«Parece que en la literatura se esconde a la gente mayor sólo porque es mayor»
Dioni Porta, escritor y también librero, debuta como novelista con una obra anclada en las vidas de un grupo de septuagenarios, una rareza en el panorama literario español
Dioni Porta (Barcelona, 1977) es escritor y también librero. Defiende en el Eixample barcelonés la librería Obaga, una atalaya magnífica para destilar la clase de ... personajes y de tramas que habita en su muy recomendable novela 'Empujar el sol' (editada por Pepitas en su colección Los Aciertos), en cuya lectura palpitan valiosos atributos. Uno de ellos, sorprendente por su rareza, es que está protagonizada por un trio de actores principales de edad avanzada. Septuagenarios, cuyas vidas Porta retrata con precisión, sentido del ritmo narrativo filtrado por una tenue ironía y por una mirada piadosa que es también casi una anomalía en el panorama de la literatura española. Un libro protagonizado por un grupo de seniors, extravagancia máxima si se permite la ironía, que su autor justifica con estas palabras: «Eran unos personajes que yo ya conocía y algo había escrito sobre ellos, cuya historia había pensado escribir, pero la idea había muerto. No había tenido más desarrollo, pero el hecho de ser librero te ayuda a darte cuenta de que así como algunas temáticas, algunos personajes y algunas historias están sobrerrepresentadas en las mesas de novedades, hay otras que al contrario, están infrarrepresentadas».
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Así nace su novela, a partir de esa pretensión original: «Hablar de estos personajes septuagenarios desde la más absoluta admiración, porque son gente que tiene energía, que tiene vitalidad, que tiene experiencia… Personas que no tienen muchas ganas de pensar en el futuro, que está presente en sus vidas pero que como no les obsesiona pueden vivir muy intensamente el presente». O como sostiene el narrador: «Puedes ser viejo y no decadente». Desde esa reflexión inicial, Porta va trazando un relato que salva la dificultad original de meterse a sus 48 años en la piel de unos personajes de edad superior, «que tiene unos dilemas mentales entre la vida que le gustaría vivir por un lado y por el otro lado, pues la carga de responsabilidad, los deberes que nos imponemos… Y yo creo que eso lo vivimos todos. Tengas 70 años, 40 o 50».
Y de ahí también que 'Empujar al sol' tenga algo de disruptive en esa mesa de novedades de las librerías que menciona. Como si los habitantes de esa franja de edad no existieran para la literatura y otras disciplinas artísticas. «Hay una tendencia a que lo joven sea lo verdaderamente valioso y lo demás no», acepta. «De una manera consciente o inconsciente, los escritores se van olvidando de ciertas franjas de edad. Parece que en la literatura a la gente mayor incluso se la esconde, sólo porque es mayor». Y nueva reflexión: «Hay un punto como maldito en los personajes que son personas mayores». Una opinion que desemboca en la conclusion clave de su obra, del ánimo con que avanzó en su escritura: «Es una novela sobre las ganas de vivir». La frase, que tiene algo de paradójico habida cuenta las condiciones de partida, se asoma sin disimulo hacia el terreno de la contradicción mientras Porta defiende esta idea sobre el espinazo de la sociedad que nos rodea, la sociedad de los cuidados. La clase de ecosistema donde se desarrolla 'Empujar el sol'. «Está es una franja de edad que mira todo eso de necesitar cuidados y necesitar ayuda desde más cerca. Y gracias a esa cercanía, lo vive con una intensidad especial, de una manera hasta más sana».
Las palabras de Porta van desbrozando ese camino hacia el que se precipita el desenlace de su novela, dominada por el espíritu de la compasión hacia los accidentes que se cruzan en el camino de sus personajes. La enfermedad, la pérdida de intimidad, la desnudez física y psicológica… Y la muerte, por supuesto. «Es natural cuidar a las personas que amas», insiste para desentrañar la naturaleza de los protagonistas, empezando por el principal, Estanis, «y es natural también que una sociedad respete a todos por igual y poder decidir cuándo poner el cierre a la vida… Debería ser una potestad de cada uno y debería ser natural que así fuera, pero por desgracia son cosas que llevamos mal porque son difíciles, porque exigen un determinado proceso personal, una cierta madurez. Y hemos optado por aparcarlas, por arrinconarlas un poco y no prestarles mucha atención». Un parecer que convive en su obra con el interés que suscitan otras cuestiones también de escasa presencia en las letras españolas. Fenómenos como la gentrificación o la integración de los extranjeros o el acceso a la vivienda, que percuten en el ánimo de sus criaturas 'boomers' y hacen avanzar la trama y que Porta resuelve con mucho estilo hacia el final de sus 194 páginas según un punto de vista y que explica en estos términos: « Si al final de tu vida ves que cierran el bar que te gustaba y ahora abren uno que no te gusta, que esos espacios ya no se dirigen a ti y te quitan también los comercios de toda la vida donde solías ir… De alguna manera te están expulsando directamente de tu vida, de la vida que habías llevado. Te están expulsando de de la realidad que tú vivías». «Y eso es muy doloroso», observa. «Sientes que la vida de repente es más hostil, que tu lugar en el mundo deja de estar donde estaba y ahora es un lugar menos sólido, más incandescente».
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«La literatura también es como un lugar donde encontrarnos con el otro»
Ese enfoque benevolente hacia las debilidades de sus personajes culmina en 'Empujar el sol' cuando entran en juego otros actores del tablero donde se despliega la novela. El deseo sexual, por ejemplo, que parece estar vetado a los más ancianos de nuestra tribu y que, sin embargo, «claro que existe, aunque manifestado de distintas formas: deseo en el sentido de anhelo, deseo de vivir, de seguir viviendo. De beberte la vida». Pensamientos declinados por Porta con una admirable maestría mientras dibuja las andanzas de sus criaturas, recortadas sobre un telón de fondo donde detecta que «la literatura también es como un lugar donde encontrarnos con el otro». Una tesis que avala la pertinencia de entender el atractivo de su novela más allá de que el potencial lector coincida o no biológicamente con la edad de sus protagonistas como tiene comprobado: como si fuera un Puente para que «personas de mediana edad se sientan identificadas y también las más jóvenes, que tienen a veces una relación más difícil con la generación anterior a la suya y sienten que se reconcilian leyendo el libro». «Me he llevado algunas alegrías de gente joven que le ha gustado, creo que porque está descubriendo el mundo y por encima de todo tiene como muchas ganas de vivir y se encuentra en la novela con gente mayor pero que también tiene muchas ganas de vivir», afirma.
Conclusión final: «Creo que las personas de la edad adulta están como secuestradas por la vida productiva, la crianza o el trabajo, y tienen menos pulsiones para vivir, para reflexionar y hasta para filosofar. Y ahí sí existe una cierta conexión con la persona que está jubilada y que en ese momento de su vida puede hacer esas cosas que no hizo mientras estaba secuestrada por otras obligaciones. Tiene ganas de volver a la vida que sentían cuando eran más jóvenes». Misterio resuelto, en consecuencia. Para futuras entregas de las aventuras de Estanis queda resolver el enigma central de la trama, de la vida incluso: a dónde van a parar los calcetines desperdigados. Dónde está el cielo de los calcetines impares.
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