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Aunque para muchos conductores llenar el depósito de combustible es simplemente una cuestión de comodidad, lo cierto es que la cantidad de carburante que mantenemos en el tanque puede tener un impacto directo sobre el estado del motor. Cada vez son más los expertos que advierten de los riesgos de circular habitualmente con la reserva activada o con niveles bajos de gasolina o diésel. Lo que para algunos puede parecer una práctica inofensiva, en realidad puede convertirse en un hábito perjudicial para la mecánica del vehículo.
Detrás de esta advertencia se encuentran varios factores relacionados con el propio funcionamiento interno de los sistemas de alimentación de combustible. Uno de los principales riesgos de conducir con el depósito casi vacío es que en el fondo del tanque tienden a acumularse sedimentos, impurezas y pequeñas trazas de agua que, en condiciones normales, no alcanzan el motor. Sin embargo, cuando el nivel es muy bajo, esa mezcla puede llegar al sistema de inyección y causar averías costosas o incluso una pérdida de potencia notable durante la conducción.
Sobre este tema se ha pronunciado Joseba Barrenegoa, CEO de EasyGas, quien lanza una recomendación clara: es preferible mantener siempre el depósito medio lleno. Según sus propias palabras, «explicaba la conveniencia de llevar el depósito del coche medio lleno en lugar de medio vacío».
La razón técnica de esta sugerencia está en el fenómeno de la condensación. Cuando el depósito está parcialmente vacío, el oxígeno que ocupa el espacio no cubierto por el combustible tiende a condensarse en las paredes internas, especialmente con los cambios de temperatura. Esa condensación se convierte en gotas de agua que terminan mezclándose con el combustible. «Si tienes un aditivo, que lo que hace es que te lo deposita en el fondo, fantástico. Si no tienes aditivo esta mezcla de agua y combustible podría entrar en tu motor. Y si entra en tu motor (las moléculas de agua) puede que se pare, oxidación en las piezas y falta de potencia», explica.
Así, este sencillo hábito —llenar el depósito antes de que baje demasiado el nivel— puede alargar la vida útil del vehículo, evitar averías innecesarias y contribuir al buen funcionamiento del sistema de alimentación. Una recomendación fácil de aplicar y que, en muchos casos, puede evitar visitas al taller.
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