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Peter Lim contempla el engendro
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Peter Lim contempla el engendro

El dueño goza del privilegio de conocer un proyecto deportivo: el del Villarreal

Héctor Esteban

Domingo, 1 de mayo 2016, 17:17

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Peter Lim tuvo la oportunidad de ser testigo ayer en Mestalla de su propio engendro. Las consecuencias del parto en verano de un equipo descompensado. Con su amigo Jorge Mendes como la peor de las matronas posibles. Escorado siempre al fracaso. Una caricatura de aquello que se prometió. El luso ha esquilmado la confianza de su amigo y la caja del club con fichajes guiados por el sobreprecio. Tres meses después de su última visita, el dueño pudo palpar el resultado de sus malas compañías deportivas. En la aportación económica, nada que reprochar mientras alguien no demuestre lo contrario. En lo deportivo, un disparate berlanguiano. El desfile de cuatro entrenadores por el banquillo es el mejor resumen de la temporada. Lo peor de todo es que Mestalla ya no malgasta su tiempo en bronca y pañuelos. El diagnóstico es peor. Terrible. La peste de la indiferencia es el mal. La peor de las plagas. La que lleva al aficionado a quedarse en casa. Harto, hastiado, desconsolado.

Lo mejor de la victoria del Villarreal en Mestalla es que por lo menos Lim tuvo el privilegio de admirar un patrón que imitar. Los de Marcelino botaron al final para celebrar una clasificación de Champions. La fiesta en casa de un rival como el Valencia superaba el guión escrito al inicio de la temporada. El triunfo del Villarreal fue el de la existencia de un modelo. Lo decía Soldado hace unos días en este periódico: «Todos los empleados sienten el club como suyo». Ahí está la clave. El equipo de Marcelino juega como fue parido. Los futbolistas saben lo que tienen que hacer en el campo. Corre el balón. Nunca ellos. Porque el esférico siempre llega al pie y los huecos quedan cubiertos. En ataque y en defensa. El club ha macerado el proyecto y desde los despachos se le ha dado el concierto. Sin prisas. La dirección deportiva ha elaborado una plantilla tan compensada que el teórico equipo suplente, con la guinda de Soldado, en ningún momento dio la sensación de ser un pelotón de reservas. Ah, y un detalle que no debe pasar desapercibido. El trabajo de la cantera tiene tanta importancia como el acierto en los fichajes. Adrián Marín por banda izquierda es otro producto de la casa. Y Rodrigo, internacional en las inferiores, aportó el desparpajo y la seriedad del que quiere vivir del fútbol toda su vida. Del chico ya se hablaba maravillas en su reciente visita al Antonio Puchades con el filial amarillo

El día de la previa Ayestarán apuntó que la intención era demostrar sobre el césped qué equipo es el primero de la Comunitat. Por pasado, el Valencia. En el presente, el Villarreal le saca al club de Mestalla varias cabezas. Desde que el técnico se definió como uno de los Rolling Stones, la banda no para de tararear el «(I cant get no) Satisfaction». En seis partidos es imposible hacer milagros. Haber cogido el toro por los cuernos ya ha tenido su merito. Paciencia es la única salida al disparate y dejarse de experimentos. Sería pobre buscar culpables en la figura de Pako Ayestarán. Hay voluntad y al menos el equipo ya no se cae en las segundas partes exprimido por su físico. En el Valencia de ayer afloró el mal de toda la temporada. El desorden. El equipo tiene interés pero el caos riega a manta. Casi siempre se llega tarde en la combinación y en la ayuda, las guerras se hacen por su cuenta y la incapacidad de enlazar tres pases es manifiesta. Los centros no encuentran rematador, siempre se elige la opción más complicada y las coberturas en defensa son autopistas sin peajes para el rival. El primer gol llegó desde la sabiduría de Soldado. El viejo conocido se trajo a la defensa con el balón en los pies para asistir a Samuel , que colocó el balón allí donde quiso. El segundo tanto fue una jugada de billar. En tres toques Adrián, al que el Villarreal ha recuperado para el fútbol, se plantó delante de Diego Alves para definir con sobresaliente. El toque para el pase otra vez de Soldado. No marca pero abre la puerta del éxito.

En poco más de media hora el Villarreal preAnfield había tomado Mestalla con una facilidad pasmosa. De inicio no se entendió la decisión de Ayestarán de optar por Aderllan Santos en la retaguardia de cuatro. El brasileño no ha dado muestras en toda la temporada de ser un jugador con nivel para estar en el Valencia. El pago de 9,5 millones por su fichaje es una de las grandes estafas de la Liga. Abdennour, ahora mismo, es la opción menos mala. Tampoco se entendió la suplencia de Alcácer en favor de Negredo. Las rachas hay que avivarlas. Y al de Torrent lo bajaron de la ola para sentarlo en el banquillo.

El Villarreal compareció como un bloque hormigonado. Trigueros y Rodrigo, dos chicos de la casa, equilibraron en el círculo central para no permitir fisuras desde su posición hasta Areola. El portero francés, cedido por el PSG, es otra muesca en el revólver de Llaneza. La clave no es buscar. Lo importante es encontrar soluciones a los problemas y la baja de Asensio lo era.

La segunda parte fue un ejemplo de contención. Muy bien cerrado atrás el rival. El Valencia lo intentó. Negarlo sería idiota. Pero nunca hubo claridad al mirar la portería del Villarreal. Marcelino, para oxigenar y poner todavía más orden si cabe, tiró de Bruno y Mario Gaspar para blindar la victoria y el éxito. El mediocentro de Artana es esos futbolistas al que hay que dedicarle una calle el día de su retirada. En ese poso es en el que crece el proyecto del Villarreal. Ayestarán echó mano de Cheryshev, que se volvió a romper, y de un Alcácer que poco pudo hacer. Lim llegó el mejor día de todos. En la jornada que se rubricó el fracaso de una de las peores temporadas que se recuerdan. Su única salida es rectificar. El nuevo parto no puede ser probeta. Mestalla ha agotado su paciencia.

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