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La casa de muñecas alberga 200 miniaturas de una calidad excepcional. :: r. c.

Un palacio de muñecas

Una galería holandesa vende por 1,8 millones de euros un fastuoso 'juguete' del siglo XVII elaborado con plata, porcelana y madreperla

GERARDO ELORRIAGA

Miércoles, 29 de marzo 2017, 20:23

Cuando cae la noche en España, las cortinas y visillos se cierran púdicamente. La realidad es muy diferente en los Países Bajos, donde las persianas no proliferan y la intimidad queda expuesta a la mirada del transeúnte. Algunos aseguran que la influencia luterana influye en esa necesidad de mostrar la vida sin recato, otros, simplemente, que los hogares no quieren perder ningún rayo de una luz siempre esquiva. En cualquier caso, los habitantes de Ámsterdam siempre se han mostrado satisfechos de sus interiores ricamente vestidos. Incluso, convirtieron el coleccionismo de fabulosas casas de muñecas en una costumbre de la alta sociedad durante el XVII, el Siglo de Oro de la urbe neerlandesa. La galería John Endlich acaba de vender una extraordinaria pieza de la época por 1,8 millones de euros en la Feria TEFAF de Maastricht, la cita del arte y las antigüedades de lujo.

Las damas de la burguesía competían por conseguir el mejor atrezo de sus teatrillos domésticos, convertidos en una pretendida copia de sus fabulosas residencias con vistas a los canales. La pieza en cuestión, adquirida a las pocas horas de iniciarse el evento, está montada sobre un gabinete ricamente labrado y guarda 200 exquisitas miniaturas de una calidad excepcional. El juego abarca, tal y como era costumbre, nueve estancias que reflejan el estilo de vida a lo largo de ese periodo. La pequeña mansión nos muestra un fastuoso vestíbulo, la cocina perfectamente equipada, el precioso comedor, un dormitorio principal, el cuarto de labores o, incluso, el cuidado jardín por el que circula una bella carroza.

La opulencia de la época queda demostrada en el uso de la plata para la elaboración de las precisas imitaciones de los muebles. Las casas de muñecas son un trasunto del esplendor, de cuando la Venecia del norte era uno de los puertos más importantes del mundo, el principal centro financiero y la primera Bolsa que trabajó a diario.

Tan sólo quedan cinco piezas, conservadas en museos holandeses, y la pieza vendida por Endlich resulta extremadamente fiel al gusto del XII. Las maderas de los suelos y el color de los techos responden a la moda, tal y como sucede con la porcelana Kangxi que decora las estanterías o los tejidos colgados en el ático. Una madreperla sustituye al espejo sobre la repisa de la chimenea y los dibujos de las paredes están atribuidos a Cornelius Claesz van Wieringen, un pintor representado en el Museo del Prado.

La casa de muñecas ha sido vendida por la firma, radicada en la ciudad holandesa de Harleem, a un coleccionista particular y viajará hasta el Museo de Bellas Artes de Boston, donde será exhibida. Curiosamente, el mejor ejemplo de una sociedad exquisita, portuaria y protestante, se hallará al alcance de los vecinos de otra, también atlántica y comercial, pero que, hace cuatro centurias, representaba el polo opuesto, una fundación de origen religioso puritano, sobria y tosca, poco dada a exquisiteces de salón, empeñada en conquistar el continente y, posteriormente, todo un mundo.

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