La historia de la Delegación de Hacienda, un edificio único en Valencia: nueve años sin uso y casi 70 en pie
Erigida en 1953 bajo la idea de la dictadura de realzar su carácter público, se cerró al en julio de 2016 sufrir desperfectos por carencias constructivas
Dentro de un año se cumplirá una década con el edificio de la Delegación de Hacienda cerrado. La impresionante mole alzada en el número ... 4 de la calle Guillem de Castro clausuró sus puertas en julio del año 2016: desde entonces, ahí sigue, vacío y sin uso. Hubo algún intento de concederle un nuevo uso (por ejemplo, el de hotel, proyecto que movilizó el interés fallido de un grupo de inversores), sirvió de refugio a unos los indigentes acampados ante su fachada y finalmente ha vuelto a manos de Diputación y Ayuntamiento, lo cual tiene sentido: como explica el Ministerio de Hacienda, la parcela donde se ubica (ocupada antaño por el antiguo Mercado de Abastos sobre solares del exconvento de San Agustín) era propiedad de ambas instituciones, hasta que en 1952 la cedieron al Gobierno central para la construcción de su nueva Delegación de Hacienda, que ocupaba las dependencias del palacio del Temple. En agosto de ese mismo año, el Ministerio convocó un concurso para la redacción de anteproyectos del edificio, del que resultó ganador el redactado por los arquitectos Francisco Echenique (titulado en 1935, fallecido en 1996) y Luis Calvo (titulado en 1940, fallecido en 1964), profesores de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid y funcionarios del entonces Ministerio de Vivienda. Su propuesta, que empezó a ejecutarse en 1953, blindaba la intención con que nació la convocatoria: que la sede resultante marcara «claramente su destino de oficina pública del Estado».
En efecto, su criatura encarna bien la idea de arquitectura al servicio de un régimen totalitario. Al concurso se habían presentado otros profesionales también de gran prestigio (Francisco Javier Sáenz de Oíza, Alejandro de la Sota, Julio Cano Laso con Alejandro Blond, Luis Gay Ramos con José Antonio Pastor y algún otro equipo), pero la obra seleccionada encajaba, con su planta basilical y factura clasicista, con la influencia de las formas dominantes en los regímenes dictatoriales europeos de los años 30 del siglo pasado, «hacia los que miraba el jurado del concurso» según detallan los actuales responsables del Ministerio de Hacienda. «Sin embargo», añade en un escrito remitido a este diario, «cuando proyectan su edificio ya han pasado algunos años desde que se había roto, la vinculación española con las arquitecturas alemana e italiana, tras la derrota de esos regímenes en la Segunda Guerra Mundial, y, como se aprecia en otros proyectos presentados, se mira hacia otros modelos y otras arquitecturas».
¿De qué influencias hablamos? El Ministerio cita entre las referencias formales al Palazzo degli Uffici, proyectado en Roma por el arquitecto Gaetano Minnucci en 1937, o al Palazzo degli Uffici de la ciudad de Cosenza, del arquitecto Camillo Autore, terminado en 193. El parecido es evidente, «tanto en la composición de fachadas y los elementos que en ellas se utilizan: huecos enmarcados y perfectamente alineados o las pilastras que unifican visualmente varias plantas, como en el carácter monumental,». También se detecta una profunda analogía con el edificio berlinés de la Cancillería nazi en Berlín, obra de Albert Speer, arquitecto de confianza de Hitler, como destaca el investigador de la Universitat de València David Elías, que dedicó su tesis a la sede de la Delegación. Un inmueble que ocupa una manzana exenta, desde el acceso principal por Guillem de Castro a las calles que la rodean: Mare de Dèu de Gracia (hoy peatonal), al este, y Quevedo, al oeste, a la que abre un acceso reservado, «quedando su fachada posterior, al sur, recayente a la calle Huesca, a la que abre un acceso de servicio», como cita en su informe el Ministerio, que recalca que «entre la fachada este y la iglesia de San Agustín», una obra protegida con la etiqueta de BIC, «existe un pequeño jardín urbano, sobre parte de uno de los claustros del antiguo convento».
Ahí reside una de las peculiaridades de la Delegación: que «a pesar de su monumentalidad y de ser uno de los pocos ejemplos de arquitectura totalitaria de Valencia», carece «de protección individual»: sólo posee la derivada de su inclusión en el entorno de protección del Bien de Interés Cultural, «formado por la iglesia gótica de Sant Agustí, en el que se valora la contigüidad del jardincillo anejo, la amplia vía de ronda y el gótico de buena parte de este». El exhaustivo documento ministerial abunda en la descripción del edificio, que entre otros menesteres sirvió de residencia tanto del delegado especial de Hacienda como del delegado provincial, así como otros trabajadores que tenía en este caserón su puesto de trabajo y también su hogar. Y concluye con el relato de sus últimos días, luego de sufrir la caída de unos falsos techos y desatar la alarma sobre sus posibles carencias: según el Ministerio, no fue tanto un problema de aluminosis como se suele especular como de «una deficiencia provocada por la baja calidad del hormigón utilizado en la construcción». Una metáfora de toda su vida: un gigante con pies de barro.
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