Ir solos al cine, comer sin compañía… ¿por qué nos causa reparo?
Anímate, porque hacer planes sin nadie conlleva numerosos beneficios emocionales y cognitivos, señalan los expertos
Rosa María, una malagueña de 39 años, siempre ha sido muy cinéfila. Sin embargo, encontrar a alguien que la acompañase al cine le resultaba complicado. « ... Vivimos sin tiempo para nada y para cuando consigues quedar con un amigo, la última opción es meterse en una sala», lamenta. Y esto la hizo reflexionar sobre la cantidad de películas que había dejado escapar por su «apuro» a ir sola. Un reparo que, de algún modo, la sociedad nos ha inculcado, pero que esta malagueña está aprendiendo a afrontar. «No sé por qué, pensaba que al entrar en la sala iba a sentirme menospreciada por las parejas felices. Estaba equivocada y encima descubrí que la realidad era otra: asiste mucha más gente sola de la que pensaba».
Esta incomodidad para realizar planes en solitario (viajes, comidas, museos...) se explica por una serie de mecanismos mentales que desgrana el psicólogo sanitario Juan Castilla: «Lo habitual y aceptado socialmente es hacer actividades o planes con otras personas, por lo que estamos muy condicionados por el 'qué dirán'. Y cuanto más pequeña es la población, más presión social sentimos». Esto último es lo que predispone al sesgo de proyección manifestado por Rosa María, prosigue el Divulgador del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid: «Asumimos que los demás están pensando en nosotros o nos observan más de lo que realmente lo hacen, y eso nos incomoda, sobre todo si hemos experimentado vivencias negativas en el pasado, como sentirnos solos mientras la gente a nuestro alrededor se burlaba de nosotros, nos rechazaba o nos ignoraba». Al haber asociado la soledad a una situación desagradable, explica el experto, tendemos a evitar cualquier plan sin compañía.
La educación que recibimos desde pequeños y rasgos de personalidad como la introversión son otras explicaciones arrojadas por la psicología, aunque tampoco cabe desdeñar la influencia de los juicios sociales: «Es común que si contamos algún plan en solitario delante de un grupo de amigos, éstos pronuncien frases del tipo: '¿Cómo vas a hacer eso tú solo? A alguien podrás llamar'. Hay que tener una autoestima muy forjada para separar la decisión que se toma –que no tiene nada de malo– de unos comentarios que obedecen únicamente a la experiencia subjetiva de esas amistades», explica Pilar Gil Díaz, psicóloga y directora del gabinete madrileño Terapia y Emoción.
Redes sociales como TikTok o Instagram, en las que se premia con 'likes' la publicación de todos los planes que hacemos, también han contribuido a que rehuyamos actividades como acudir solos a un concierto, concreta Gil: «Estas plataformas están copadas de imágenes en las que conocidos y desconocidos comparten momentos de felicidad con otras personas. Una felicidad muchas veces tan sólo aparente, en la que se incide durante fechas señaladas como la Navidad, los cumpleaños o las vacaciones de verano. Al ver que dichas imágenes no se corresponden con nuestras situaciones particulares, podemos experimentar un mayor sentimiento de soledad o inadaptación, lo que contribuye a acentuar el falso estigma de dedicarnos tiempo».
En EE UU no pasa
Por supuesto, la cultura y el tipo de sociedad en la que vivimos también determina cómo percibimos el hecho de hacer planes en solitario: «En sociedades individualistas como EE UU , Reino Unido o Alemania se enfatiza la independencia personal: hacerse a uno mismo y hacer planes uno solo en esos contextos puede interpretarse como un signo de autonomía y bienestar, y no se prejuzga tan negativamente como en otros países. Ocurre lo contrario en sociedades más colectivistas como Japón, Corea del Sur, Italia, Portugal o España», señala Castilla.
En cualquier caso, diversos estudios han demostrado que quien prueba los planes en solitario, repite, ya que aprender a disfrutar de nuestra propia compañía conlleva numerosos beneficios emocionales y cognitivos, sentencia el psicólogo: «Aumenta la autoestima, la fuerza emocional, la confianza, la concentración y, por ende, la productividad; se depende menos de la validación externa y se reducen tanto el miedo a la soledad en general como el estrés y la ansiedad. Además, obtienes espacios de mayor creatividad y reflexión, lo que permite una regulación emocional que ayuda a manejar los conflictos internos y externos. A fin de cuentas, es mucho más fácil desarrollar la atención plena y vivir el presente».
Todo lo anterior no quita para que, en determinados casos, hacerlo todo solos deje de ser una preferencia saludable y se convierta en una señal de evitación social: «Existe un problema cuando la persona sufre y opta por aislarse como medida de protección. Muchos se apartan de todo en momentos de ansiedad o depresión para no ser juzgados o porque sienten que pueden ser una molestia para los demás, pero esto no es sano».
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