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María José, ante las fotos del mural en solidaridad con sus agresores. juanjo monzó
«Le pegaban con tanta saña que pensaba que lo mataban»

«Le pegaban con tanta saña que pensaba que lo mataban»

María José, una de las agredidas en Alsasua, siente «vergüenza» ante el mural que centra la agenda política valenciana: «Tuve que irme de mi casa a Vitoria y me buscaron; y ahora aquí, también»

D. Burguera

Valencia

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Viernes, 27 de julio 2018, 14:19

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Al teniente lo trasladaron, pero el sargento de la Guardia Civil aún no se puede ir de Alsasua, localidad navarra donde hace 21 meses sufrieron una brutal agresión. Ellos y sus dos acompañantes. María José, en aquel momento pareja del teniente, también se ha tenido que ir de su casa, empujada por un entorno hostil y por imperativo médico. Puntualmente vive en Valencia. Si hasta ahora sentía muy presente la noche del 15 de octubre de 2016 a través de constantes pesadillas, después de la última semana, con la agenda política de la ciudad girando en torno a un mural en «solidaridad» con sus agresores, percibe que «aquella noche me persigue». Aquella noche.

María José llega a la redacción de LAS PROVINCIAS acompañada de Consuelo Ordóñez, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE). «Cuando estás en un sitio como Valencia te das cuenta de que la manera de vivir de allí no es normal, no era sano. Había aprendido y asumido a no hablar de unos temas, no entrar en determinados sitios, y ahora dices, no, no es normal», explica María José, que desde que comenzó a entablar una relación con un teniente de la Guardia Civil, Óscar, ya recibió mensajes extraños. Ella llegó a la localidad navarra a los tres años, procedente de Ecuador. Allí se crió en un clima de aparente normalidad que, al iniciar la relación sentimental con el teniente, fue enrareciéndose hasta aquella noche. Tenía 19 años.

«Lo perdí todo. Me quedé sin amigos, lejos de mi familia. Al día siguiente comenzó un infierno»

«Cuando empecé a salir con él, comenzaron a advertirme la gente del pueblo. Que si sabes lo que haces y eso, pero me dio igual porque yo creía vivir en una sociedad donde era libre para elegir. Decidí eso y algunas cuadrillas me retiraron el saludo. Pensé que se pasaría con el tiempo, e incluso en una ocasión negué la relación por miedo. Me preguntaron en una fiesta del pueblo si era novia «de un madero», y lo negué. Luego nunca me escondí y quería hacer una vida normal porque yo salía con un chico, no con su profesión. Óscar me decía que no era normal todo aquello. Pero es que lo anormal era, para mí, ver una bandera de España, ver una patrulla de la Guardia Civil me impactaba. Total, que en el pueblo no gustó lo nuestro y luego pasó lo que pasó aquella noche».

Aquella noche

María José habla con cierta soltura del antes y el después del 15 de octubre. De aquella noche, sin embargo, prácticamente se niega a hablar. La conversación no fluye. Sus grandes ojos oscuros se disparan hacia los lados. Como si las sombras del recuerdo aún pudiesen agredirla. De repente, calla y parece que se queda al acecho. Retoma el relato eligiendo las palabras. Es evidente que recordar le duele, y también le lastima enterarse de que en Valencia, cuando se conoció la agresión, el portavoz de Compromís en la Diputación rechazase la iniciativa del PP para condenar los hechos por considerar que todo ocurrió «de madrugada y con alcohol de por medio».

«Tienes la sensación de que esto te persigue. Me vengo a Valencia y vienen»

«A mí, que gente de allí, pero también de aquí, piense que aquello fue una pelea de bar me sienta muy mal. Ojalá fuera sólo eso. Si había alcohol por medio sería por parte de ellos. Obviamente, no por la nuestra», aclara, y posteriormente se explica: «aunque una quiera hacer una vida normal en Alsasua, si tienes una relación con un guardia civil hay que ir con precaución, prudencia, eso lo sabía yo y lo sabíamos todos. Un guardia civil no puede hacer allí una vida tan tranquila como aquí o en Madrid».

