Nicolás Maduro y su antecesor, Hugo Chávez.

Diplomacia a garrotazos

Llamar a consultas es la frase de moda en las tensas relaciones con Venezuela

antonio corbillón

Martes, 28 de abril 2015, 21:51

Como en el fútbol, las relaciones diplomáticas son un terreno de juego en el que dos países escenifican sus rivalidades. Y, a veces, se hace teatro para engañar al contrario o al árbitro. A Venezuela nadie le discute el título de campeón mundial de conflictos. Por primera vez en esta legislatura, España decidió el pasado martes llamar a consultas a su embajador en Caracas, Antonio Pérez Hernández, después de que Nicolás Maduro soltara, entre otras lindezas, que el presidente español "pertenece a una banda de bandidos, corruptos y ladrones". "Es un primer nivel de protesta que Venezuela ya ha utilizado dos veces en la presidencia de Rajoy", indican desde la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores.

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Habrá pocos diplomáticos españoles con más recorrido que Inocencio Arias (Almería, 1940), aunque ya esté jubilado. En sus 43 años de carrera y sus diferentes cargos en Asuntos Exteriores vivió episodios así varias veces. Aunque no quiere personalizar por "deformación diplomática", resume qué es eso de llamar a consultas: "Hacíamos venir a Madrid al embajador, se reunía 45 minutos con el ministro y se esperaba siete u ocho días para ver cómo iba la cosa". Curiosamente, Arias es el único que ha vivido este trajín al revés. En 2003, cuando era embajador ante la ONU y la invasión de Irak estaba cerca, se le ocurrió decir en Santander que "si no aparecen las armas que supuestamente tenía Sadam Hussein la guerra quedaría en tela de juicio". La ministra de entonces, Ana de Palacio, le ordenó regresar a Nueva York por defender algo contrario a la doctrina del gobierno Aznar. Arias, que celebró su 75 cumpleaños este lunes, tiene claro que la diplomacia es un ejercicio de esgrima de largo recorrido. "Hay que guardar la calma y no dramatizar. Nicolás Maduro solo quiere que repliquemos para seguir con su cortina de humo interna".

No hay un manual de instrucciones sobre diplomacia. Son códigos que se llevan escribiendo a lo largo de los siglos, aunque los criterios los marca el Convenio de Viena de 1961. Así, de los cuatro peldaños que conducen a la ruptura de relaciones, España y Venezuela solo han subido dos. Faltaría retirar a sus virreyes por un tiempo indefinido. "Es el aviso del órdago, de la ruptura total", escenifica Arias. "No va a ocurrir en este caso. No le interesa a ninguno de los dos", sentencia Julio Alfonso, exdiplomático cubano y profesor de Política Internacional y Relaciones Exteriores. Alfonso rescata de su anecdotario la mayor bronca entre España y la isla en treinta años. En el otoño de 1996, Aznar envió a José Coderch a la delegación de La Habana. Coderch confesó en Abc que iba a "tender puentes para democratizar Cuba". Apenas tomar posesión, fue despertado de madrugada con la orden de regresar de urgencia a Madrid después de que Fidel Castro le retirara el plácet (visto bueno).

Catálogo de insultos

En los pasillos diplomáticos nadie cree que la escaramuza con Maduro vaya más allá. "Ahora que Cuba mejora su relación con Estados Unidos, Venezuela toma el relevo y reta a los americanos y a España. Azota el enemigo exterior, pero por razones domésticas", reflexiona Laura Tedesco, investigadora de América Latina de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, que tiene claro que "siempre es mejor tener relaciones frías que romperlas". Desde los tiempos de Hugo Chávez, los trompazos diplomáticos del país parecen un catálogo de insultos. En 2005, México quitó a su embajador tras acusar Chávez al presidente Vicente Fox de ser "cachorro del imperio". En 2006, Israel le retiró el saludo por llamarles "malditos asesinos". Ese mismo año descalificó al peruano Alan García, al que tildó de "canalla, tahúr y ladrón". Acumuló tantas afrentas que hasta en el mundo diplomático fue bien recibido aquel "¿Por qué no te callas?" del Rey Juan Carlos en la Cumbre de las Américas de Chile en noviembre de 2007. El comentario no produjo conflictos. Se zanjó con un abrazo y una camiseta de regalo del monarca con aquella frase grabada. Maduro sigue la estela chavista. Acaba de acusar a Rajoy de "apoyar el terrorismo" -el Gobierno español respalda a la oposición venezolana, cuyos líderes están encarcelados-, pero antes llamó "genocida" a Aznar. El dirigente sudamericano ya había ordenado "una revisión integral" de las relaciones cuando el avión de su colega boliviano Evo Morales fue interceptado en Barajas, en 2013, ante la sospecha de que estuviera a bordo el exespía Edward Snowden, quien se encontraba en busca y captura por parte de EE UU por filtrar documentos secretos.

España y sus vecinos suelen hilar más fino en sus pasillos. El asalto marroquí al islote de Perejil en 2001 agitó a algo más que a los militares. Pero la retirada mutua de los diplomáticos se arregló en solo nueve días con la mediación de Estados Unidos. También la peor crisis con Gibraltar desde 1960 (verano de 2013) movilizó a varios barcos de guerra españoles. Mientras el ministro de la Roca, Fabián Picardo, reclamaba a Londres «el envío de la Armada», los británicos apenas pidieron explicaciones al embajador Federico Trillo. Envío a su segundo de a bordo y el tema no pasó a mayores.

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