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El empresario Manuel Palma y su hija Sara.

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El empresario Manuel Palma y su hija Sara. Consuelo Chambó

Manuel Palma, empresario: «El dinero nunca me ha importado y sigue sin importarme»

Presidió un club de fútbol de élite e incluso se metió a político. «No nos han educado para tener las mejores cosas, sino para ganárnoslas» afirma su hija Sara Palma

MARIA JOSÉ CARCHANO

Valencia

Lunes, 9 de abril 2018

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No hay muchos lugares para que se siente un adulto en el colegio infantil donde hacemos la entrevista, así que allí está, Manuel Palma, uno de los empresarios más importantes de Valencia, miembro de AVE, vicepresidente de la escuela empresarial Edem, intentando sentirse cómodo en una silla diseñada para un niño de dos años, rodeado de juegos, con el traje y la corbata puestos. No le importa. Él, que se metió a presidente de un club de fútbol, que se convirtió en el concejal más rico de España, ha sido siempre un personaje, famoso en su día porque era el protagonista en la publicidad de sus concesionarios. Él, que habla de sus conversaciones con Rajoy dándole consejos para reducir el déficit, como que los políticos y funcionarios sean los últimos en cobrar. «No me ha hecho caso». Ese al que miran sus alumnos porque empezó desde cero, y que ahora tiene entre una plantilla de trescientas personas a sus propios hijos. Sara Palma al frente de la escuela infantil, Javier en los concesionarios. A ella va dirigida la primera pregunta.

-¿Cómo ha sido crecer junto a una persona tan emprendedora como tu padre?

Sara: -Siempre he escuchado un mensaje diferente al que la mayoría de los padres dan a sus hijos, el de «búscate un trabajo estable, si eres funcionario mejor, intenta meterte en una empresa, y no te cambies». Él no. «Busca lo que te gusta, intenta construir algo por ti mismo; ser emprendedor tiene cosas negativas, pero mucho de positivo, arriésgate». Eso es lo que nos ha inculcado.

Manuel: -De hecho, siempre les dije: «Haced lo que queráis». Mi hijo ha estudiado ADE, mi hija educación, pero al final han terminado en empresas del grupo por vocación propia. Es más, Javier, cuando acabó la carrera, se fue a trabajar a Deloitte, y al año ya se volvió con nosotros. Pero es verdad que siempre les he repetido: «Emprended, haced cosas». Y cuando ellos de pequeños me preguntaban qué hacía yo, pues les contestaba que no lo sabía, porque me dedicaba a tantas cosas… Era presidente de un club de fútbol, tenía colegios, servicios sociales. Al final decían: «Hace cosas» (ríe). Y ahora este colegio es una idea de ella.

«En bicicleta siempre llevo una libretita y un boli. Si me viene algo a la cabeza paro y lo escribo»

Manuel

-Sara, ¿por qué decidió hacer Magisterio?

S: -No lo sé. Yo al principio empecé estudiando ADE, porque igual era lo que había hecho mi hermano, mi padre... Pero luego pensé que, realmente, para gestionar una empresa tampoco hace falta que estudies esa carrera, sino que seas especialista en lo que te vas a dedicar. Así que si yo tenía claro que quería centrarme en la educación, qué mejor que ser maestra.

-Viendo a los hijos se entiende muchas veces la filosofía del empresario.

M: -Había mucho donde elegir, yo lo único que les dije es que decidieran lo que les gustara y que yo estaría detrás para ayudarles. En lo que sí les he insistido siempre es en que sean emprendedores. No voy a consentir a un hijo mío que se ponga a estudiar una oposición. Pero no porque sea bueno o malo, sino porque ya hay mucha gente que está deseando hacerlo. No creo que sea lo que ellos necesiten. Y siempre cosas que les apetezcan, porque no se trata de que hereden la empresa de su padre y sean unos desgraciados. Eso no.

-Debe de ser un orgullo ver a su hija tan apasionada en lo que hace.

