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J. Martínez
Valencia
Lunes, 26 de mayo 2025, 15:26
La hija del hombre asesinado de 22 cuchilladas en l'Eliana protagonizó este lunes un triste incidente, poco antes de que comenzara el juicio, al sufrir una crisis de ansiedad y gritar que le habían arrebatado lo más profundo de su alma. Entre sollozos y chillidos, la joven reaccionó con gran enfado e impotencia cuando su abogada le dijo que no podía mostrar en la sala la foto enmarcada que llevaba de su padre, y que tenía que limitarse a contestar las preguntas que le formulara el magistrado y las partes.
Tras la elección de los nueve miembros del jurado popular y los dos suplentes, el juicio comenzó con más de una hora de retraso por un error de comunicación, al parecer, en los calabozos judiciales. El acusado fue trasladado a primera hora de la mañana desde la cárcel de Picassent a la Ciudad de la Justicia de Valencia, pero horas después volvieron a subirlo a un furgón para llevarlo a la cárcel sin comunicarlo al tribunal ni a su abogada.
Sergio A. L. está acusado de asesinar a su exsuegro, el 11 de noviembre de 2021, al asestarle hasta 22 cuchilladas en una vivienda de la localidad valenciana de l'Eliana. El joven se enfrenta a una pena de 20 años de cárcel, la condena que solicita el fiscal. La acusación particular pide prisión permanente revisable para el inculpado.
Según el Ministerio Público, Sergio A. atacó a la víctima con un cuchillo de 11 centímetros de hoja y le clavó el arma hasta en 22 ocasiones en la cabeza, la cara, el tórax y las manos. El brutal apuñalamiento causó la muerte de Juan Ramón Climent Viguer, que tenía 63 años.
En la primera sesión del juicio, el fiscal afirmó que el acusado confesó el crimen ante la Guardia Civil y el forense, y añadió que hay una huella en el cuchillo que le incrimina, además de los posicionamientos de su teléfono móvil.
El inculpado acudió a la casa de la víctima sobre las once de la noche del 11 de noviembre de 2021, y accedió a la vivienda por una puerta que se encontraba abierta entre el jardín y la cocina, según las investigaciones de la Guardia Civil.
El jurado deberá decidir si el procesado, que había sido pareja de una hija de la víctima, sabía que su exsuegro tenía problemas de sordera y conocía la existencia de la puerta abierta, porque había estado muchas veces en la vivienda.
También tendrá que determinar si el encausado sorprendió a la víctima tumbada en el salón y el hombre no tuvo oportunidad de defensa, o si tenía los audífonos conectados y pudo defenderse del ataque. La Fiscalía califica los hechos como constitutivos de los delitos de asesinato y allanamiento.
La abogada Mónica González, que ejerce una de las dos acusaciones particulares, manifestó que Sergio cometió el crimen con premeditación, porque el arma que utilizó fue un cuchillo que había cogido de su casa, y aseguró que ya había intentado matar otras veces a la víctima. También dijo que actuó con gran crueldad delante de la madre de la víctima, una anciana de 93 años, y añadió que perpetró el asesinato porque Juan Ramón no aceptaba la relación entre su hija y el encausado.
La abogada que ejerce la defensa, la letrada Ana María Mejías, afirmó ante el jurado que pide la absolución de Sergio, porque él no estuvo en la casa el día del crimen y no hay pruebas de ADN que le incriminen. Además, la letrada señaló como sospechosa a una hermana de la víctima, que fue detenida por la Guardia Civil tras hallar «salpicaduras de sangre de proyección» en su ropa. Esta mujer fue la persona que encontró el cadáver y llamó al 112 una media hora después.
La hija de la víctima, que comenzó a declarar entre lágrimas detrás de una mampara, no pudo controlar su estado de excitación y gritó varias veces que el inculpado le había destrozado la vida. Dos funcionarias de la Oficina de Asistencia a las Víctimas de Violencia de Género y su abogada intentaron tranquilizarla, pero la joven estaba fuera de sí.
Tras suplicar al presidente del tribunal que le dejara mostrar una foto de su padre al jurado o prestar declaración con la fotografía en sus manos, la testigo salió del biombo y gritó: «¡Este hombre me ha destrozado la vida, me ha arrancado de cuajo el corazón!». Como se dirigía al acusado y se acercaba a él, los dos policías nacionales que se encontraban en la sala se pusieron en medio para prevenir cualquier incidente.
El presidente del tribunal, el magistrado Enrique Ortolá, permitió a la testigo que expresara sus sentimientos a pesar de que no podía controlar su ira. Era un intento de apaciguar los ánimos, pero le recordó que debía estar preparada para el duro trance al que se enfrentaba. «¿Cómo voy a estar preparada delante de este señor? Yo podría estar muerta: me quería matar a mi también», contestó la testigo en un estado de gran nerviosismo.
«Mi padre quería lo mejor para mí, y por eso no quería que estuviese con Sergio», agregó la joven. También dijo que su progenitor no merecía la muerte violenta que tuvo y gritó: «No hay justicia que me pueda devolver a mi padre». Y antes de abandonar la sala, la testigo criticó el sistema de protección de víctimas en los juicios.
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