De la vieja a la nueva Fe
1968-2010
Eduardo Benlloch
Doctor en Medicina. Neumólogo senior del Hospital La Fe
Jueves, 6 de noviembre 2025, 18:56
Se ha dicho que en la vida humana hay tres fases: la del «aún no», la del «ahora sí» y la del «ya no» (A. Arteta; 'A pesar de los pesares'), que pueden ser válidas para las instituciones, como el Hospital La Fe, que tienen su propia vida, aunque con algunas ventajas: su periodo de «aún no» suele ser más corto, el de «ahora sí» puede ser mucho más largo y para el de «ya no» hay mecanismos eficaces para eludirlo.
El Hospital La Fe nació en 1968 en el barrio de Campanar y a principios de los 70 ya estaba alcanzando el «ahora sí». Nació con la expectativa de ser una gran Hospital, 'Ciudad Sanitaria La Fe', en línea con la ampliación de la red hospitalaria nacional pero llevó un tiempo, completados los edificios de las especialidades básicas, crear los equipos profesionales que lo conformaron, y no solo del personal estrictamente sanitario sino todos los que con su trabajo, día a día, conseguían que funcionara (desde el gerente al celador y desde el ingeniero al mecánico o al electricista).
Tuve el privilegio de formar parte de ese inmenso grupo desde finales de 1969, cuando D. José Báguena me llamó para que me uniera al equipo de Medicina Interna del Hospital. Procedía del Hospital Clínico de Valencia, donde me había licenciado e iniciado en la Neumologia, un Hospital que podría describir como tranquilo, sin grandes presiones. Eran años en los que acudir al hospital a ser atendido no era lo más usual, salvo que se requiriera una cirugía o una urgencia vital lo hiciera necesario. Una demanda imprescindible pero no agobiante.
Mi paso a La Fe coincidió con un cambio de paradigma en la atención sanitaria que pasó rápidamente a ser de gran demanda hospitalaria en todas las patologías y a multiplicarse exponencialmente las Urgencias y la atención no quirúrgica. De hecho, el edificio Central pasó en poco tiempo de tener una mayoría de camas quirúrgicas a equilibrar el reparto entre quirúrgicas y médicas. Este cambio nuclear se hizo al mismo tiempo que se desarrollaban, en todas las áreas, los Servicios de especialidades, algunas que unos años antes ni siquiera estaban reconocidas oficialmente y, al poco, toda suerte de subespecialidades completamente imprescindibles en los tiempos que corrían.
El Hospital, como edificio, variaba poco visto desde fuera, solo algún pabellón añadido, pero por dentro su estructura funcional cambiaba por momentos. Normal, si tenemos en cuenta que en la atención médica los cambios tecnológicos se introducían a velocidad cada vez mayor. Por ejemplo, en pocos años, se pasó de la Radiología convencional a disponer de ecografías, tomografía computarizada (TAC), resonancia nuclear magnética (RNM) o Radiología intervencionista. De endoscopios rígidos a los endoscopios flexibles para casi cada órgano con sus posibilidades intervencionistas y el surgimiento de la cirugía endoscópica. La evolución científica forzaba cambios estructurales y de personal.
Los Servicios médicoquirúrgicos se habían ido formando sobre la base de grupos preexistentes procedentes de otros hospitales valencianos y agregación de muchos profesionales de otros centros nacionales e internacionales. Equipos aparentemente
heterogéneos pero a los que unía un gran entusiasmo por su tarea: poner en marcha un Hospital. La norma era la mejora continuada. Todos aprendimos mucho de los compañeros del propio Servicio y de todo el Hospital, lo que indujo una fuerte cohesión y estrechos lazos personales.
Estos cambios se han dado en todos los hospitales. Solo que en un Hospital recién inaugurado eran más llamativos, y quizá más rápidos, que en los hospitales tradicionales de la ciudad. Para mantener ese impulso fue importante el establecimiento del sistema de formación especializada (MIR) que aportaba cada año nuevas generaciones con anhelo de conocimientos y participación que espoleó a los miembros de los Servicios que tenían que formarlos. Y lo siguen haciendo.
Se ha perdido parte de la historia hospitalaria valenciana, que estaba escrita, parafraseando a Italo Calvino, en sus esquinas, habitaciones, despachos y escaleras
Su trabajo y su estímulo fueron en aumento (de unas docenas inicialmente a más de cien cada año y durante al menos 4 años) son ya imprescindibles en cualquier hospital y forman parte del reemplazo generacional y la elusión de la fase «del ya no» que amenaza siempre, por limitaciones presupuestarias, envejecimiento del personal y muchos otros factores.
Pasar de La Fe Campanar, cuya vida no ha sido precisamente larga, a La Fe Malilla solo ha representado un cambio de escenario. Pasar de un hospital vertical a uno horizontal, en el que las innovaciones técnicas fueran más fáciles de instalar e incrementar, con el mismo espíritu y esfuerzo que en La Fe Campanar. Eso no quita que, con su demolición, se haya perdido una parte importante de la historia hospitalaria valenciana que estaba escrita, parafraseando a Italo Calvino ('Las Ciudades invisibles'), en sus habitaciones, despachos, esquinas y escaleras. La Fe Campanar será para siempre nuestra Ciudad Sanitaria Invisible.