Abogado y roquero: la historia del 'boomer' detrás del Loco Club
Lorenzo Melero abandonó (a medias) su carrera profesional para meterse de lleno como programador musical: una referencia en la escena cultural dirigida a un público a caballo entre el mundo senior y otras franjas de edad
Se llama Lorenzo Melero, es abogado de profesión, regenta un despacho especializado también en el ámbito de los seguros y... Y es también un inveterado ... aficionado a la música moderna. Un roquero que ha sabido conciliar esta vocación con su oficio original, al que ha ido relegando a medida que su faceta como programador musical al frente de la sala Loco Club de la calle Erudito Orellana ha ido exigiendo una dedicación superior. Hoy ejerce más como activo protagonista de la escena cultural valenciana al mando de su proyecto empresarial, en detrimento de su faceta como abogado: una curiosa historia que pudiera resultar inspiradora para quienes, militantes como él en la franja 'boomer' de la sociedad, encuentran que hay vida (y vida activa e interesante) a medida que se van cumpliendo los años.
De primer plato, un poco de historia. Recuerda Lorenzo que el Loco Club nace con el nombre de Loco Mateo en el año 2001 («Probablemente, porque no lo he podido confirmar», precisa) como tablao flamenco. «Nosotros» explica en relación a sus socios Marilén, Miguel y Vicente, que abandonó el proyecto hace un año, «nos hacemos con la gestión a finales de 2009 y hasta hoy». Quince años bajo su tutela y la de Marilén, su mujer, quien se encarga de la administración de la sala. O, como dice el propio Lorenzo, «de mantener la locomotora sobre los raíles». «Ninguno somos profesionales de la hostelería ni de la producción de conciertos», aclara al respecto. ¿Qué son entonces? ¿Empresarios un poco o un mucho intrépidos? ¿Aficionados a la música que exploran el lado oscuro de su pasión? Responde el interesado: «Somos fans que nos tiramos a la piscina o a un mar embravecido, porque cogimos el Loco justo después de la crisis de 2008, y aún seguimos nadando». Primera conclusión: «Algo hemos aprendido pero nos queda mucho».
En su proyecto les ayudó la especial configuración de la sala, con un aforo para 298 personas y situada en el centro de Valencia. «Es un referente en la música en directo a nivel local, nacional e internacional», señala. Un escenario donde hacer posible el sueño que alimentaba con su pareja mientras se ocupaban de su anterior profesión, ahora en segundo plano: «Marilén y yo tenemos un asesoría a la vieja usanza», es decir, con una agenda pródiga en cuestiones de contabilidad, temas laborales y por supuesto fiscales, «aunque cada vez más nuestra actividad se centra en el Loco Club».
Una ocupación a la que añaden una empresa de catering, Delipop Catering, repartida según una distribución de funciones que sitúa a su socio Miguel, también abogado, colaborando en los asuntos jurídicos de la sala. Lorenzo se encarga más bien de la programación, «basada en nuestros gustos musicales», como precisa. Es decir, powerpop, rock and roll, country, soul, americana... «Si hemos aguantado quince años», añade en relación a un complicado periodo que incluyó el cierre derivado de la pandemia, «ha sido porque hacemos la música que nos gusta, aunque también incluimos en el cartel conciertos de tributos y grupos de versiones, eventos privados o bandas emergentes que se alejan de esos estilos». «Lo que ya no programamos es electrónica y música urbana tipo hip-hop, reguetón o trap», observa.

Y mientras se explica, acabamos llegando al postre de este sugerente menú que mezcla sus diferentes vocaciones con ese espíritu inconformista que avala su apuesta por un negocio donde palpita su condición de senior, semejante a la que distingue a una nutrida capa de su público, aunque también anota cómo un atributo esencial para entender la lógica del Loco Club: la mezcla de edades, «que tiene que ver más con el concepto de sala de conciertos». ¿Qué significa esta idea? Pues que, a su juicio, «mientras los jóvenes se siente más atraídos por los festivales o macro conciertos, nosotros siempre hemos defendido la magia y la cercanía de la música en directo en sitios como el Loco Club». Un atractivo que interesa desde luego a sus compañeros de generación («Música de verdad, sin pantallas: en directo, repito», insiste) pero que ha ido conquistando el interés de otras franjas de edad. «Poco a poco vamos creando un espacio que los más jóvenes sientan como suyo, con 'sus grupos' y no los de sus padres, asaltando el escenario», asegura
¿Resumen? Que esta última frase avala lo acertado de su aventura. Y que su sala se puede llamar Loco Club y requiere desde luego un poco de 'locura', entre comillas, para salir adelante... pero no tanto. Es más bien la fantasía hecha realidad de gente muy cuerda que piensa de verdad que «hay futuro para el rocanrol». «Al final, esto es un trabajo más: hay días buenísimos y otros no tanto, con mucho curro de oficinal, de preparación, de proveedores... No soy millonario pero no me quejo: las cosas van bien y en el Loco además siempre encuentras algo especial».
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