M: -Sí, claro, porque todo lo que haces es para tus hijos, luego para tus nietos, y ver que se integran en el proyecto, que se apasionan como me he apasionado siempre yo, es un orgullo, desde luego. Y sobre todo ver que están felices, porque eso es lo más importante de todo. No se trata de ganar más dinero o menos.

-Pero usted lo gana.

M: -El dinero llega porque lo haces bien. Cuando alguien trabaja en algo que no le gusta, como no dedica interés a lo que hace, al final no triunfa y dice que le van mal las cosas. Si las cosas las haces con pasión, a la larga te va a ir bien.

-¿Eso es lo que le ha pasado desde que empezó vendiendo coches usados?

M: -La gente me pregunta a veces: «¿Qué tengo que hacer para ganar dinero?» Yo siempre digo que el dinero nunca me ha importado, de verdad. Y sigue sin importarme. No me preocupa si a final de año he tenido más o menos beneficio.

Manuel y Sara Palma repasan sus vidas. «Se ha hecho menos estricto con los años», desliza la hija ante un padre orgulloso de ver como también ella ha logrado disfrutar con su profesión.
Manuel y Sara Palma repasan sus vidas. «Se ha hecho menos estricto con los años», desliza la hija ante un padre orgulloso de ver como también ella ha logrado disfrutar con su profesión. Consuelo Chambó

-¿En serio?

M: -Claro. Me preocupa que la empresa crezca, que los clientes estén satisfechos, que todo el entorno alrededor de la empresa sea feliz. Porque de ese modo llegan los triunfos.

-Pero fracasos ha tenido.

M: -Por supuesto. Pero al final si tú desarrollas diez proyectos siete salen bien y otros tres salen mal. Al año siguiente lo mismo. Los éxitos sirven para compensar lo que pierdes con los fracasos, porque con los que te van bien no se aprende. Los fracasos son los que te enseñan, y mucho.

-Sara, ¿a ti nunca te han dicho en casa: «Papá gana mucho dinero»?

Sara: -Nunca he sido consciente, hasta muy mayor, de cuánto dinero había en mi casa. O a qué se dedicaban mis padres. Yo sabía que mi madre era profesora de Historia en un colegio y que mi padre trabajaba mucho, pero no he tenido esa percepción. Jamás nos han comprado las mejores motos, los mejores coches... Yo llevo uno de segunda mano de la empresa. Creo que ni a mi hermano ni a mí nos han educado para tener las mejores cosas. Siempre nos han dicho que tenemos que ganárnoslo, que los premios llegarán cuando nos portemos bien, o saquemos buenas notas.

M: -Mi hijo Javier, en el primer año de carrera, se juntó con unos amigos…, y suspendió una asignatura el primer semestre. Ellos siempre habían aprobado todo, es cierto. Y el coche que tenía se lo quité. Estuvo durante seis meses en el concesionario, donde él lo veía, y tenía que coger el metro para ir a la Politécnica desde la Canyada. El segundo semestre, cuando aprobó todo, le devolvimos el coche, y ya no volvió a suspender nunca más.

S: -Yo creo que lo que nos has enseñado, y ahora lo veo con respecto a otras personas de mi edad, es a no gastarte lo que no tienes. Es decir, cubre tus gastos, y con aquello que te quede, cómprate lo que necesites. Que los hobbies vengan después de tus responsabilidades.

-Siempre ha hablado de ese concepto, de no gastar lo que no tiene.

M: -Nunca he pedido un préstamo a nivel personal. Como Manuel Palma, tengo deudas cero. Sí he pedido créditos para las empresas, pero lo que es placer… Y mi empresa, a pesar de que es cien por cien mía, nunca ha repartido dividendos. Yo tengo mi sueldo y todo el dinero que se gana se reinvierte. Nunca hay que mezclar la empresa con la vida personal. Y eso lo tienen ellos muy claro.

«Con diez años llegué a tener un negocio de tebeos usados impresionante. Ya quería ser empresario»

Manuel

-¿Quién le enseñó eso a usted?

