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El ocaso de los paparazzi

El ocaso de los paparazzi

Reportajes que antes se pagaban a 100.000 euros ahora cotizan cinco veces menos

INÉS GALLASTEGUI

Sábado, 23 de julio 2016, 21:59

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Belén Esteban toma el sol en Punta Cana. Cuando se da cuenta de que los teleobjetivos rondan su toalla en la distancia, le pide a una amiga que le haga una rápida sesión con el móvil. En cuestión de segundos, todo el mundo puede ver sus rotundas carnes morenas con un fondo de mar azul turquesa a través de Facebook, Twitter, Instagram o Periscope. «Os fastidiáis», podría estar diciendo su cara si la cirugía plástica no la hubiera vuelto tan inescrutable. ¿Los paparazzi han hecho el viaje en balde? «Las fotos se venden, pero las revistas aprovechan para negociar a la baja», asegura Fernando, nombre ficticio de un reportero gráfico radicado en Marbella que prefiere no identificarse. Las redes sociales han cambiado el panorama de la prensa del corazón, un sector al que la crisis llegó tarde, pero fuerte: reportajes que antes se pagaban a 100.000 euros ahora cotizan cinco veces menos.

«Antes la imagen de los famosos la gestionaban los medios de comunicación; ahora ellos mismos tienen las herramientas para administrar su marca personal. Algunos son sus propios 'community manager' y lo hacen estupendamente», sentencia Manuel Moreno, periodista especializado en redes sociales y creador del blog TreceBits. Iker Casillas y Sara Carbonero, Sergio Ramos y Pilar Rubio, David Bustamante y Paula Echevarría, David Bisbal o Alejandro Sanz son 'celebrities' muy activas en Instagram, donde los usuarios pueden subir sus fotos y vídeos junto a breves textos para recibir los comentarios y los 'megusta' de sus admiradores.

Durante un tiempo, las imágenes, los textos y hasta el geolocalizador de esta red social -fundada en 2010 y hoy con más de 300 millones de usuarios en el mundo- fueron aliados de los paparazzi. Pero Diego Arrabal, fotógrafo marbellí que se mueve por todo el mundo y ha visto el 'boom' de la autoexhibición de las 'celebrities' en Estados Unidos, lleva años advirtiendo de que las redes sociales traerían la ruina al sector. Y quienes no lo vieron venir le dan ahora la razón. Por si fuera poco, internet, las cámaras digitales y los móviles inteligentes han convertido virtualmente a cualquiera en reportero: a veces, alertado por la presencia de un profesional, un espontáneo comienza a hacer sus propias fotos y subirlas a las redes. La exclusiva queda reventada.

Arrabal encuentra paradójico que deportistas, cantantes, intérpretes, presentadores y famosos sin oficio -pero con beneficio- regalen ahora a su público una intimidad que antes reivindicaban inviolable... o vendían a buen precio en forma de exclusiva. «Ellos viven de su imagen y nosotros multiplicamos esa imagen», protesta. Sin embargo, cree que el fruto de su trabajo -horas o días escondido o «disfrazado, si hace falta, de astronauta», aguardando el momento de 'robar' la instantánea perfecta- no tiene nada que ver con la edulcorada estampa que las figuras del 'cuore' dan de sí mismas en sus cuentas. «Parece que se levantan ya maquilladas. Y meten el photoshop a niveles insospechados. Lo que cuelgan no es real -zanja Arrabal, socio de la agencia Código Press-. La gente quiere ver que ellos también son mortales; que sufren, se ponen enfermos, se enamoran, se pelean y van a comprar el pan sin pintarse o en pijama».

«Detrás de cada foto hay mucho trabajo y sacrificio», asegura Javier, nombre tras el que se oculta un paparazzi que durante 12 años ha cubierto las vacaciones del famoseo en Ibiza y ahora prefiere pasar estos meses en Madrid con su familia. A menudo un solo disparo implica muchas horas de viaje -hace unos días fallecía el veterano Ramón Pérez San Román en un accidente de moto en la isla balear- y pagar informadores, aviones o gasolina, hoteles y restaurantes.

La inversión no siempre se recupera, porque este es un mercado oportunista. El fotógrafo o la agencia tratan de vender el reportaje en exclusiva al mejor postor y, si no lo consiguen o la oferta es insuficiente, lo intentan en la competencia: cada publicación compra las fotos que le interesan, a un precio pactado, pero ya inferior.

