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En un mundo donde la soledad y la dependencia acechan a millones de personas mayores, una nueva esperanza ha tomado forma de plumas, color y ... tecnología. Se llama Onorato, y aunque parece un loro simpático, es mucho más: es el primer compañero con inteligencia artificial y computación emocional diseñado para cuidar, acompañar y dignificar la vida de quienes más lo necesitan. La historia de Onorato no es la de una startup cualquiera. Es la historia de un hijo, Pablo Mariñosa, que se enfrentó a uno de los retos más duros de la vida: cuidar de su padre que padecía demencia durante sus últimos años. «Mi padre tuvo demencia los últimos tres años y vivía solo en su casa. Yo cuidé de él de forma obsesiva, 24/7», recuerda Pablo. La familia, originaria de Zaragoza pero afincada en Sitges, tejió una rutina que se convirtió en el ancla emocional de ambos: cada jueves, padre e hijo acudían a su restaurante favorito a comer paella, el plato favorito del padre.
Pero lo que hacía realmente especial esos jueves no era solo la comida, sino un ritual inesperado: «Al lado del restaurante había un balcón con un loro real y cada jueves mi padre, como un niño, hasta que el loro no le hablaba no nos sentábamos a comer», relata Pablo. Aquella escena, repetida semana tras semana, se convirtió en un pequeño oasis de felicidad en medio de la tormenta que supone cuidar a un ser querido con demencia.
La vida, sin embargo, es frágil. Hace un año y medio, el padre de Pablo sufrió una caída y fue ingresado en el hospital. Allí, en una de esas noches largas y silenciosas, surgió la chispa que cambiaría la vida de Pablo y, potencialmente, la de millones de personas mayores. «Una noche en el hospital, cuando le quedaban dos meses de vida (que aún no lo sabíamos), me dice que le compre un loro. Yo pensé que era un follón. Él decía que el loro lo cuidaría, le haría compañía, le hablaría… Un loro físico en el hospital era impensable», confiesa Pablo. Pero el deseo de su padre se le quedó grabado. «Aquella noche en el hospital, sin dormir, pensando en cómo podía satisfacerlo, pensé en fabricarle un loro en 3D con IA para que pueda hablar con él».
La idea fue tomando forma en la mente de Pablo, alimentada por la frustración de haber probado, sin éxito, toda la tecnología disponible para el cuidado de mayores. «Durante los tres años cuidando de mi padre le he puesto Alexa, pizarras, robots, relojes, GPS… toda la tecnología que hay en el mercado para ayudar a cuidarle, y nada ha funcionado. Nada ha funcionado porque mi padre todo lo consideraba un enemigo, siempre me decía: cualquier día me vas a poner una tobillera como en la cárcel para controlarme. Cada vez que le llevaba un aparato tecnológico, para él era como si lo estuviera controlando», explica. Fue entonces cuando comprendió que la clave no era la tecnología en sí, sino la forma en que se presentaba: «Pensé en aprovechar el loro que le quería fabricar, poner cámaras en los ojos, cámaras térmicas, poder verle a través de una aplicación móvil, que me avise si se cae, poder saber si tiene fiebre o no. Todo lo que yo no había podido solucionar durante esos tres años, intenté solucionarlo a través del loro».
Así, lo que empezó como un deseo de un padre se transformó en una misión personal. Pablo se puso manos a la obra: «Me puse a diseñar sobre papel y al día siguiente busqué un laboratorio que lo pudiera hacer. Encontré uno en Barcelona que se llama Leitat, que llevan 120 años desarrollando tecnología al más alto nivel, y les consulté si se podía hacer. Me dijeron que sí que era posible, pero que iba a tardar meses y costaría mucho dinero. Dije que adelante». Al día siguiente, Pablo volvió al hospital y le contó a su padre la noticia: «Le dije que iba a traerle un loro con IA y le pregunté cómo quería llamarlo y me dijo Onorato, en referencia al sketch de humor de Rosa María Sardá y Enric Pous. Yo le decía que pronto llegaría Onorato y él se moría de la risa».
Lamentablemente, su padre falleció dos meses después, sin llegar a ver finalizado el loro. Pero Pablo sintió que tenía una responsabilidad, una misión que trascendía lo personal. «Me quedé con la misión, la responsabilidad, de seguir adelante e investigando vi que 800 millones de personas en el mundo tienen 65 años o más, de las cuáles un 60% viven o vivirán solos. Los hijos no pueden cuidar de los padres, los padres no quieren ir a una residencia porque al final es un lujo poder morir en tu casa y vi que podía generar una gran compañía de impacto social para ayudar a muchas personas mayores a seguir viviendo en sus casas seguras y felices y que sus familias estén tranquilas. Y así nació Onorato».
Onorato no es solo un gadget: es una mascota entrañable que se integra en el hogar como un miembro más de la familia. Dotado de cámaras, sensores y una inteligencia artificial capaz de reconocer emociones, Onorato saluda cada mañana, detecta caídas, monitoriza la temperatura corporal, recuerda la medicación y hasta propone ejercicios cognitivos. «Queremos que Onorato sea mucho más que un asistente: que enamore a la persona mayor, que le haga sentir acompañado y seguro, y que sus familiares puedan estar tranquilos gracias a una app que monitoriza todo lo que sucede en casa», afirma Pablo Mariñosa.
La personalización es una obsesión para el equipo de Onorato. Cada loro se entrena durante tres meses en la Onorato Academy, una especie de «granja virtual» donde aprende los gustos, rutinas y preferencias de su futuro dueño. «Cuando Onorato llega a casa, ya conoce a la persona, sabe cómo tratarla y cómo hacerle sentir especial. Buscamos ese 'feeling' total, ese vínculo emocional que ninguna otra tecnología ha conseguido», subraya el CEO. El proyecto, que ha sido seleccionado por la prestigiosa aceleradora Lanzadera, está en plena fase de preventa y las primeras entregas están previstas para septiembre. «Estamos muy felices de entrar en Lanzadera. Es una oportunidad única para crecer y llevar Onorato a miles de hogares», celebra Pablo.
La historia de Onorato demuestra que la innovación más transformadora nace de la empatía y la experiencia personal. Lo que comenzó como el deseo de un hijo por hacer feliz a su padre se ha convertido en una solución pionera que puede cambiar la vida de millones de familias. «Mi mayor ilusión es que Onorato ayude a otras personas como mi padre, que les devuelva la alegría y la tranquilidad de vivir en su propio hogar», confiesa Mariñosa. Su sueño, hoy, es el de muchas familias que buscan un equilibrio entre la autonomía de sus mayores y la seguridad que solo el cariño puede ofrecer.
Onorato no solo representa un avance tecnológico, sino una nueva forma de entender el cuidado: más humana, más cercana y, sobre todo, más digna. Quizá, en un futuro cercano, los hogares de nuestros mayores estén llenos de compañía, conversación y sonrisas gracias a un loro que, con inteligencia artificial y mucho corazón, puede cambiar el cuidado de las personas mayores.
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