M: -Yo creo que eso no te lo enseña nadie, es de sentido común.

-Pero eso que dice que es de sentido común no es tan general.

M: -Cierto. Desde que en el año 1993 me dieron el premio de mejor joven empresario de España me han llamado infinidad de universidades. Y siempre digo: «Nunca montes una empresa hipotecando a tu familia».

-Se lo digo porque viene de una familia humilde, donde no ha visto pasar muchos empresarios.

M: -A mí me han enseñado desde pequeñito a no gastar, austeridad sobre todo, y a trabajar mucho. Pero mucho. Y esa es una de las cosas que tengo que agradecer a mis padres, que me hayan hecho trabajar tanto. Hoy creo que los meterían en la cárcel, porque a los catorce años empecé diez horas al día en un taller mecánico de aprendiz. Después de estar trabajando todo el día me ponía a estudiar. Ese esfuerzo, que ahora está tan de moda, a mí me lo enseñaron mis padres.

El empresario posa en la escuela de su hija junto al balcón de fútbol, símbolo de una de las muchas facetas de su vida.
El empresario posa en la escuela de su hija junto al balcón de fútbol, símbolo de una de las muchas facetas de su vida. Consuelo Chambó

-Siempre me encuentro con que las personas emprendedoras, con tantas ideas en la cabeza, tuvieron una infancia muy activa, e incluso cuando eran niños los llegaron a calificar de malos.

M: -Yo fui un niño muy, muy movido. En aquella época teníamos cómics, y lo que hacía era comprar tebeos usados. Y me los quedaba más baratos. Me traían dos que ya habían leído y yo les daba uno que no. O se los vendía a la mitad de lo que valían. Los guardaba bajo llave, llegué a tener un negocio impresionante, con nueve o diez años. Y siempre tenía dinero, desde pequeño, a pesar de que crecí en una familia humilde en la que no me daban nada. De hecho, yo pensaba: «Cuando sea mayor, seré empresario». Nunca hubiera trabajado en un sitio fijo. A mí me gusta hacer cosas y sigo siendo aquel niño movido.

-El acento cordobés le ha acompañado siempre; no sé si en algún momento los hijos le habéis dicho: «Va, pronuncia la ese».

S: -Todo lo contrario, porque yo creo que es parte de él.

M: -Nací en Palma del Río, entre Córdoba y Sevilla, donde además el acento es muy cerrado. Si los primeros seis años de mi vida hubiera estado en Cataluña tendría acento catalán. Porque en esa etapa es cuando aprendes un idioma. Y yo no lo he podido cambiar.

Su nieto es uno de los alumnos de la escuela infantil. A pesar de que Sara no está muy de acuerdo, Manuel Palma entra en la habitación donde unas monitoras cuidan a los niños a la hora de la siesta y se lo lleva. Tiene apenas trece meses, y se acurruca en su regazo, mirando todo con unos grandes ojos verdes, mientras a su abuelo se le cae la baba.

-Al final se ha convertido en parte de su identidad.

M: -En los años 1999 y 2000 era presidente del Córdoba CF y estaba tres días a la semana allí y otros cuatro aquí. En Córdoba me conocían como el empresario valenciano y en Valencia me identificaban como el cordobés. Así que al final decía que era de Manzanares, a mitad de camino.

-¿Se ha sentido más de un sitio u otro?

M: -Soy bastante más valenciano que ninguna otra cosa. De hecho, ese momento de mi vida, en que vivía entre las dos ciudades me marcó. Rosa Aguilar, entonces alcaldesa de Córdoba, una buena amiga, me decía: «Vente a vivir». Quedaba mal que un presidente del club de fútbol no residiera en el municipio. Por cierto, mire cómo ha cambiado en poco tiempo. Me lo planteé y al final fue el motivo por el que dejé de ser presidente. Es que yo quería seguir viviendo en Valencia.

-Sus hijos son valencianos.