«Cenamos tranquilamente en mi bar, igual tomando una cerveza, y nos fuimos al Koxka y pedimos dos consumiciones para los cuatro. Nuestra intención era pasárnoslo bien, bailar un poco y estar juntos, entre amigos». La sentencia del pasado mes de junio relata que las dos parejas llegaron al local hacia las dos y media de la madrugada, y que en algún momento, cuando uno de los agente fue al baño, ya recibió un «toque», y que incluso un vaso de plástico fue arrojado en la dirección donde estaban los cuatro. A las cuatro de la mañana comenzó todo. Una veintena de personas les rodearon.

«Sería impensable que unos valencianos pintasen en Alsasua la bandera de España»

«Lo he contando detalladamente en la Audiencia Nacional y ya no se si voy a poder volver a hacerlo, porque es muy difícil para mi... De manera resumida... Nos rodearon. Todo lo empezó uno de los que están en prisión, Jokin Unamuno, él lo inició todo... nos agredían a ellos y a nosotras... yo, pues, más que defenderme mi preocupación era Óscar, el teniente. Intentaba protegerle la cabeza porque le pegaban con tanta saña que pensaba que lo mataban. Cuando conseguimos salir fuera, cuando le siguieron agrediendo, cuando le siguieron pegando patadas y ya le rompen el tobillo y el labio y se cae al suelo, cuando la gente sigue pegándole patadas por todas partes... y pues, mi instinto fue defenderlo como fuese». A Óscar le rompieron la tibia y el peroné. Los magistrados de la Audiencia Nacional relatan en la sentencia sobre la agresión a los agentes, uno de ellos valenciano, que en la calle, a los del bar se sumó otro grupo de personas «que se iban congregando y que no han llegado a ser identificados totalmente», según señala el tribunal.

«Es muy duro, no me gusta hablar de eso... pero lo que quiero dejar claro es que la persecución posterior no empieza tras el encausamiento por terrorismo. Eso es mentira. Dos horas después de la agresión ya comenzaron a montar lío. Fueron a por nosotros. No se agrede con esa saña porque sí. Allí todos nos conocemos. La camarera del Koxca ya dijo que estas personas no eran habituales del Koxka. Nosotros sí íbamos, yo sí iba. Era normal que yo estuviera en taberna, y aparecieron de repente. No fue una pelea de bar», insiste María José ahora, después de que en abril se celebrase el juicio y en junio se conociese la sentencia que condena a los ocho acusados a penas entre dos y trece años de cárcel. La fiscalía pedía 62 años, y aunque los magistrados consideran probados los delitos de atentado a los agentes de la autoridad, lesiones, desórdenes públicos y amenazas, finalmente se rechazó la finalidad terrorista.

Consecuencias

Advierte un dicho que el que la hace la paga. ¿Qué hizo María José para pagar entonces y seguir pagando ahora? «Mucha gente me retiró el saludo al día siguiente de que pasara. Se posicionaron a favor de los agresores. Cuando la situación acabó encausada como presunto delito de terrorismo, ahí ya sí lo perdí todo. Mis amigos y amigas, que desde los tres años nos conocíamos, gente que había comido de mi plato, que eran como mis hermanos. Sólo me quedaba mi familia, pero hasta eso me quitaron», explica María José, que tenía que hacer frente a las secuelas de la agresión sola. Su madre, su padre, tenían que seguir trabajando. No había familiares cercanos a los que acudir, que acompañasen a María José a Pamplona para recibir atención psicológica.

«Seguían pegándole y mi instinto fue defenderlo como fuese»

«Tuve que irme a Vitoria, pero durante el juicio nos hicieron una foto a mí y a mis padres. Se difundió y también me ha tocado salir de allí, porque hubo gente que se encaraba conmigo por la calle», señala María José, que asegura estar ahora «mejor de lo que estaba hasta hace unos pocos meses. Desde el día siguiente comenzó un infierno: manifestaciones delante de mi casa, insultos por la calle, llamadas, pintadas, carteles reclamando que me fuera... una pasada... se me diagnosticó un cuadro ansioso depresivo grave, y luego un estrés postraumático crónico. No entendía por qué había pasado todo así, y no hubo otro modo de recuperarme que salir de allí. Socialmente me aislaron. Hasta septiembre de 2017 no levanté cabeza. Me recuperé un poco, tampoco demasiado. En Navidad, mi cumpleaños, el 15 de octubre del año pasado... lo llevé mal. Me dio más fuerte porque ocurrió en mi casa. No es lo mismo que te suceda algo así en Bilbao o en otro sitio donde tú te vas y sigues teniendo un entorno sin hostilidad, pero no, recibí las amenazas de muerte, mensajes por redes sociales, timbraban por el telefonillo...».

