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Francisco Nicolás Gómez Iglesias (c), conocido como el "pequeño Nicolás", a la salida de los juzgados de Plaza de Castilla.
El joven timador que molestó al Estado

El joven timador que molestó al Estado

La rocambolesca historia del ‘pequeño Nicolás’ y su cercanía al poder ha cogido vuelo desde su detención en octubre

Mateo Balín

Martes, 23 de diciembre 2014, 12:37

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El 14 de octubre una unidad de Asuntos Internos de la Policía Nacional detuvo en el centro de Madrid a un joven llamado Francisco Nicolás Gómez Iglesias, nacido en Madrid en abril de 1994, como presunto autor de delitos de falsedad documental, estafa y usurpación de funciones públicas.

Tras pasar tres días en el calabozo, el 17 de octubre a las 6.00 de la mañana, sin dormir ni desayunar, el joven no fue puesto a disposición del juzgado de guardia de detenidos de Madrid, como es habitual, sino ante el juzgado de diligencias. En el atestado policial entregado a la juez Mercedes Pérez, que luego se inhibiría a favor de su compañero Arturo Zamarriego, se detallaba que el imputado había venido desarrollando una intensa actividad en actos públicos con presencias de altas personalidades. Se hacía pasar por diversos cargos de la vida política o utilizaba sus influencias para presentarse como un comisionista, mediador o conseguidor de toda clase de negocios.

El principal aval del joven no era el resultado de sus quehaceres, que se han demostrado más bien fracasados, sino que todo lo que hacía, sus encuentros o hasta sus viajes en coches oficiales del Ayuntamiento de Madrid los grababa o fotografiaba. Para que quedase huella ante los sucesivos interlocutores de que él estuvo allí, de que era alguien importante y un enlace necesario para tener éxito.

Comenzaba así a conocerse la historia del pequeño Nicolás, al que la forense judicial diagnosticó una florida ideación delirante de tipo megalomaniaco. Y la juez instructora, no tan descreída con los que había oído del joven, no acertaba a comprender con un chaval de 20 años pueda acceder a conferencias, lugares públicos y actos políticos de primer orden con su mera palabrería y sin alertar desde el inicio de su conducta a nadie por mucho de las juventudes del PP que fuera.

Desde el auto de la juez, el 17 de octubre, hasta su irrupción pública el 22 de noviembre el caso eran meras especulaciones. Pero tras varias apariciones en medios de comunicación, el asunto adquirió una nueva dimensión. Afirmaba que colaboraba para el Centro Nacional de Inteligencia, que era amigo del secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, que desde Vicepresidencia le habían encargado recados o que se había subido en el coche de Soraya Sáenz de Santamaría y había viajado a Galicia protegido por la seguridad del ayuntamiento de Madrid.

Las revelaciones provocaron una cadena de desmentidos en varias instituciones del Estado y ministerios y una querella en los juzgados sin precedentes del CNI por injurias. La Abogacía se ha personado en ambos procedimientos y mientras que desde el Gobierno tratan el asunto como las fantasías de un joven, éste amenaza con aportar pruebas de sus trabajos si no le dejan tranquilo. El rocambolesco caso sigue abierto. Pero la montaña de medias verdades en que se ha movido Nicolás crece cada día. Aunque en su última citación ante el juez haya optado por guarda silencio.

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