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Sol Ruiz de Lihory, baronesa de Alcalalí: Sueños de ultramar

Sol Ruiz de Lihory, baronesa de Alcalalí: sueños de ultramar

Adora la soledad del mar, de la que disfruta al timón de un barco. Ha navegado por Europa y Australia, aunque Formentera es su destino predilecto. Le encanta viajar, pero también ir a la ópera con su hija

José Molins

Valencia

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Martes, 24 de abril 2018, 00:32

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La vida de Sol Ruiz de Lihory no se entiende sin su gran pasión: navegar. Una afición que la ha acompañado desde muy pequeña y de la que disfruta al máximo con sus seres queridos. Por eso nos citamos con la baronesa de Alcalalí y de Mosquera en el Club Náutico de Valencia, a bordo del barco de su gran amiga Marta. «La sensación de estar al timón, con la soledad de ver únicamente el mar a tu alrededor y nada más, es maravillosa, súper relajante, experimentas la libertad», dice Sol mientras mira el agua desde la cubierta. «Navegar me vuelve loca, me encanta el ambiente que hay en los náuticos, en las marinas, es gente muy sana, porque salimos muy temprano al mar y hay que acostarse pronto. A las siete de la mañana notas la ebullición de gente que ya va a salir, y si llegas tarde no tienes sitio para tirar el ancla donde querías».

Una afición que comparte con su familia. «Me encanta que a mis hijos les guste también navegar. Cuando llega mayo o así, el buen tiempo, llevamos el barco a la marina de Dénia, ya que tenemos una casa en Jávea y hacemos escapadas a Formentera. Hemos ido incluso a Sicilia y el año pasado estuve con mi amiga Marta en Australia. Fuimos allí en avión y estuvimos un mes navegando por todo el país con el barco de su hermano, que daba la vuelta al mundo. Nos bañamos con tiburones, vimos de todo, ballenas, serpientes marinas... Una pasada».

Desde pequeña le atrapó el mar y empezó a practicar en clase Optimist, de vela ligera, lo que fue el origen de su pasión actual. «Primero me compré una lancha pequeña y como veraneaba en Pollença (Mallorca), íbamos todo el día costeando. A mis hijos los matriculé en la escuela de allí y desde muy pequeños aprendieron formación náutica. Luego ya nos compramos una lancha más grande, me saqué el título del PER (patrón de embarcación de recreo) y después el de patrón de yate, así que nos compramos uno de 37 pies, de 12 metros, ya con camarote y tal para hacer vida allí. Nos vuelve locos», relata Sol. Y por la potencia del barco, los trayectos se le hacen cortos. «Cuando mis hijos eran pequeños salíamos al amanecer y se despertaban ya en Formentera para desayunar». Un auténtico placer.

Aunque también reconoce que llevar el timón supone una «responsabilidad muy grande» por los peligros que implica el mar. «Tienes que ir siempre con unas condiciones meteorológicas que sean prudentes, debes pedir un parte antes. El mar impone mucho, hay que tenerle muchísimo respeto y eres tú el que dirige. Por mucho GPS que lleves, si no tienes una formación cuando llega un problema has de saber navegar para llegar. Incluso debes tener una base de medicina, porque puede haber un accidente y llevamos botiquín. Hay que saber desde mecánica hasta primeros auxilios. Tienes que llevar toda la preparación». De hecho, recuerda una travesía «horrorosa» cerca de Mallorca, con Tramontana y olas de seis metros que la asustaron bastante.

Empresaria

Dejó su carrera como juez hace años y ahora, tras haber criado a los hijos, se dedica a gestionar sus empresas, ya que ha invertido en negocios de moda en el sector inmobiliario.

Admite que tiene «muchas ganas» de empezar a navegar este año y de ir a Formentera, aunque también le gustan otras zonas de la Comunitat. «Suelo costear por Jávea hacia Sardinera y por Moraira existe una zona de calas muy parecidas a las de Ibiza por las pinadas y los acantilados. Hay cuevas preciosas y pasas un día maravilloso». Y además le sirve para hacer ejercicio: «En el barco trabajas mucho, no paras. También debes saber convivir, es un habitáculo muy pequeño y si te llevas mal, surgen roces. Tienes que seguir un orden, no puede haber nunca nada por medio, hay que cerrar todo porque el barco se mueve».

Su trabajo le consume mucho tiempo, pero siempre encuentra espacio para su otra gran pasión, viajar. «Yo voy con el plano en la mano, me gusta preparar el viaje y cada noche estudio el itinerario del día siguiente. Todos los años voy a Roma, me manejo muy bien por esa ciudad, me gusta ir a un hotel en la Fontana de Trevi, me despierto con el ruido del agua y veo cómo recogen las monedas que tiran los turistas». Y tiene otras dos ciudades fetiche: «El mes pasado estuve en Santiago de Compostela, que también voy cada año un par de días con amigas. Pero Estambul me parece impresionante, quiero volver este año, quizá en mayo. Es una ciudad maravillosa, esa combinación de Oriente y Occidente, la luz que tiene al atardecer, cuando estás en el Bósforo y tienes la puesta de sol y la llamada a la oración de las mezquitas, se te pone la piel de gallina», relata. Además, le encanta la ópera y hace escapadas con su hija a Madrid para verlas o disfrutar de musicales, como el de Billy Elliot, al que asistieron hace poco. Y para relajarse devora las novelas negras suecas, pero ahora le tiene atrapada 'La tía Mame', de Patrick Dennis, un libro que le parece «delicioso».

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