«No fue una pelea de bar. Se intoxica a la gente con cosas que no son verdad»

Sus padres siguen viviendo en Alsasua, muy lejos de la normalidad. «Mi familia sufre una situación crítica. Viven con escoltas. Mi madre se quedó sin trabajo. Tuvo que dejar el bar por el boicot y ese establecimiento era nuestro pilar económico. Se quedó en la calle, una autónoma, sin paro. Mi padre se tuvo que ir de su empresa, que está cerca de Alsasua, por la presión. Antes de una rueda de reconocimiento a la que tenía que ir yo, le advirtieron: «''Si tu hija se calla, esto se para', le dijeron... Le ponían pegatinas en la taquilla...».

En Valencia

A mediados del mes de junio, el PP criticó que el Ayuntamiento de Valencia que comanda Joan Ribó (Compromís) apercibiese a una contrata de limpieza por haber eliminado sin permiso un mural crítico con la condena de Alsasua pintado en el centro histórico de la capital. El Consistorio se comprometió a ceder otro espacio público al autor del mural, y el 22 de julio reapareció la pintura. «La gente no está informada de lo que pasó y pasa allí. Escuchan a una parte, porque esto no son versiones, hay una verdad. Se deja de lado a las víctimas. En Valencia, aparte del incidente este del mural, puedo hacer vida normal, nadie me mira mal y puedo ser yo, y me gusta. Pero ha pasado lo del mural y terminas teniendo la sensación de que esto te persigue. Me voy a Vitoria, y me buscan. Me vengo a Valencia y vienen a hacer murales. Esto puede ser una casualidad, pero ya es agotador, muy cansino. No puedo más con esto», señala María José, que vuelve a pensar en mudarse y que tiene intención de recuperar sus estudios.

«Llamadas carteles, venían a mi casa pidiendo que me fuera de Alsasua»

«Que el Ayuntamiento, que el alcalde, haya cedido un espacio público para que se manifiesten en contra de una sentencia y nos dejen a un lado a las víctimas, eso deja mucho que desear. Me duele mucho que en Valencia, que no tiene nada que ver con Alsasua, se permita este tipo de cosas y a las víctimas se nos olvide», indica la joven, que mira con tristeza las imágenes de unas pinturas que han terminado por enfrentar a socialistas y nacionalistas valencianos, socios en el Ayuntamiento, además de propiciar que el pasado martes la Policía Nacional tuviese que intervenir porque el muro concentra extremismos de todo tipo. Pintadas sobre lo pintado. «Se podía haber evitado perfectamente. Hablan de libertad de expresión, vienen a Valencia a expresarse, pero sería impensable que unos valencianos fuesen a Alsasua a pintar en un muro la bandera de España. ¿Permitirían eso en Alsasua? No. Se montaría algo mucho peor que lo de aquí. Desde el Ayuntamiento de Alsasua no recibí ni una llamada ni ningún tipo de apoyo. Quieren su libertad de expresión, pero que nadie les diga que lo que hacen es incorrecto. Que los valencianos protesten me parece normal, que se molesten por el mural es alentador, pero no me parece correcto que haya tanto extremismo. ¿Al final, quién se acuerda de nosotros?... Dicen 'los jóvenes de Alsasua'... yo era la más joven de todos... tenía 19 años», comenta María José. Finalmente, el miércoles, Ribó dio marcha atrás ante la indignación popular y anunció que se eliminará el mural, si bien lo justificó en que es «lo que se hace con todos los grafitis que son vandalizados», según fuentes del Ayuntamiento de Valencia, de cuya medida se enteró María José en la redacción de LAS PROVINCIAS: «Me da un poco de vergüenza pero sobre todo mucha pena porque se quiere intoxicar a la gente de Valencia con cosas que no son verdad. Veo eso y siento que es un modo de hacernos saber que no se olvidan, que no se olvidan de mí, de que la culpa de que nos agrediesen con tanta saña es mía».

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