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Manolo Barrios recuerda perfectamente el día en que se llevó el mayor disgusto de su vida. Fue en el momento en el que lo despidieron, ... cuando la crisis inmobiliaria pegaba tan fuerte que la venta de relojes de lujo se desplomó, después de unos años en los que se habían convertido en un síntoma de estatus. El negocio en el que trabajaba tenía el privilegio de la venta en exclusiva de Rolex en Valencia, pero tuvo que cerrar sus puertas porque no aguantó la caída de la demanda. «Comencé al mismo tiempo a recibir llamadas de clientes que me decían: 'Manolo, tengo doscientos o trescientos mil euros en relojes y no puedo pagar el colegio de mis hijos, o no puedo llenar la nevera. Ayúdame'». Y Manolo Barrios llamaba a otro amigo para ver si estaba interesado en alguna de esas piezas exclusivas compradas al fragor del boom inmobiliario. «Ahí me di cuenta de que ahí había un negocio».
Para entrar a su local en la calle Colón hay que atravesar una doble puerta que Manolo maneja, abriendo y cerrando, sentado tras una mesa que sustituye a los típicos mostradores, impecable bajo una americana azul, camiseta blanca y pantalón beige. En la muñeca izquierda, una pulsera con los colores de la bandera nacional y donde se lee España, para que no haya dudas. En la otra, un Patek Phillipe Nautilus que está valorado por encima de los 150.000 euros. Reconoce que todos los relojes de esa marca que entran por la puerta de la tienda se los queda: «Serán la herencia de mis hijas». Para Manolo Barrios no hay inversión más segura, su exclusividad supera la de los Rolex, quizás la marca de relojes de lujo más conocida, y que el experto compara con los Ferrari.
En las paredes de la tienda, fotografías de los mejores relojes del mundo, y en el escaparate, las piezas que le van llegando de una manera algo distinta a como trabajaría si vendiera modelos nuevos. Porque quienes venden son particulares que llaman a su timbre, y para los que Manolo ha desarrollado un ojo clínico después de quince años en el negocio. A pesar de su experiencia, todos los relojes que decide quedarse tienen que superar varias pruebas, empezando por el servicio técnico, una revisión completa y, cómo no, los archivos de la Policía Nacional. «Hasta que no pasen unos días y me aseguren de que el reloj no está denunciado por robo no se pone a la venta». Porque vender una pieza que ha sido robada es un delito, aunque no sea consciente de ello.
Manolo Barrios trabaja prácticamente con todas las marcas, y enseña algunos relojes de Cartier, Humboldt, Omega o Tag Heuer. «Estas piezas las tengo a la venta a la mitad o menos de lo que valen nuevas». En una comparativa con las marcas de vehículos, las nivela a un Audi o un BMW. Sí, son buenos relojes, pero no los mejores, ni los más exclusivos. Y para demostrarlo enseña otros modelos donde se puede leer Rolex, Audemars Piguet, Patek Phillipe, Breguet... «Esto es otro mundo completamente distinto, y es complicado que uno de estos relojes se venda por debajo de su valor inicial». Muy al contrario. Y haciendo un símil de nuevo con los coches, aquí estaríamos hablando de Ferrari, Bentley, Rolls Royce...
En momentos de incertidumbre como el actual, tras una pandemia, una guerra, una dana, un apagón, la sociedad se repliega. Necesita seguridad, valores tangibles, que se puedan tocar. Y los relojes lo son. Se convierten en una inversión.
Entre ellos, Manolo Barrios destaca, por ejemplo, el Rolex Submarine y enseña un modelo del año 2005. El cliente pagó 3.250 euros y yo lo vendo por 12.000». Aparece un Rolex GMT, llamado Pepsi porque la esfera está enmarcada en rojo y azul. «Tiene 50 años y costaba 70.000 pesetas. Ahora su precio es de 30.000 euros». El relojero puntualiza que son los deportivos los que más se revalorizan, porque se trata de las piezas más codiciadas, y las que menos ejemplares llegan a la venta. Daytona, Submarine, GMT, Yacht-Master y Explorer. Todos de Rolex. «Si me traes un Rolex de oro igual ni me interesa. No tiene la misma demanda».
Ni siquiera es un Rolex, sino un Tudor, la segunda marca de la prestigiosa relojera suiza. «Como Skoda y Volkswagen», explica Manolo Barrios, que cuenta que la pieza de moda es en este momento el Tudor Black Bay Chronograph con la esfera 'Flamingo Blue', un color celeste que, según la marca, recuerda al tono de los mares tropicales. Una pieza que el pasado mes de enero David Beckham lució por primera vez en su muñeca y que ha causado sensación. Según la página web de la firma, su precio es de 5.990 euros, pero en el mercado de segunda mano ya ha duplicado su precio original en sólo cuatro meses. «Hay piezas que se revalorizan muchísimo», admite Manolo Barrios, que vende una de estas piezas.
¿Por qué se revalorizan tanto? Se habla mucho de las listas en las que se apuntan a quienes quieren comprar un reloj de estas características. «Pero la mayoría de las veces es un paripé, ni siquiera te apuntan. Nosotros recibíamos, quizás, dos o tres en todo el año de determinados modelos». ¿A quién se lo vendía? «A personalidades conocidas, o a quien se gasta 100.000 euros en otras joyas. Y quizás en uno o dos años tienes el reloj que quieres». Si lo consiguen, pueden ponérselo, guardarlo o llevárselo a Manolo, porque si les ha costado diez, él les va a dar veinte, o treinta. Porque hay demanda, porque hay quien no quiere esperar. «Por ejemplo, un regalo para un hijo que se casa». ¿Y en qué negocio se consigue una plusvalía del 100%? Ni siquiera en el mundo inmobiliario.
Manolo Barrios asegura que hay mucha gente en Valencia que tiene «mucho más dinero del que te puedas imaginar en relojes. Más de lo que tengo yo en la tienda. Coleccionistas que aunque les dieses un millón de euros no te venderían ciertas piezas». Y habla de un señor ya jubilado que le llama Manolete, y «al que a veces he llamado porque algún cliente ha pedido algún reloj que sé que él tiene. Y puede que ni siquiera conozca de su existencia». No todos los relojes que están en Vintage Watches son propiedad de Manolo. Algunos están en depósito. «Si el cliente no tiene prisa me lo puede dejar hasta que se venda. Gano menos pero yo quiero tener un equilibrio en la inversión en stock». Ahora sí, el relojero tiene claro que si por la puerta llega alguno de los relojes más codiciados, ese lo va a comprar seguro. «Hay mucha gente, además, que necesita el dinero de forma urgente», cuenta Manolo, un apasionado de su trabajo que cree que el secreto de su éxito es, sobre todo, la honradez.
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