Neria Morales, psiquiatra: «Cuando receto benzodiacepinas, tengo clarísimo que es para pocas semanas y no más»
Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, hablamos con la psiquiatra sobre el trastorno bipolar, los avances que ha habido a su alrededor y el consumo desatado de benzodiacepinas en nuestro país
El trastorno bipolar siempre ha estado rodeado de mitos. Cuando alguien tiene altibajos emocionales, suele escucharse el apelativo 'bipolar', arrojado de una forma despectiva. La desestigmatización que en los últimos años ha experimentado la salud mental ha cambiado mucho las cosas, y ahora este trastorno se conoce mejor. Sin embargo, sigue estando rodeado de mucho humo y desconocimiento.
Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, hablamos con la psiquiatra Neria Morales, que lleva años tratando a pacientes con trastorno bipolar. Habla con optimismo sobre el tema. Alguien que padezca este trastorno puede hacer una vida completamente normal siempre que reciba el tratamiento adecuado. ¿Hasta qué punto es necesaria la medicación? ¿Hay cura? ¿Aumenta la incidencia en un mundo arrasado por las prisas y el estrés?
-Has enfocado buena parte de tu carrera al trastorno bipolar. ¿Qué te interesa tanto de esto para haberle dedicado tu vida?
-Bajo mi punto de vista, el bipolar es uno de los trastornos psiquiátricos más agradecidos, porque los pacientes pueden estabilizarse y llevar una vida completamente normal, al contrario de la creencia predominante, según la que ocurre todo lo contrario. Es cierto que hay casos más difíciles de estabilizar que acaban con cierto deterioro, pero con una buena conciencia de la enfermedad puedes hacer vida normal. La mayoría consigue tener una vida como cualquier otra, con pareja, hijos, trabajo…
-Hay un importante infradiagnóstico y falta de recursos en el tratamiento del trastorno bipolar en nuestro país. ¿Cómo valoras esta situación?
-Es verdad que el infradiagnóstico siempre está ahí y es casi inevitable, porque hay pacientes que tienen el trastorno y pasan buena parte de su evolución diagnosticados de depresión recurrente y no de trastorno bipolar. Esto ocurre cuando las fases de euforia son hipomaniacas y no maniacas. Estas últimas son mucho más evidentes. Si no conoces bien el trastorno bipolar, las fases hipomaníacas se te pueden escapar.
-¿Hay alguna guía de actuación para pacientes con trastorno bipolar?
-Explicar a la población general los criterios diagnósticos es difícil. Nos regimos por la Asociación Americana de Psiquiatría, que describe muy bien los síntomas y su duración. Y luego, muchos hospitales tienen sus propias guías informativas, aunque suelen ser menos técnicas. Los criterios comunes son estos: coexistencia en la evolución de episodios depresivos mayores (un ánimo bajo la mayor parte del tiempo, falta de energía, pensamientos de muerte, falta de apetito, insomnio o hipersomnia…) y episodios maníacos o hipomaníacos con síntomas de tipo maniforme (no necesitar dormir, verborrea, un discurso muy rápido y a veces ininteligible e imposible de interrumpir, hiperactividad, hipersexualidad…).
-En una situación así, sin recursos para psiquiatría privada, ¿están condenadas las personas con trastorno bipolar o la situación no es para tanto?
-Si te soy sincera, creo que el bipolar es uno de los trastornos mejor tratados por el sistema público de salud. Cada vez hay más unidades específicas a nivel nacional. Tenemos el Clínico de Barcelona, que es de referencia internacional, con un equipo de investigación impresionante del que en su día aprendí muchísimo. Habría que analizar el asunto por regiones, pero al menos en Madrid, Barcelona y Valencia se le hace caso. Y a nivel psicosocial también disponemos de recursos.
-El diagnóstico, es decir, autopercibirse como alguien con trastorno bipolar, ¿hasta qué punto puede ayudar a una persona en su desarrollo vital?
-Saber qué es lo que tenemos y conocerlo nos ayuda a hacer las cosas bien y a prevenir. A veces, por las características del trastorno, es difícil que el paciente reconozca y cumpla con el tratamiento, pero el objetivo es conseguirlo porque si el tratamiento se cumple, es más probable poder hacer vida normal. El objetivo es siempre que el paciente acabe haciendo vida normal con el mínimo de medicación posible.
-¿Hay cura? Háblame de los avances en la actualidad.
-No hay cura. Sigue siendo un trastorno crónico, y dentro de que es un trastorno mental grave, el deterioro cognitivo es menor que en otros trastornos graves como la esquizofrenia. Eso no quiere decir que no haya pacientes con una afectación muy grande, porque los hay.
-Se habla poco de la familia, que es quien sufre a la persona con trastorno. ¿Qué debe hacer una familia, los familiares cercanos, ante un diagnóstico de bipolaridad?
-A los familiares les recomiendo mucha psicoeducación, conocer el trastorno a la hora de identificar síntomas y actuar en consecuencia. Conocer los efectos secundarios de los fármacos y desestigmatizar la enfermedad, normalizarla, porque con el trastorno estabilizado se puede hacer vida normal.
