Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica para Mary-Claire King, la mujer que revolucionó la genética
La científica estadounidense identificó el gen del cáncer de mama, demostró que humanos y chimpancés son idénticos en un 99% y ayudó a las abuelas de la Plaza de Mayo a recuperar a sus nietos robados
M. F. Antuña
Gijón
Jueves, 12 de junio 2025, 12:11
Tiene un currículo que apabulla en lo profesional y que emociona en lo puramente humano. Y hay en él un descubrimiento que marcó un antes y un después y que ha ayudado a miles de mujeres en todo el mundo. Mary-Claire King, la flamante Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica, se empeñó en hallar el porqué el cáncer de mama y ovarios golpeaba duro a determinadas a familias y en halló un gen de la explicación. Ese es solo uno de los grandes logros científicos de esta genetista nacida en 1946 en Estados Unidos. Y lo es porque dio un giro de guión a su vida poco después de otro gran hito, demostrar que los seres humanos y los chimpacés somos idénticos en el 99%.
Lo cierto es que esta mujer nacida cerca de Chicago que con 19 años era ya una brillante matemática licenciada en Minnesota ha vivido comprometida con la ciencia y con los derechos humanos. De ese Medio Oeste americano tomó rumbo a California y allí comenzó su interés por la genética y allí se doctoró en esa especialidad y también allí se afanó en estudiar las similitudes moleculares entre humanos y chimpancés para concluir esa proximidad que en su momento convulsionó el universo científico. En Berkeley se enamoró de la genética y allí leyó su tesis doctoral en 1972. Dos años después, cambiaba de rumbo.
En 1974 comenzó a trabajar con Nicholas Petrakis (1922-2015), profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de California, en San Francisco, sobre el cáncer de mama. «El problema era averiguar por qué algunas familias se veían tan severamente afectadas por el cáncer de mama», explicó la ganadora del Princesa de Investigación en una entrevista, en la que revelaba que ya no pudo parar hasta hallar respuestas. El plan era identificar los genes responsables de la predisposición hereditaria al cáncer de pecho y de ovarios, y dar con los factores no genéticos que modificaban los efectos de estos genes. No fue fácil. Fueron muchos años de trabajo, hasta que en 1990 Mary-Claire King lograba demostrar que un solo gen localizado en el cromosoma 17, conocido como BRCA1 (breast cancer 1, cáncer de mama 1) podía sufrir diversas mutaciones que estaban implicadas en algunos tipos de cáncer, especialmente el de mama y de ovario. Todo el mundo posee el gen BRCA1, pero solo cuando este sufre mutaciones se implica en la generación de un cáncer.
Ese descubrimiento, destaca El Comercio, cambió muchas cosas, más allá del propio cáncer de mama. Hasta entonces, solo algunas dolencias se vinculaban a la herencia, hasta entonces la genética no se consideraba una herramienta útil para entender enfermedades como el cáncer. Hubo un antes y un después del gen BRCA1. A ella se debe ese cambio de paradigma. Ella revolucionó el estudio de la genética humana. Incluso la propia metodología para identificar ese gen, al que seguiría otro, el BRCA2, supuso un gran avance.
Tuvo que lidiar con el escepticismo en su momento pero con el tiempo otros males como la enfermedad de Parkinson, la esquizofrenia, el autismo se han visto beneficiados de la vía que ella abrió y que, en el plano concreto de los tumores de mama, marcó obviamente un punto de inflexión. Las mujeres con sospechas pueden realizarse pruebas para identificar esos genes y someterse a cirugías si lo estiman oportuno para evitar que aparezca la enfermedad.
Fue en California donde alumbró este gran descubrimiento y allí permaneció hasta 1995, cuando fue contratada como profesora investigadora de la American Cancer Society en la Universidad de Washington, donde continúa ejerciendo.
Se lleva el galardón de Investigación Científica y Técnica pero también podría aspirar a otros esta mujer inmensa que se ha erigido en una gran defensora de los derechos humanos, también desde la ciencia. Fue en 1984 cuando por vez primera aplicó sus conocimientos genéticos para colaborar con las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina para identificar a niños desaparecidos durante la dictadura que se prolongó de 1976 a1983. Sus madres habían sido asesinadas y los bebés, víctimas de adopciones falsas. La genética permitió acreditar quiénes eran acudiendo a esas abuelas y posibilitó el reencuentro de familias biológicas. Fue más allá e incluso trabajó en el estudio de restos exhumados para propiciar causas penales contra sus asesinos.
El compromiso con los derechos humanos se trasladó a otras geografías. En Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Ruanda, los Balcanes y Filipinas trabajó la genetista para la identificación de personas.
Con todo lo dicho, huelga decir que esta mujer atesora un buen número de galardones. De manos de Obama recibió la Medalla Nacional de la Ciencia en 2016 en su país. Este otoño se subirá al Campoamor para recoger de manos de Leonor el Princesa de Asturias.
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