La casa de Queka Abril, el edén secreto
Sábado, 12 de octubre 2019, 00:33
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
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Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
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Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
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Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
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Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes
Hace veintiún años Queka encontró de casualidad la casa en Els Poblets que hoy acoge su hogar. «Yo soy de Ondara, y al nacer mi hijo decidí quedarme aquí para que creciera rodeado de la familia. Vivimos muy a gusto, hay muchos extranjeros y residentes con inquietudes culturales y gastronómicas que se implican en la vida del pueblo», explica. Desde el principio tuvo claro que no iba a acometer una reforma integral, sino que su deseo era ir transformándola a fuego lento para que fuera evolucionando según las necesidades. A la hora de decorar, confiesa Queka que le gusta rodearse de antigüedades, pues se siente atraída por lo viejo por ello, casi todas las piezas tienen una historia detrás. En la planta inferior el espacio se articula en torno a una cocina que ella mismo diseñó y que se exhibe como el resto de mobiliario. Además, está la habitación de su hijo y un baño. En la planta superior se ubica su dormitorio, el de su hija Anouk, un baño, la sala de estar y un cuarto donde atesora los más de mil películas que dejan huella sobre su amor por el cine.
Texto: Elena Meléndez | Imágenes: Jesús Signes