Los besos

Nadie sueña con las cifras astronómicas de los noventa: el récord lo ostenta el 'topless' de lady Di cazado por Diego Arrabal en el hotel Byblos de Mijas (Málaga) en 1994, que alcanzó los 200 millones de pesetas (1,2 millones de euros) pero jamás llegó a publicarse. La revista 'Hola' se hizo con la exclusiva mundial. Hay quien dice que su director de entonces, por caballerosidad, quemó los negativos; parece más creíble la otra versión de la historia, que sugiere que, a cambio de la destrucción de las imágenes, la 'princesa del pueblo' acudió a la inauguración de 'Hello!', haciendo una publicidad impagable a la versión británica de la 'biblia' del papel satinado.

«Pensé que iba a hacer el verano con unas fotos de Anne Igartiburu y Pablo Heras Casado paseando con su bebé, pero nadie las ha querido», lamenta este 'freelance'. Las primeras pruebas gráficas de la relación de Pastora Vega con Juan Ribó se compraron en 2010 por 100.000 euros; este año, las de la ex de Imanol Arias con su nuevo novio, el actor Darío Grandinetti, solo 'valen' 2.500. «Y estuve un mes detrás de ellas», se queja.

Fernando, que en verano 'enfoca' a Marbella y en invierno, a Sierra Nevada, también recuerda las vacas gordas con nostalgia. Su mayor golpe de suerte fue retratar, hace siete años, la jornada playera de la duquesa de Alba con su entonces novio en Zahara de los Atunes; tres colegas se repartieron los 140.000 euros del botín. Hoy en día se da con un canto en los dientes si le valoran un trabajo en 1.200; por la mayoría cobra unos 500. «Hay meses que facturo 8.000 euros, pero luego puedo estar tres sin ganar nada. He sufrido dos accidentes con la moto y tengo la espalda hecha polvo. Y los equipos son caros y se estropean», se queja el fotógrafo, convencido de que el oficio «aún no ha tocado fondo». Cada vez se lo piensa más antes de emprender un viaje.

Las revistas lo ven de otra manera. «Las redes sociales son una fuente de información fantástica e inmediata, y a nosotros nos afectan, pero de forma positiva -asegura Teresa Barrios, redactora jefa de 'Corazón'-. A los fotógrafos sí les ha hecho pupa, pero hay fotos que siguen en sus manos: el 'robado' de un beso, el primer paseo de una pareja, una relación secreta...». Es verdad que la facturación de los gráficos ha bajado, pero por la crisis y la «brutal» caída de la audiencia. Además, sus públicos son distintos: «Hay un 'target' de gente de mediana edad que no es usuaria de Instagram».

Quizá la autopromoción online de los famosos tenga más impacto negativo en las publicaciones del papel cuché que pagan exclusivas a los personajes o en aquellas especializadas en difundir la cara más desagradable de los famosos, reflexiona Barrios. 'Corazón', con una línea editorial «blanca» y «amable», no hace ni lo uno ni lo otro. La redacción desecha a menudo material poco favorecedor -el traje de baño puede ser «superinjusto»- y a menudo alimenta sus páginas con los contenidos publicados por los personajes: «Si se trata de perfiles abiertos, no tiene por qué haber problemas legales».

¿Cuáles serán las exclusivas más cotizadas de este verano? Los expertos coinciden en que las fotos privadas de los Reyes y sus hijas tienen mucho tirón y que un bikini de la reina Letizia sería un bombazo. A los profesionales del 'cuore' les gustaría ver a Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa en la playa, descubrir a la Pantoja con toda la parentela de vacaciones o pillar a Mar Flores con un novio. Los embarazos siempre son bien recibidos, pero lo que más morbo despierta son los nuevos noviazgos. El verano pasado la pareja sorpresa fue la formada por José Coronado y Eugenia Martínez de Irujo. Por su foto pagó el '¡Hola!' 70.000 euros y todo el mundo se las prometía muy felices. «Más que romance, fue un calentón de una noche de verano. Duró menos que la revista en los quioscos», ironiza Fernando. ¿Cuál será el próximo beso de portada?

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