y abono y depositaba en ellos mucha dedicación. Ahora mismo, el labrador no puede acceder al interior de la vivienda y teme perder sus naranjos. «El huerto tiene sistema de riego por goteo pero se enciende desde dentro de la casa. Si los campos no reciben agua se arruina la cosecha», explica. Además, recuerda un episodio anterior en el que tuvieron que alambrar los terrenos porque venían con furgonetas a saquear los cultivos. «Teníamos diez árboles de nísperos y no probamos ni uno durante un año», lamenta.

La residencia campestre, que cuenta con un jardín y terrenos para el cultivo de cítricos fue construida por el padre de José María para él y su familia hace más de 50 años. Sin embargo, desde hace demasiado tiempo se ha convertido en el centro de atención de los intrusos, motivo por el cual ya no viven allí. «Es una casa llamativa ya que destaca por sus dos pisos y el campo de naranjos», explica el agricultor.

Los vecinos de alrededor también están alarmados por las ocupaciones y los asaltos recientes puesto que la totalidad de la zona es agrícola y temen perder sus cultivos de naranjas y mandarinas. Conocedores del caso de Jose María transmiten su malestar y se sienten vulnerables ante la ocupación. «La preocupación es evidente. Le podría haber tocado a cualquiera», asegura el octogenario.

José María, tras recibir el aviso, se fue directamente con su hijo a interponer una denuncia, con su título de propiedad, a la Guardia Civil y a la Jefatura Superior de Policía con la esperanza de obtener la orden de desalojo de los ocupantes. No obstante, todavía se encuentra a la espera de noticias.