M: -Sí, pero mantienen sus raíces porque han pasado muchos veranos en Córdoba con los abuelos. Tengo dos hermanas y un hermano, mis sobrinos, todos viven allí. Marc es el sexto bisnieto de mis padres.

S: -Todos vamos muchísimo, tenemos allí una familia estupenda, mis abuelos son maravillosos y nos encanta ir.

-¿Ha ejercido más de abuelo que de padre?

M: -Es diferente porque con ellos he sido más estricto; les reñía si algo estaba mal, ahora toca comer, ahora dormir, aunque es verdad que les he dedicado poco tiempo porque siempre he ido muy liado. Con mi nieto es distinto porque el rato que estoy con él ejerzo de abuelo y le consiento todo.

«Empecé estudiando ADE, por mi hermano, mi padre...pero si quería centrarme en la educación, qué mejor que ser maestra»

Sara

S: -Se ha hecho menos estricto con los años.

-¿Tiene muy presentes sus raíces?

M: -Sí. Además pienso que no las debo olvidar, de dónde vengo y adónde voy, porque yo siempre digo que me queda mucho por hacer.

-¿Incluso muchas empresas por abrir?

M: -Sí, claro. Me ha sabido muy mal la muerte de Paco Pons, porque para mí era casi como un hermano mayor. Fue un empresario ejemplar, y con un cáncer galopante hasta el último día estuvo trabajando. Yo compartí con él un consejo rector dos semanas antes de morirse. Y ya se veía que estaba mal. Bueno, pues para mí este es el ejemplo. No estoy esperando a los 65 para jubilarme. Porque yo no me voy a jubilar.

-No le dice su mujer, o la gente de su entorno, que a ver cuándo baja el ritmo.

M: -No, porque yo creo que hay tiempo para todo. Aunque es verdad que estoy de vacaciones y no paro de pensar, y las ideas que me surgen las voy apuntando.

-¿Por la noche también?

M: -Sí, me despierto y anoto lo que se me ha ocurrido. Antes corría y lo tenía peor, pero ahora que voy en bicicleta siempre llevo una libretita y un boli y cuando me viene algo a la cabeza paro y lo escribo.

Su hija se ríe. «Eso no lo sabía». Dice que hacer deporte le ha servido para ser empresario, siempre sentado en una silla. Y como todo lo que hace se lo toma a pecho, llegó a correr el maratón de Nueva York, hasta que una lesión de rodilla lo subió a la bici.

«Les he insistido en que sean emprendedores. No voy a consentir a un hijo mío que se ponga a estudiar una oposición»

Manuel

-Usted ha sido más conocido por esas aventuras fuera de sus empresas, por ejemplo la de presidente de un club de fútbol. Y le fue bien en el Córdoba.

M: -Cogí el equipo con los jugadores encerrados y lo dejé con el superávit más alto de toda la Liga Profesional, 917 millones de pesetas. El problema es que me chupaba todo mi tiempo. Además mis hijos no querían vivir en Córdoba, el fútbol no les gustaba y tampoco venían a los partidos. Y a pesar de que saneé el club y pensaba que me iban a ovacionar, me habían preparado una pancarta gigante que decía: 'Palma, pesetero, gástatelos'. Me pegaron una pitada… Ahí pensé: «Éste no es mi mundo».

-No me diga que no le han dicho que vuelva al fútbol.

M: -Es verdad que he tenido alguna oferta más pero creo que aquello me sirvió de experiencia, también para saber que no voy a volver. Y, dicho esto, tengo muchas anécdotas buenas.

-Por conocer, hasta en la política se metió.

M: -Primero dije que no a Lorenzo (se refiere a Lorenzo Agustí, exalcalde de Paterna), pero cuando me dijo que los empresarios siempre criticábamos y que cuando nos pedían algo no ayúdabamos, me tocó. Acabé bajando el déficit del Ayuntamiento cien millones de euros. Fue una experiencia muy bonita. Ahora bien, si me pregunta si regresaría, le vuelvo a decir que no.

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