Miércoles, 10 de abril 2019, 22:33
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
Kuki Giménez se crió en Benicalap pero su padre trabajaba en el Mercado de Ruzafa. Ella aprovechaba para visitarlo siempre que podía atraída por la vida y el encanto del barrio. Nada más nacer su hija, decidió cambiar de vivienda. «Llegó el momento de comprarme una casa y surgió esta oportunidad, era la vivienda de la portería. Estaba hecha polvo y llevaba bastante tiempo abandonada. Cuando entré colgaban de las paredes los típicos posters de calendario de la época del desnudo», detalla la maquilladora, especializada en moda y cine. La decisión fue tirar todo abajo y dejar solo las paredes exteriores. Tuvo claro desde el principio que quería el salón integrado con una cocina. En la zona de descanso instaló la habitación principal y un dormitorio grande para sus dos hijos con la idea de poder separarla cuando fueran mayores. Kuki confiesa que su estilo a la hora de decorar es un fiel reflejo de su personalidad ecléctica. «No me puedo definir. Tengo esa lámpara de los años cincuenta, las sillas danesas de los sesenta, esta serigrafía de Manuel Sáez, el cuadro con la galleta o el queso brie y la tetera y la cafetera de los 40 comprados en un mercadillo en Londres».
Texto: Elena Meléndez | Fotos: Consuelo Chambó
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