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La Audiencia Provincial de Valencia ha dictado sentencia contra el parricida de Sueca. José Antonio A., quien mató a su hijo Jordi de tan sólo 11 años para vengarse de su exmujer, cumplirá una pena de prisión permanente revisable. El Tribunal ha considerado la petición del Ministerio Fiscal y de la acusación particular y ha desestimado la solicitud de absolución o de homicidio que proponía la defensa alegando que el condenado había padecido una enajenación mental.
El Tribunal del Jurado ha sido rotundo cuando ha emitido su veredicto: José Antonio A. mató a su hijo para infringirle el mayor daño posible a María Dolores, su exmujer, que había decidido divorciarse de él después de haber sufrido malos tratos durante toda su relación. Ahora, la sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia plasma que la finalidad «última del crimen no fue otra que causar a su exesposa el mayor dolor de todos los imaginables, convirtiendo la muerte de su hijo en un paradigmático acto de violencia machista vicaria».
La sala ha subrayado la manera cruel en la que el asesino acabó con la vida del pequeño Jordi. Le asestó 68 cuchilladas, 27 de ellas penetrantes. Tenía una intención finalista. No iba a permitir que el menor se salvara de su agresión. Lo tenía todo calculado. Era el 3 de abril de 2022. Jordi había cumplido los 11 años tan sólo dos días antes. El parricida engañó a todos. Los convenció de que quería celebrar el cumpleaños de su hijo. Todo mentira.
Cuando Jordi llegó a la casa de su padre no había tarta, ni velas, ni globos. El asesino no tenía otra intención que cometer uno de los crímenes más atroces y crueles de los últimos tiempos. Antes de comenzar a apuñalarle, José Antonio A. se encargó de infundirle terror a su hijo. Le anunció su final. «Jordi, voy a por ti», le amenazó armado por dos cuchillos de cocina.
Al pequeño sólo le dio tiempo a enviarle un mensaje de WhastApp a su madre rogándole que le recogiera. Pero el parricida fue más rápido. Como recoge la sentencia: «Los apuñalamientos no fueron seguidos, uno tras otro, en una acción mecánica y sin pausa, si no que se verificaron constante la resistencia del menor y venciendo esta, lo que evidencia que en la perpetración del mismo medió un lapso de tiempo superior al imprescindible para tomar conciencia y sufrir la angustia, el temor y el terror inminente a la muerte».
«La perversidad de haber propiciado que la madre oyese morir a su hijo, declarando probado que, el niño, le envió a su madre un mensaje, a las 14:04 pidiéndole que fuese a por él, tras lo que, su madre, lo llamó repetida e insistentemente, sin que el niño contestase a sus llamadas, hasta que, y que,10 minutos más tarde, a las 14: 14, Jose Antonio Alapont permitió que , mientras lo estaba acuchillando, su hijo contestase al teléfono a una de las llamadas de su madre, sólo para permitir que ésta lo oyese gritar, llorando: «¡¡mamáaaaaaa!! », concreta la sentencia.
Los forenses han sido determinantes en este caso. Los peritos han afirmado sin lugar a dudas: «Jordi sufrió mucho». El niño trató de defenderse. Tenía heridas en las manos para tratar de repeler el ataque. Pero no pudo hacer nada. La Audiencia Provincial ha estimado en la sentencia condenatoria que Jordi «murió luchando con denuedo por su vida con sus débiles e insuficientes fuerzas, sufriendo un 'innecesario dolor' tanto físico como psíquico, derivado del vínculo afectivo y de dependencia que le unía con su padre».
El vil asesino se aprovechó de la situación de total indefensión del menor. El niño de 11 años no tenía manera alguna de librarse de las garras de su padre, que era mucho más voluminoso que él y además iba armado. «Había una grave desproporción entre padre e hijo, no sólo por edad, si no también por corpulencia», estipula la sentencia.
Todo un crimen de violencia vicaria. «José Antonio Alapont despreciaba y discriminaba a su esposa por el hecho de ser mujer y sus constantes actos contra ella (entre ellos, las amenazas) se verificaban por su deseo de dominio machista de la misma, relegándole todo conocimiento que no estuviese referido a los roles de sumisión machista relativos a papeles, comportamientos, actividades y atributos 'propios de las mujeres'», detalla la sentencia. Por estos motivos, al condenado se le ha aplicado la agravante de género.
Durante todas las sesiones del juicio, el rostro del enjuiciado ha permanecido impasible. La letrada de la acusación particular, Reyes Albero, ha retratado en una declaración que hizo a los medios al asesino: «En esta sala hemos llorado todos, menos el padre de Jordi», ha expresado la abogada. Ha habido miembros del Tribunal del Jurado que se han negado a ver las fotografías del cadáver del niño por su extrema violencia. Una imagen descorazonadora. Una prueba viva de la crueldad humana.
La defensa ha intentado acogerse a un clavo ardiendo. Primero ha alegado que José Antonio era alcohólico para tratar de justificar los actos espeluznantes que cometió. Pero los peritos lo han tenido claro y así se plasma en la sentencia: «No presentaba ningún síntoma de deprivación por alcohol». También, que había sufrido una enajenación mental transitoria. Falso. Los forenses han asegurado que el asesino sabía perfectamente lo que hacía cuando acabó con la vida de Jordi. Todo motivado por el odio que sentía hacia su exmujer y su deseo de dominación sobre ella.
El enjuiciado quiso entregar su vivienda como responsabilidad civil para que se le aplicara la atenuante de reparación del daño. Pero la sala no la ha contemplado. «No consta acreditado que dicho ofrecimiento fuera real», alude la sentencia. La casa que le quería entregar a María Dolores y que su prima Marta Tur rechazó por ella debido a la extrema crueldad del ofrecimiento era la vivienda en la que había asesinado a Jordi.
Otra de las bazas con las que jugaba la defensa era que al encausado se le aplicara la atenuante de confesión tardía. Negativo. En ningún momento se necesitó que José Antonio confesara haber matado a su hijo para esclarecer la investigación policial. Desde el primer momento fue el único y principal sospechoso. La Guardia Civil lo detuvo momentos después de cometer el crimen. El cadáver estaba en su casa. También las armas homicidas. Él estaba lleno de sangre de su hijo. No había forma de que se librara de la autoría del parricidio.
Por el delito de asesinato con la agravante de parentesco y al tratarse de un niño menor de 16 años la Audiencia Provincial ha condenado a José Antonio A . a una pena de prisión permanente revisable. Además, le han condenado a 6 años de prisión por el delito de maltrato habitual a María Dolores, el quebrantamiento de la orden de alejamiento que tenía contra ella, el delito de amenazas y el delito de lesiones psíquicas.
La Audiencia ha tenido en cuenta «la extrema gravedad real de las amenazas vertidas que, en realidad, eran amenazas condicionales a fin de conseguir que su esposa no se marchase del domicilio y desistiera de entablar la sentencia de divorcio contra él, que asimismo los hechos de enjuiciamiento abarcan una serie de amenazas continuadas y que finalmente se dio cumplimiento a las amenazas vertidas, causando a la víctima el cierto y el gravísimo daño que en ellas se anunciaba».
José Antonio A. también deberá indemnizar a María Dolores en 500.000 euros. Esta cantidad «se aprecia como proporcionada a la gravedad del daño, atendidos los medios, modos y formas especialmente crueles de causarlo (dejándole oír, en directo, la muerte de su hijo menor)», dicta la sentencia.
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