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Alquería de la torre

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Alquería de la torre Damián Torres

La memoria de la ciudad de Valencia desaparece

El Ayuntamiento proyecta este año desbloquear la Casa del Relojero, la Ceramo y una finca en ruinas junto a la Lonja | Decenas de alquerías, palacios y casonas languidecen por falta de obras públicas y privadas

Paco Moreno

Valencia

Domingo, 20 de agosto 2017, 20:58

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Paredes desconchadas, matorrales, murales que apenas se vislumbran por las capas de suciedad, arcos góticos escondidos bajo cemento moderno, grietas y restos de hogueras. El listado del patrimonio cultural arquitectónico pendiente de rehabilitar en Valencia es un repaso a todo eso y mucho más, demasiado para las pretensiones del cap i casal. La memoria de la ciudad se pierde de manera casi irremediable a la vista de todos.

La alquería dels Moros, la alquería de la Torre, la alquería de Serra, la de Falcó y las ubicadas en la calle Olba. El patrimonio rural emerge en cualquier barrio recordando que hasta hace poco la huerta era la dominante y los 100.000 euros destinados este año por el Ayuntamiento para ayudar a propietarios es poco, ínfimo si se compara con el Presupuesto municipal de casi 800 millones de euros.

Las alquerías de San Lorenzo y el Molí de Sant Miquel, la Ceramo, el Casino del Americano y la Casa del Relojero. La muralla musulmana o la casa natalicia de San Luis Beltrán y los tinglados 4 y 5 de la Marina, por no hablar de la estación del Grao.

¿Qué hacer en esta situación? La asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio, una de las más activas y reivindicativas en esta materia, lo tiene muy claro: «Hay un incumplimiento reiterado del artículo 180 de la Ley de Ordenación del Territorio, que otorga a la Generalitat el deber de conservación e inspección periódica de estas edificaciones».

Parte del patrimonio está en manos públicas, aunque también hay inmuebles de propietarios privados. «Los dueños de la parcela de la alquería Falcó vinieron para ofrecer el solar, aunque a un precio astronómico», señalan desde la concejalía de Desarrollo Urbano en referencia al inmueble situado entre el bulevar sur y el camino de Moncada.

El elevado coste de las expropiaciones es el gran obstáculo para conseguir este patrimonio arquitectónico, seguido de la inversión necesaria para su rehabilitación. Además, en muchos casos cuesta darle un uso y sólo hay que recordar los proyectos millonarios que supusieron la restauración del mercado de Abastos y del antiguo Matadero de Valencia, en el paseo de la Pechina, para sendos polideportivos.

«El propietario del edificio está en la obligación y el deber legal de mantenerla en condiciones de seguridad, salubridad, ornato público y decoro, realizando los trabajo y obras necesarias». Desde la asociación indican que en «todos los casos descritos podemos comprobar que los propietarios, tanto de carácter público como privado, incumplen sus obligaciones legales».

Desde el Ayuntamiento defienden que también hay que contar con la tramitación administrativa. Citan como ejemplo lo que ocurre en una finca municipal de la plaza Doctor Collado, junto a la Lonja. Desde hace años se incluye siempre entre los ejemplos más graves de abandono, al estar junto a un edificio declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997. «Primero la tenía Aumsa (empresa municipal) con licencias de obras en 2013 y pendiente de una excavación arqueológica, pero luego decidieron incluirla en el primer Plan Confianza, de tal manera que sólo lo podía ejecutar directamente el Ayuntamiento». Esa modificación es lo que ha llevado a una demora inadmisible al situarse la finca en la zona turística de la ciudad.

Sea como sea, la demora en decenas de ejemplos hace que «nos encontramos con claros casos en los que se han producido desprendimientos y derrumbes en algunos de estos elementos patrimoniales, tales como la parte privada de las alquerías de San Lorenzo y el Molino de Sant Miquel, con un expediente abierto en febrero de 2015 y en el que ha terminado cayendo parte del muro y de la estructura de una alquería protegida como Bien de Relevancia Local. También el muro de la huerta de San Miguel de los Reyes, en el que han desaparecido ya diferentes tramos en estos últimos años a pesar de las numerosas denuncias desde 2013».

Otro de los inmuebles en riesgo de desaparición estos años ha sido la Ceramo, en la avenida Burjassot. La antigua fábrica de cerámica (de ahí salieron las características tejas de azul cobalto que decoran numerosos edificios de Valencia) se benefició hace meses de unas obras de consolidación, aunque todavía queda mucho para cantar victoria.

