Valencia envejece (bien): más centenarios, vidas más largas y el reto de sostener una ciudad para todas las edades
La ciudad alcanza 396 centenarios, 20 más que en 2024, en un mapa demográfico que envejece a ritmo sostenido
Cada vez son más valencianos los que cantan el «cumpleaños feliz» por centésima vez. A fecha 1 de enero de 2025, en la ciudad viven ... 396 personas de 100 años o más: 298 mujeres y 98 hombres, veinte más que el año anterior, según la Oficina de Estadística del Ayuntamiento de Valencia. El dato tiene algo de símbolo y mucho de tendencia: en España, los centenarios rozan ya los 16.000 y siguen aumentando de forma sostenida desde comienzos de siglo, con cuatro de cada cinco mujeres entre ellos, de acuerdo con el informe 'Un perfil de las personas mayores en España 2025' del CSIC. Ese crecimiento también se siente en los barrios. El distrito más poblado, Quatre Carreres, suma 83.333 residentes y más de un millar de nonagenarios (1.013), de los que 703 son mujeres y 310 hombres. En el extremo opuesto, Mauella –núcleo de Pobles del Nord– apenas alcanza los 60 habitantes. La ciudad, con 844.424 empadronados y una edad media de 44,8 años, tiene ya 180.624 personas de 65 o más, un bloque demográfico llamado a crecer en la próxima década con la llegada a la jubilación de la generación del 'baby boom'.
Si ampliamos el foco a la provincia, el patrón español se repite: suben los mayores, suben los muy mayores. El observatorio Envejecimiento en Red del CSIC recuerda que la Comunitat se sitúa en la media nacional de envejecimiento (20,2% de población de 65 y más), y que Valencia es una de las provincias con mayor volumen absoluto de centenarios: alrededor del 4,1% del total del país, solo por detrás de Madrid y Barcelona. Un gráfico de la serie histórica de los Indicadores Demográficos Básicos del INE para Valencia muestra, además, que la proporción de personas de 100 y más años ha pasado en la última década de cifras en torno al 0,01% a situarse por encima del 0,02% sobre el total provincial: es poco en términos relativos, pero muy intenso en dinámica, y con fuerte impacto en servicios y cuidados.
La otra cara del fenómeno es conocida, pero conviene recordarla: España es una potencia de longevidad. En 2023 la esperanza de vida al nacer alcanzó 83,77 años (86,34 para ellas, 81,11 para ellos). A los 65, un valenciano o valenciana puede esperar vivir 21,7 años más de media (19,6 hombres; 23,5 mujeres). La provincia no figura entre las más rezagadas, pero el mapa nacional deja nítido un gradiente norte-sur en esperanza de vida, con mejores cifras en la meseta norte y la cornisa cantábrica, y peores en el sur peninsular. En ese contexto, mantener –y, si es posible, mejorar– la posición valenciana exige actuar sobre determinantes de salud y desigualdades.
Ahora bien, no basta con vivir más. ¿Cuántos de esos años son en buena salud? La estadística europea sitúa en 9,7 los años de vida «saludable» a partir de los 65 (ligeramente más para hombres que para mujeres), un indicador que ha retrocedido respecto a sus máximos de 2017 y 2019. A partir de los 85, tres de cada cuatro personas padecen enfermedades crónicas; y ya desde los 65, un 10,9% declara limitaciones graves para las actividades cotidianas. Traducido: la revolución de la longevidad conlleva una revolución de la cronicidad y la dependencia que no se resuelve solo con más camas hospitalarias.
Valencia, laboratorio urbano de envejecimiento
La ciudad está bien posicionada para afrontar el desafío. Tiene red hospitalaria potente, universidades con músculo investigador y un tejido comunitario –centros de mayores, asociaciones vecinales, servicios sociales de proximidad– que ha demostrado resiliencia. Pero la presión va a crecer. Los datos de la propia ciudad dibujan un envejecimiento desigual por distritos: barrios con gran presencia de mayores que viven solos –un fenómeno más frecuente entre mujeres– frente a áreas más jóvenes y dinámicas por la atracción de población migrante y de estudiantes. En Pobles del Nord y del Oest, la dispersión geográfica complica el acceso a servicios; en el centro, la presión del precio de la vivienda y la turistificación tensionan el envejecimiento in situ.
Tres palancas para una Valencia «amigable con las personas mayores»:
● Salud y prevención a pie de barrio. Las cifras del CSIC son claras: el 47% de los hombres y el 36% de las mujeres mayores en España presentan sobrepeso; el ejercicio regular entre 65-69 años ha mejorado, pero aún convive con un 38,5% de sedentarismo. Programas de actividad física prescrita por Atención Primaria, circuitos seguros de paseo, clubes de caminantes y sesiones en parques biosaludables son inversiones baratas y muy rentables en años de vida saludable.
● Cuidados y dependencia: del parche a la red. Uno de cada cuatro hogares con mayores convive con una situación de dependencia, pero solo el 38% recibe ayuda a domicilio. El avance en financiación pública es real, aunque todavía insuficiente: más de medio millón de hogares en España mantienen necesidades no cubiertas. La ciudad puede acelerar la respuesta con tres líneas: refuerzo del SAD y de la teleasistencia avanzada; impulso de recursos intermedios (centros de día, respiro familiar, rehabilitación funcional); y profesionalización del cuidado, apoyando a cuidadoras familiares con formación, descanso y prestaciones.
