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Ana Iribar, con su hijo.
«¿Quién es el asesino de mi padre? Esa respuesta se la debemos a muchos huérfanos»

«¿Quién es el asesino de mi padre? Esa respuesta se la debemos a muchos huérfanos»

La viuda de Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA en 1995, rememora el momento en que Javier, con apenas cinco años, le hizo una de las preguntas más comprometidas de su vida

A. GONZÁLEZ EGAÑA

Viernes, 23 de enero 2015, 11:15

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Hoy se cumplen 20 años del asesinato, a manos de ETA, del concejal del PP de San Sebastián Gregorio Ordóñez. El 23 de enero de 1995, ETA acabó con su vida de un tiro en la nuca mientras almorzaba junto a sus compañeros del Ayuntamiento en el bar La Cepa de la Parte Vieja. Su viuda, Ana Iribar (San Sebastián, 1963), rememora en esta entrevista los últimos días junto a Goyo y repasa dos décadas de ausencias. «Recuerdo su último beso perfectamente», relata. Su hijo Javier, que aparece de espaldas en la fotografía que acompaña esta entrevista, tenía tan solo catorce meses cuando ocurrió el atentado, pero su madre reconoce que ha sido su «bastón diario» para salir adelante. «En esta tragedia que nos ha tocado vivir él ha sido mucho más valioso de lo que soy yo», asegura. La viuda de Ordóñez rememora el momento en que Javier, con apenas cinco años, le hizo una de las preguntas más comprometidas de su vida: «¿Quién es el asesino de mi padre?». Mañana, familiares y amigos honrarán su memoria en Polloe, a las 12.

¿Cómo afronta un año más un aniversario tan doloroso?

Sigue siendo muy duro recordar la fecha que es, lo que significó en mi vida y sobre todo lo que significó para él. Sigue doliendo mucho.

Aquel 23 de enero de 1995 su vida dio un giro radical. ¿Qué recuerdo le queda de aquel día?

Lo primero que me viene a la cabeza es cuando llaman a la puerta de mi casa Eugenio (Damboriena) y María San Gil. Les abro y no hace falta que digamos nada. Nos miramos. Solo recuerdo que no me lo podía creer. Yo me negaba continuamente lo que venían a decirme, no quería escucharles. No quería saberlo. Era la negación de la tragedia que acababa de suceder. Era algo que no podía soportar. Recuerdo que escuché en la radio el titular: «Ha habido un atentado en San Sebastián en el bar La Cepa». Yo tenía a mi hijo en brazos y sin saber, sin pronunciar el nombre de Goyo, antes de que llegara Eugenio, sé que tuve que pasarle mi hijo a mi madre porque me quedé de piedra, literalmente. Tuve la terrible intuición de pensar: Ha sido Goyo.

¿Lo intuyó por el lugar y la hora que era?

Sí, sí...

¿Tuvo valor para seguir escuchando?

En ese momento apagué la radio. Me llamó Eugenio. Me dijo: No escuches la radio, no pongas la tele, no escuches nada que voy para allá.

¿Y su madre?

Mi madre está ahí, pero... es que yo ni siquiera la recuerdo a ella.

«Una democracia que se precie debe estar a la altura del sufrimiento de sus víctimas»

  • ¿Cuál es su relación con el PP?

  • No existe. No es ni buena ni mala. Sigo teniendo muy buenos amigos en el partido como Jaime Mayor. Pero con el partido oficial..., es que ahora mismo no sé ni de nombres.

  • ¿Cómo percibe hoy la sociedad que hace 20 años comenzó a salir, de forma masiva, a la calle a condenar los atentados?

  • Todo lo que ha rodeado o ha convivido con ETA en este país, a nivel político y cultural, está viciado desde el primer momento. Desde el minuto cero se han hecho muchas cosas mal. A lo mejor porque no se pensaba que fuera a ser algo que se fuera a prolongar tanto en la historia de este país. No lo sé. Creo que la misma masa cobarde que ha mirado hacia otro lado mientras ETA ha matado, ahora va a seguir mirando hacia otro lado, no le va a importar cómo se va a terminar con ETA. A mí sí me importa. Y me gustaría que le importara a toda la sociedad, sobre todo pensando en que ETA ha dejado muchos huérfanos en este país que siguen pidiendo respuestas. Cualquier democracia que se precie tiene que estar a la altura del sufrimiento de sus víctimas. Son de alguna manera el termómetro con el que podemos medir el nivel de valor de nuestra democracia. Y para mí está muy bajo todavía.

  • ¿Qué echa en falta en los pasos que se están dando para la construcción de la convivencia?

  • Muchas cosas. Pienso sobre todo en esos más de 300 casos de asesinatos de ETA sin resolver y en sus familias, y en lo que eso representa para un país como España.

  • ¿Qué le parece que presos como Carmen Gisasola, que ha reconocido el daño, estén en libertad?

  • ¿Cuántos atentados lleva a sus espaldas...? Con eso he respondido.

  • ¿No cree que esos reclusos disidentes de ETA merezcan otra consideración?

  • Me parece que será algo que para sus conciencias les permitirá dormir, no lo sé..., no tengo ni idea. Que se arrepientan y pidan perdón no significa que no tengan que cumplir con sus condenas. Es que sólo faltaría. Yo, por pedirle perdón a Hacienda, no me va a dejar de cobrar todos los años lo que me corresponde. El arrepentimiento se demuestra colaborando con la justicia para esclarecer los crímenes pendientes de resolver.

¿Se sintió arropada en aquellos días? ¿El PP se volcó con usted?