«Estamos a punto de cerrar el acuerdo para la permuta de solares con el banco», comentan desde el Consistorio. La operación consiste en intercambiar una parcela en la parte trasera de la fábrica, en la calle José Grollo, por otra en la parte nueva de Benicalap donde se iba a construir una iglesia, algo en lo que ha desistido el Arzobispado.

Las mismas fuentes no descartaron otro acuerdo con el último propietario de la fábrica que intentó mantenerla en funcionamiento. El empresario cedió en depósito al Museo de Cerámica González Martí una gran cantidad de moldes y herramientas de la factoría. La intención del Consistorio es que sirva para un equipamiento cultural.

También existe el obstáculo del uso. Es el caso de las alquerías situadas en los solares de la ampliación del parque de Benicalap. La alquería dels Moros y la alquería de la Torre son dos excelentes ejemplos de arquitectura rural, aunque el proyecto de la zona verde recién ha empezado a andar.

La Ley de Patrimonio Cultural Valenciano también ofrece una serie de artículos que «obligan al Ayuntamiento a que actúe ya, sin más demora», indican. En el artículo 4, referido a la colaboración entre Administraciones públicas, se indica que «las entidades locales están obligadas a proteger y dar a conocer los valores del patrimonio cultural existente en su ámbito territorial». Para ello debe «adoptar las medidas cautelares necesarias para evitar el deterioro, pérdida o destrucción».

La lista es interminable y sigue con el refugio antiaéreo de la calle Espada, una propiedad privada. También los restos arqueológicos y la torre romana de la calle del Salvador; el molino árabe de la calle Salvador Giner, les Covetes de Santos Juanes y la alquería de la calle Beato Gaspar Bono. Llama la atención los 4,5 millones de euros reservados para la recuperación de la muralla musulmana, de lo que no se sabe nada más que la intención de sacar adelante un jardín donde el protagonista sea el gran lienzo de fortificación que subsiste.

En la periferia, Benimaclet tiene interés en mantener los campos de huerta, incluso con un proyecto alternativo al presentado por una empresa. Otra cuestión es saber si se llegará a tiempo para sus alquerías, arruinada como ocurre con la de Serra, lugar de botellón como ha denunciado varias veces la asociación de vecinos de la zona.

El patrimonio industrial es uno de los pocos casos donde se están logrando avances. La Harinera del Grao está prácticamente terminada y ya ha salido a concurso la redacción del proyecto para su equipamiento, que se dividirá entre las concejalías de Innovación y Empleo. La previsión es que se convierta en un centro para emprendedores, vinculado a la antigua estación Marítima, también con el mismo uso y pendiente de rehabilitar por parte del Consorcio Valencia 2007.

La asociación Constantí Llombart intenta desde hace tiempo mantener una entrevista con el alcalde Joan Ribó para hacerle llegar la propuesta de un plan estratégico para la conservación del patrimonio. «Consensuar y activar un plan coordinado con la Diputación y la Generalitat a favor de crear actuaciones que permitan paliar los graves problemas que generan las desigualdades para Valencia ciudad, promoviendo la inspección de todos los edificios que superan los 50 años, y hacer cumplir lo preceptuado en el artículo 180 de la Ley de Ordenación del Territorio» es lo que figura en la petición al Consistorio.

En los últimos años han surgido temas como «el antiguo cine Metropol, la ampliación del Jardín Botánico y actos vandálicos en bienes culturales», afirman, que requieren un programa consensuado. Algunas iniciativas están atoradas prácticamente sin remedio. La Casa del Relojero, en la calle Micalet, está a punto de ver cómo sale a concurso la redacción del proyecto, poniendo fin a años de denuncias vecinales. Quedarán luego las obras, aunque eso es otra historia y es difícil que entren en este mandato.

El mecenazgo privado ha solucionado algunos problemas enquistados, aunque es sólo parte de la solución. La Fundación Hortensia Herrero fue la primera con intervenciones en la ermita de Santa Lucía, la Basílica de la Virgen, el Colegio de la Seda o la iglesia de San Nicolás, mientras que otra entidad privada ha formado la Fundación Per Amor a l'Art para convertir la antigua fábrica Bombas Gens en un importante centro cultural como elemento principal de su oferta.

No obstante, desde Círculo por la Defensa del Patrimonio se insiste en que «el artículo 46 de la Constitución Española, que ordena a los poderes públicos garantizar la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de España».

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