Ni mala educación ni egocentrismo: psicólogos explican por qué hay gente que no para de interrumpir
Cortar las conversaciones no siempre es una elección consciente sino un síntoma de cómo nos comunicamos
Mar Georga
Miércoles, 30 de julio 2025, 00:52
Los estudios más tradicionales atribuyen el vicio de interrumpir en las conversaciones a las personas dominantes. Maria Venetis, profesora asociada de Comunicación en la Universidad de Rutgers, lo explica del siguiente modo: «Para muchos de nosotros puede percibirse como una actitud degradante y condescendiente». Asimismo, la Universidad de Neuchâtel (Suiza) confirma en su estudio que las interrupciones son propias de individuos narcisistas que necesitan demostrar su poder y controlar la situación.
La interrupción se trata de un proceso inconsciente ligado a la neurología
No obstante, el psicólogo Russell Barkley -experto en TDAH- explica que este fenómeno va más allá, ya que se trata de un proceso inconsciente ligado a la neurología, no de algo voluntario. Barkley explica que las personas con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad suelen tener problemas con la memoria de trabajo y la metacognición, así como un control de los impulsos verbales más débil.
«Pueden interrumpir y no acordarse de que tienen que esperar su turno porque no confían en que vayan a recordar más tarde lo que querían decir», detalla el psicólogo. Se trata de una hipótesis respaldada por la Asociación Americana de Psicología, que asegura que las interrupciones pueden ser una consecuencia directa de la ansiedad, la neurodivergencia o de una mayor dificultad para concentrarse.
Interrumpir una conversación también se asocia a la cultura
Por otro lado, otras instituciones señalan que el hecho de interrumpir en una conversación puede tener un significado muy diferente dependiendo de la cultura y del país. La Universidad Pablo de Olavide de Sevilla revela que en algunas culturas (como la de los países mediterráneos) la superposición de turnos y las interrupciones se consideran señales de entusiasmo y participación. Mientras que en otras costumbres el hecho de hablar por encima del otro puede ser visto como una falta de respeto, generando incluso momentos de tensión e incomodidad.
Como señalaron Carl Rogers y Richard Farson en su obra sobre la escucha activa, la verdadera escucha requiere no solo de oír, sino de entender el punto de vista del otro. La escucha activa implica un esfuerzo por entender las motivaciones, los sentimientos y las circunstancias de los demás, y para ello es necesaria la creación de un espacio de confianza y empatía.