● Vivienda y barrio: envejecer sin mudarse. El 89% de los mayores en España vive en vivienda en propiedad. Esa palanca permite actuar con programas de rehabilitación con enfoque de accesibilidad (ascensores, baños adaptados, aislamiento térmico frente a olas de calor), incentivos fiscales y acompañamiento social para evitar soledades no deseadas. La ciudad, además, puede pilotar fórmulas de 'cohousing' sénior y apartamentos con servicios en suelos municipales, muy pertinentes en distritos con carencia de oferta accesible.
Centenarios a la vista
Que Valencia sume casi 400 centenarios no es una anécdota. Es la punta visible de un «sobreenvejecimiento» –crece la población de 80+ y 90+– que obliga a repensar la ciudad con esa generación en mente. También invita a revisar estereotipos: la vejez ya no es sinónimo de enfermedad ni de pasividad. El uso diario de internet alcanza al 70,5% de los 65-74 y al 34,6% de los 75+, con brechas por educación e ingresos, sí, pero con un salto generacional que facilita trámites, relaciones y autonomía. A la vez, un 7,7% de las personas mayores que han contactado con la administración perciben trato discriminatorio; y hasta un 2,2% declara no haber accedido a atención médica cuando la necesitó por coste, distancia o listas de espera. En una ciudad compacta como Valencia, reducir barreras –digitales, físicas y administrativas– es tan importante como abrir nuevos centros.
Economía de la longevidad
La economía también envejece. España paga ya 10,3 millones de pensiones, 6,56 de jubilación. La brecha de género sigue siendo llamativa: pensión media de 1.717 euros en hombres y 1.194 euros en mujeres. En la Comunitat Valenciana, el importe medio se sitúa por debajo de las regiones punteras, lo que importa a la hora de afrontar el coste de la vida urbana. Los hogares con sustentador principal de 65+ gastan, de media, 28.863 euros al año y destinan el 43,7% a vivienda, con mayor peso de sanidad y alimentación, y menos en ocio y cultura. La tasa de riesgo de pobreza en la vejez ronda el 17% y es más alta entre mujeres. Este cuadro interpela directamente a las políticas locales: tasas y precios públicos con descuentos bien calibrados; ayudas a suministros y rehabilitación para rentas bajas; y oferta cultural y de ocio asequible que no deje a nadie fuera.
La previsión es que entre 2025 y 2035, las cohortes más numerosas entrarán en edades de retiro. El CSIC anticipa un pico de presión sobre los sistemas de protección social en torno a 2035, seguido de una rápida relajación. Para Valencia, la década que empieza es decisiva. Hay margen para transformar el «problema demográfico» en oportunidad urbana:
● Ciudad de 15 minutos, también para mayores. Paradas de EMT y Metrovalencia con plataformas accesibles, bancos a distancia «amiga» de 100-150 metros, sombras y bebederos en itinerarios peatonales son medidas de micro-urbanismo que multiplican la autonomía.
● Salud pública 2.0. Programas municipales que conecten receta de actividad física, alimentación saludable y detección precoz de fragilidad, con datos compartidos –y protegidos– entre centros de salud, servicios sociales y entidades del barrio.
● Soledad no deseada. Mapa de riesgo por sección censal, dispositivos de «llamada amiga» y redes vecinales; alianzas con farmacias, comercios de proximidad y carteros, que detectan antes que nadie cambios de rutina.
● Innovación social y tech con sentido. Teleasistencia con sensores de confort térmico ante olas de calor; entrenadores digitales en centros de mayores para cerrar brechas; y laboratorios de vivienda adaptada que muestren soluciones reales y asequibles.
Una provincia con personalidad demográfica
La provincia de Valencia combina capital joven y comarcas con mayor peso de población mayor. Su condición mediterránea –atractiva para jubilados de otros países– y su tejido industrial y logístico –que atrae población activa– generan un equilibrio singular. De cara a 2030, tres vectores marcarán la diferencia:
● Migración y rejuvenecimiento relativo en áreas urbanas y litorales, que conviven con un interior más envejecido. Planes comarcales de movilidad y servicios –no solo sanitarios, también bancarios, administrativos y de ocio– serán clave para no dejar atrás a los municipios pequeños.
● Salud climática. Las olas de calor son el nuevo gran riesgo urbano para la población mayor. Refugios climáticos señalizados en bibliotecas, centros de barrio y polideportivos, avisos personalizados y distribución de kits de adaptación doméstica pueden salvar vidas.
● Trabajo y retiro más flexibles. La tasa de actividad en 65-69 años sube lentamente. Programas de voluntariado cualificado, mentorización intergeneracional y formatos de jubilación activa pueden aportar valor económico y comunitario.
El veredicto de los datos
Más personas mayores y más centenarios en Valencia ciudad: 396 ya, veinte más que en2024; 180.624 de 65+ y edad media de 44,8 años. La provincia gana peso en el mapa nacional de longevidad: cerca del 4,1% de los centenarios del país residen en Valencia. Vivimos más —83,8 años de esperanza de vida al nacer y 21,7 años adicionales a los 65—,pero la salud «buena» tras esa edad ronda los diez años y la cronicidad se dispara a partir de los 75.El sistema de apoyos va por detrás: solo 4 de cada 10 hogares con dependencia reciben ayuda a domicilio, persisten barreras de acceso sanitario y brechas de género en pensiones. Hay palancas claras y asequibles: prevención comunitaria, cuidados de proximidad, vivienda accesible, movilidad amable y lucha contra la soledad. Valencia ha logrado que sus vecinos soplen más velas que nunca. El reto –y la oportunidad– es que cada nueva vela signifique también más salud, más autonomía y más vida en los barrios. Si la ciudad se toma en serio su década del envejecimiento, los centenarios no solo serán más numerosos: vivirán también mejor.
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