Eduardo Mendoza: «A mi edad, preferiría disfrutar de lo que hay y no andar quejándome de lo que falta, pero no podrá ser»
El escritor catalán evocó en su discurso en el Campoamor a su Barcelona natal y recordó la educación de su infancia como «estricta, tediosa y opresiva», que convirtió en «buenas cualidades para escribir novelas»
Natalia Vivar
Viernes, 24 de octubre 2025, 19:35
Breve, pero cargado de humor, como todos sus libros. Eduardo Mendoza, uno de los narradores más reconocidos de la literatura española contemporánea y autor de títulos emblemáticos como 'La verdad sobre el caso Savolta' o 'La ciudad de los prodigios', recogió el Premio Princesa de Asturias de las Letras con un discurso lleno de humor -como manda su escritura- y un sentido humano de autocrítica. «Todavía me considero una joven promesa de la Narrativa Española», bromeó, antes de añadir que «lo último que se pierde no es la esperanza, sino la vanidad». Recordó su infancia rodeado de libros y una educación «estricta, tediosa y opresiva» que, según dijo, lo convirtió en «vago, malgastador y un poco golfo, tres cosas malas en sí, pero buenas para escribir novelas». También evocó a Barcelona, su ciudad, a la que definió como «cálida y laboriosa» pero también «viciosa y canalla», un escenario perfecto para nutrir sus historias.
Con su ironía habitual, Mendoza aseguró que «ya está bien de modestia» y celebró que alguien lo llamara «proveedor de felicidad», el elogio más valioso que ha recibido. Reconoció la complicidad de sus lectores y el apoyo de su familia y amigos, pero también se permitió un tono más serio al afirmar que, con los años, ha aprendido a valorar «sobre todas las cosas el respeto». Para cerrar, recordó que hace un año Joan Manuel Serrat terminó su intervención en el mismo escenario con una canción. Pero no. Mendoza no saltó a cantar precisamente. «Como ustedes seguramente preferirán que yo no haga lo mismo, sólo me queda expresar una vez más, sinceramente conmovido, mi gratitud», expresó el escritor, siempre con su nota de humor característica.
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Premio Princesa de Asturias de las Letras Discurso completo
Eduardo Mendoza
Este premio ha sido para mí una sorpresa, un honor, una alegría y también un incentivo, porque yo, si no me miro al espejo, todavía me considero una joven promesa de la Narrativa Española. Lo último que se pierde no es la esperanza, sino la vanidad.
En el colegio recibí una educación estricta, tediosa y opresiva. Tenazmente me inculcaron las virtudes del trabajo, el ahorro y el decoro, gracias a lo cual salí vago, malgastador y un poco golfo, tres cosas malas en sí, pero buenas para escribir novelas.
Crecí en Barcelona, una ciudad de tamaño medio, cálida y soleada, tranquila laboriosa y conservadora, cuna de santos infantiles y abuelos entrañables. También un ciudad portuaria, viciosa y canalla. Yendo de la una a la otra y buceando en bibliotecas y hemerotecas descubrí que Barcelona tenía además un interesante pasado turbulento y criminal, del que me apropié para escribir mis novelas. Las ciudades, como las novelas, son de todos y no son de nadie.
El resto lo debo a los amigos, los maestros, las personas que me quieren, algunas aquí presentes: mi mujer, mis hijos, mi familia, mis editores, mis agentes, tantos y tantas que para nombrarlos no necesitaría tres o cuatro minutos, sino tres o cuatro horas.
Lo demás es mérito mío. Ya está bien de modestia. Alguien me ha llamado proveedor de felicidad. Es el mejor elogio que he recibido en mi vida y me gustaría que fuera cierto, aunque sea en dosis homeopáticas. Pero si alguna felicidad he dado a mis lectores, ellos me la han devuelto con creces con su lealtad, su complicidad y su cariño.
No soy optimista ni pesimista, porque no sirvo para prever el futuro, pero no me gusta el mundo tal como lo veo, quizá porque he tenido la suerte de vivir una larga etapa excepcional de relativa paz, estabilidad y bienestar. A mi edad, preferiría disfrutar de lo que hay y no andar quejándome de lo que falta, pero me temo que no podrá ser.
Por lo demás, los años me han hecho valorar sobre todas las cosas el respeto. Y si algo me han enseñado es que todo es relativo. O quizá no.
Se me acaba el tiempo. Hace ahora un año justo, en este mismo lugar, mi amigo Joan Manuel Serrat acabó su intervención con una hermosa canción. Como ustedes seguramente preferirán que yo no haga lo mismo, sólo me queda expresar una vez más, sinceramente conmovido, mi gratitud.