Ábalos, personaje premium del catálogo de la corrupción
Los casos valencianos siempre llamaron la atención por la excentricidad de sus protagonistas. El exministro los ha superado a todos tras el incidente con la actriz porno, sus camisetas, la colección de audios de comisiones y el trato a las mujeres
Existe un factor diferencial y potenciador de la corrupción valenciana frente a la del resto de España. Es un elemento singular, inédito y especialmente atractivo ... para los foráneos: los protagonistas. En ese pódium del folklore autóctono aparecen Alfonso Rus, «soy el número 1»; Marcos Benavent, autobautizado como el yonki del dinero, Enrique Ortiz, agraciado poseedor de una «polla insaciable», Esteban Cuesta y su afición por las traductoras rumanas, El Bigotes de la Gürtel... No son todos los ejemplos, pero sí suficientemente ilustrativos. Personajes que son carne de informativo, como los famosos de portadas. La aparición en escena de José Luis Ábalos, sin embargo, supera a todos sus predecesores. Merece un escalafón aparte o liderar una nueva tipología. Hay un dato tan sorprendente en los últimos días que convierte su historia en inverosímil. En un ministro señalado por un informe de la UCO, repudiado por sus propios compañeros, con su familia salpicada por las indagaciones de la Guardia Civil y con un futuro incierto sería lógico, casi recomendable, cierta reclusión, enclaustramiento o incluso depresión. Quizá hasta un arrepentimiento. Sin embargo, el día que la UCO acude a su domicilio se encuentra allí con una modelo y/o actriz porno que trata de esconder un disco duro a los agentes. En un momento en el que todo parece derrumbarse, al parecer, el sexo se mantiene como el único consuelo. El placer ante el ocaso. La vitalidad de Ábalos, salvando las especiales circunstancias, sería casi envidiable. Pero resulta tan incomprensible que la escena merecería una secuela cinematográfica, un 'Resacón en Ferraz' o la segunda parte de 'Leaving Las Vegas', algo más intimista y profundo. Eso fue en la intimidad. Pero fuera, de cara al exterior, su comparecencia con esa camiseta de «Orlando. Florida» lo convirtió directamente en meme. No es la primera vez que un político sospechoso de corrupción termina casi caricaturizado. El peor final posible al dejar de pisar la moqueta. Ocurrió con Francisco Camps tras la avalancha de casos de corrupción y aquella foto perchando en La Albufera. Nada fue igual pese a que salió absuelto de absolutamente todos los sumarios.
Todo lo anterior sitúa al exministro en la lista más negra de la corrupción en la Comunitat. Y eso que ni siquiera ha sido juzgado. Resulta casi una heroicidad proclamar la presunción de inocencia en supuestos como este, pero precisamente por eso merece un recordatorio. La hemeroteca de la Comunitat, aparte del catálogo de personajes, almacena, también para vergüenza del personal, algunos audios para el olvido. Más allá de su carácter o no delictivo, ciertas grabaciones han marcado la trayectoria de sus autores. Son el «Te quiero un huevo» de Camps al Bigotes; el «1.000, 2.000, 3.000...12.000 Dos milions de peles» del caso Imelsa o aquel miserable: «Hay que dar prioridad a lo nuestro antes que a los negratas», del conocido como caso Cooperación, trama encabezada por el conseller Blasco. También Ábalos ha superado los precedentes en la investigación de la UCO. Y no precisamente, o no en todos los casos, por su naturaleza delictiva. La conversación para citarse con prostitutas «Carlota se enrolla que te cagas» no encaja en un dirigente al frente de un partido que defiende la abolición de la prostitución. Existen algunos paralelismos entre la trama de Koldo y las investigaciones valencianas. Por ejemplo, ese afán por grabarlo todo. Ya lo hizo Marcos Benavent que durante diez años registró a todos sus amigos, enemigos y colaboradores como un método de garantizarse que en un futuro, si él caía, caerían todos. «Va a salir mierda a punta pala», amenazó tras su reaparición disfrazado de neohippie. En vez de la grabadora de Benavent, Koldo recurrió a su iPhone. Más tecnología, mejor calidad. Otro paralelismo se da en el caso Ábalos que resulta similar a lo que sucedió con Zaplana. Se trata de políticos con una larga trayectoria en el partido y que, además, arrastraban sospechas sobre la ejemplaridad de su actuación. En la recta final de sus carreras se han visto atrapados. El caso Ábalos rompe, sin duda, el discurso del PSPV de la famosa hipoteca reputacional que dejó el PP por la sucesión de casos de corrupción. Pilar Bernabé, delegada del Gobierno, clamaba hace pocos días en su presentación como líder del PSPV de Valencia: «La corrupción ha vuelto al Ayuntamiento de Valencia». Ahora, a la defensiva, presume de la rapidez con la que ha actuado el PSOE. Menudo salto.
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