La alcaldesa de la puerta de Europa
Giusy Nicolini planta la semilla de la solidaridad en Lampedusa, la isla de cinco mil vecinos que ha acogido a 350.000 inmigrantes en veinte años
DARÍO MENOR
Jueves, 18 de agosto 2016, 20:04
En el cementerio de Lampedusa no hay sitio para más muertos. Las tumbas de los vecinos de esta isla italiana situada a 115 kilómetros de las costas tunecinas están mezcladas con las de los extranjeros. La gran mayoría de sus nichos son comunes y anónimos. «Inmigrante no identificado de sexo masculino, de alrededor de 20 años, etnia africana y raza negra», puede leerse en una de las lápidas junto a la fecha en que fue encontrado el cadáver. No hay símbolos religiosos: sólo el escudo del Ayuntamiento de Lampedusa y Linosa y, de fondo, una bella imagen de un ocaso en una playa.
El colapso del camposanto es una consecuencia más de ser la puerta de entrada para 350.000 inmigrantes y refugiados en los últimos veinte años. La cifra la repite la alcaldesa, Giusy Nicolini, cada vez que le preguntan su opinión sobre la acogida que ofrece el resto de Europa a quienes entran al Viejo Continente a través de este territorio de poco más de veinte kilómetros cuadrados. «Lampedusa se ha convertido hoy en una piedra en el zapato de Europa. En las últimas dos décadas, esta pequeña comunidad de 5.000 habitantes ha hecho lo que los grandes países no quieren hacer», se queja esta militante ecologista de 55 años que lleva en el cargo desde 2012, tras ser elegida en una lista ciudadana.
Lo que los lampedusanos han hecho ha sido socorrer y acoger a los inmigrantes y ofrecer una digna sepultura a quienes se dejaron la vida en el camino. Con esta actitud consiguieron que su alcaldesa estuviera entre las candidatas al Nobel de la Paz el año pasado. «La vida humana es inviolable, pero esto, por desgracia, hoy se discute. Parece que quienes mueren en el mar no existieran».
A Nicolini le indigna que Europa alterne el silencio con las lágrimas de cocodrilo ante las muertes en el Mediterráneo. «Estoy cada vez más convencida de que la política europea sobre inmigración considera este tributo de vidas un modo para calmar los flujos, para lograr una especie de efecto disuasorio. Pero para estas personas el viaje en las barcazas significa la única posibilidad de escapar de la guerra y la miseria, y su muerte debe significar para Europa un motivo de vergüenza y deshonor. Si son solo 'nuestros' muertos, espero recibir telegramas con el pésame por cada ahogado que nos llega», subraya.
La batalladora regidora se ha convertido en una de las conciencias de Europa respecto a la inmigración y recibe numerosas distinciones por ello. La última fue el premio Simone de Beauvoir por su labor «valiente y pionera a favor de los refugiados». En la ceremonia del pasado enero criticó una vez más la «hipocresía» de Europa. Recordó que tras el naufragio del 3 de octubre de 2013, en el que fallecieron más de 350 extranjeros, los políticos europeos dijeron «nunca más muertos en el mar», pero desde entonces no se han abierto corredores humanitarios seguros ni se ha detenido la venta de armamento a los países en guerra. La raíz del problema está, a su juicio, en el «aumento de las derechas» en Europa y en la tendencia de los progresistas a imitar su discurso xenófobo. «Los ciudadanos deberíamos obligar a que salieran de la competición electoral algunos temas, como los derechos fundamentales del hombre», advierte.
La fuerza de «lo pequeño»
Las quejas de Nicolini no van sólo dirigidas a las otras naciones europeas; los políticos de su país también se llevan su parte. «En Italia nos hemos acostumbrados a que se plantee la cuestión de la inmigración como si fuera una emergencia, pero Lampedusa tiene ya una larga experiencia gestionando el socorro y la acogida de estas personas más allá de esa lógica». La actitud mostrada por los lampedusanos demuestra que los «pequeños territorios y a través de pequeñas acciones pueden provocar un cambio. Para actuar, no hay que esperar a que se reformen las leyes nacionales o a que las políticas globales e internacionales adopten otro rumbo. Desde lo pequeño podemos incidir».
Esa idea fue precisamente una de las que Jorge Mario Bergoglio subrayó durante su visita a Lampedusa el 8 de julio de 2013. En su primer viaje tras ser elegido Papa, Francisco les dijo a los vecinos de esta isla que formaban una comunidad «muy pequeña», pero que habían logrado «hacer algo grande». Bergoglio quedó impresionado por lo que ocurre en este pedazo de tierra situada en medio del Mediterráneo, como demostró una vez más en una entrevista con el diario 'Corriere della Sera' en febrero. En ella, incluyó a Nicolini entre las tres grandes figuras de la Italia de hoy, al lado de Emma Bonino y del expresidente de la República, Giorgio Napolitano. La alcaldesa reaccionó con modestia: «Las palabras del Pontífice no son un reconocimiento a mí, sino a todos los lampedusanos».