-Un mundo como este, tan plagado de estrés, hiperconectado…, ¿puede ser más perjudicial para una persona con trastorno bipolar?
Sí, porque uno de los factores de descompensación de cualquier trastorno es el estrés. Hay que evitarlo. Yo noto que hay más estrés, en general, que cuando empecé mi carrera. A nivel laboral, el estrés ha ido a más. La conciliación también afecta mucho a parejas y matrimonios. Las mujeres en etapa de posparto, por ejemplo, son muy vulnerables a la depresión.
-También me interesa tu percepción entre las diferencias entre psiquiatría y psicología. ¿Cómo saber a quién acudir frente a un problema de salud mental?
-Más que saber si acudir a la psicología o la psiquiatría, diría que lo que debemos hacer es acudir a un buen profesional. Si opto por ir al psicólogo y mi tema es más psiquiátrico, el propio profesional me remitirá adonde debe. Es cuestión de que el profesional sepa ver el problema y te oriente hacia un lado u otro. Muchas veces, la clave está en combinar la terapia con la farmacología. La mayoría de mis pacientes hacen terapia además de tomar medicación.
-España es el país del mundo con mayor consumo de benzodiacepinas. ¿Cómo valoras esto?
-Muy mal. Hacemos las cosas fatal en ese sentido, aunque quizás no quede más remedio, porque los médicos de cabecera no llegan al estar saturada la sanidad pública. Cuando receto benzodiacepinas a un paciente, tengo clarísimo que es temporal, pocas semanas y no más. Hay una falta de recursos en atención primaria evidente. Ocurre que, muchas veces, el médico no tiene tiempo suficiente y se ve obligado a dar un alivio y una respuesta al paciente. Cuando el recurso necesario no existe, la situación se complica. No tenemos a ningún profesional en primera línea en sanidad pública que evite el riesgo de que al paciente se le cronifique el consumo de benzodiacepinas. Faltan profesionales para evitar esa cronificación, tanto en psicología como en psiquiatría.
-¿Cuándo hay que empezar a tomar pastillas? ¿Cuando la psicología no llega y se agotan sus posibilidades? ¿Cuando el problema es inhabilitante? ¿Dónde está la frontera?
-Depende del tipo de medicación. No es lo mismo una diaria que otra que podamos pautar ante una crisis de ansiedad o ante el insomnio. Ante situaciones puntuales, siempre aconsejo prevenir para no tensionar, no acumular tensión. Una benzodiacepina de manera puntual puede llegar a ser como un paracetamol para el dolor de cabeza, siempre y cuando sea solo cuando me encuentro mal. A veces, los pacientes están tan mal que no puedes permitirte esperar a los efectos de la terapia. En esos casos debes aliviar la situación con pastillas para ayudarlo a recuperar la normalidad lo antes posible.
-Según tu experiencia como psiquiatra, ¿cómo podemos luchar contra el estrés y la ansiedad en un mundo enemigo de la calma y el sosiego en el que todo va tan rápido?
-No es fácil. La buena alimentación y el ejercicio físico son muy importantes para desconectar la mente. Si tu vida es estresante y encima no haces ejercicio y comes mal, te estás poniendo las cosas muy difíciles. Hay que dejar siempre espacio, también, para cuidar a la pareja y los hijos. Y no olvidarse de uno y tener solo en cuenta las exigencias del entorno.
-¿Hay más riesgo por las condiciones del mundo en que vivimos de caer en depresiones?
-Diría que sí. Las frustraciones a las que nos vemos abocados hoy en día facilitan que caigamos en depresión. Las expectativas de vida son muy altas en la esfera laboral y en la académica (en el caso de niños y adolescentes). Esto nos condiciona y facilita que aparezca la frustración y todo acabe desembocando en depresión cuando las cosas no salen como uno espera o como la sociedad nos exige.
-Hay quien dice que ahora somos más débiles que antes, que caemos en depresiones por motivos que antes nos importaban un bledo… ¿Somos más débiles o más exigentes con la vida?
-No somos más débiles, sino que las circunstancias que nos rodean son diferentes. Hace cincuenta años, no tenías más opción que seguir con todo o abandonar. Hoy en día, tienes la opción de pedir ayuda. La psiquiatría y la psicología tienen otra fama y cada vez hay menos estigma. Ya no nos avergüenza decir que vamos a terapia y la psiquiatría ya no trata solo la locura, como se solía decir antes. El tema de la locura es un mito.
-Sobre esto, ¿existe la locura como tal?
-Diría que no. Hay trastornos determinados que podríamos diferenciar entre graves y no graves. Los graves encajan en ese concepto antiguo de locura, pero en realidad tienen que ver con la vivencia de la realidad y pueden ser transitorios, no permanentes. La locura es un concepto que no me gusta y que es muy relativo.
Esta entrevista forma parte del proyecto 'Voces mundiales' liderado por LAS PROVINCIAS, que pone en valor la experiencia y el conocimeinto de empresas, organizaciones e instituciones en el contexto de los días internacionales.