Además del apoyo permanente de mi familia y de mis amigos más cercanos, hubo una parte importante de San Sebastián, no toda, que salió a la calle. Una parte importante de los partidos también me respaldó a nivel personal. En el PP, en particular, hubo determinadas personas que me dieron su apoyo y me lo siguen dando, como es Jaime Mayor, como fue José María Aznar, y como fue María San Gil cuando entra en política.

Aquel atentado simbolizó en cierto modo el despertar de la sociedad frente al fantasma del miedo. ¿Por qué cree que se da ese punto de inflexión en la reacción ciudadana?

Si hay algo que destacaría de Gregorio Ordóñez, por encima de muchas otras cosas, no es solamente las cosas que decía o pensaba, sino cómo y desde dónde lo hacía. Goyo hacía política desde la razón y desde el corazón porque adoraba su profesión, se emocionaba haciendo política. Para él, ayudar, colaborar y hacer cosas por sus conciudadanos formaba parte de su esencia misma como persona. Defendía ideas y valores sin complejos, siempre de frente, desde la honradez y la lealtad hacia sí mismo. Por eso era tan grande y tan respetado, incluso por sus adversarios políticos.

¿Ha vuelto a la Parte Vieja donostiarra? ¿Ha podido pasar por el lugar del atentado?

No. No es algo que necesite hacer en mi vida. No es una de mis asignaturas pendientes ni mucho menos. No necesito ir allí.

¿Recuerda lo último que hablaron aquella mañana de enero?

De aquel día lo recuerdas todo. Recuerdo que era un lunes y que como siempre se levantó muy temprano, a las seis de la mañana, con la radio, su ducha... Recuerdo su último beso perfectamente. Fue una mañana normal, con la despedida habitual, sin nada especial.

¿Charlaron a lo largo del día?

No.

¿Fue el día anterior entonces cuando tuvieron la última conversación?

Sí, el domingo. Había trabajado todavía esa mañana. Fue un domingo de tarde de misa y de paseo con Javier, una tarde de frío y de paseo por Amara. No hicimos nada especial.

Al poco tiempo del asesinato, usted decidió marcharse y dejar atrás San Sebastián. ¿Cómo se toma una decisión tan difícil?

No he querido nunca romper con nada. Simplemente he querido que mi hijo viviera sin el marcaje del atentado. Javier iba a crecer con una carencia importantísima, la de su padre, y no quería añadir ni a su educación ni a su entorno social más peso en su contra, por así decirlo. Decidí que lo mejor era salir de una ciudad que estaba muy contaminada políticamente y darle a Javier un poco de oxígeno en su desarrollo como persona. Pero no se necesita romper ni dejar atrás nada porque, como me explicaron en su día, es una mochila que vamos a llevar toda la vida. Es igual que pongas tierra de por medio, el dolor sigue existiendo, la tragedia no se puede borrar, es una realidad en tu vida. Intentaba buscar un contexto más amable para mi hijo porque San Sebastián no me lo parecía.

¿Cuándo toma ea decisión?

Al año y medio o así.

¿Y cómo se produce ese momento de dejar Donostia sola con su hijo? ¿Cómo hace ese viaje?

No lo hago sola. La preparación del viaje sí. Voy sola antes a Madrid, en cuanto el Partido Popular me ofrece un puesto de trabajo en un organismo público, de lo que siempre estaré muy agradecida a Aznar y a Mayor. Pero la marcha fue con amigos, con Consuelo. Procuré que la situación no fuera de tragedia, sino como una decisión que tomas por y para tu hijo, y que procuras hacerlo de la forma más grata posible.

¿Cómo se cría un hijo en esas circunstancias, de dónde saca fuerzas?

De Goyo. Todas las fuerzas que he tenido para salir adelante las he sacado de los dos hombres que para mí son excepcionales en mi vida y dan sentido a mi vida, que son Goyo y Javier. También he tenido el apoyo, de verdad, de grandes y maravillosos amigos tanto en Madrid como en San Sebastián. Y, por supuesto, de mis hermanas y de mi cuñada Consuelo, que es una hermana más en mi vida, y para mí son fundamentales.

Javier era muy pequeño cuando ocurre el atentado, pero le habrán surgido mil dudas. ¿Tiene en la memoria el momento en que le hace la primera pregunta comprometida sobre la muerte de su padre?

Perfectamente. Es algo que todavía me cuesta hasta decir en voz alta..., me cuesta escribirlo... Javier era muy chiquitín y no le contaba los hechos tal y como habían sucedido. Le solía decir: Tu padre está en el cielo porque unos señores malos se lo han llevado. Pero recuerdo que un día, desayunando en la cocina de casa, se me planta, lo estoy viendo, tendría 4 o 5 años, y me pregunta: ¿Sí, pero cómo se muere mi padre?. Ahí es cuando se lo tengo que contar. Le digo: Pues mira, tu padre estaba almorzando en un bar en San Sebastián, cuando entra un señor con una pistola y le dispara y le mata. A Javier le he ido facilitando información, sobre todo cuando era pequeño, a demanda, cuando él me iba preguntando. Y, de verdad que lo ha hecho, porque la segunda pregunta que viene tras saber lo que le ha pasado a su padre es: ¿Dónde está y quién es el asesino de mi padre? Y ésa es la parte más terrible, la que nos sigue pesando a muchas personas que es saber quién es, si ha habido un juicio, si está en la cárcel, si ya ha salido de la cárcel... Esa respuesta que debemos a tantos huérfanos como ha dejado el terrorismo de ETA en España y a tantas madres y padres, que se nos queda, por desgraciada, demasiado corta.

¿Cuando Javier se ha ido haciendo mayor ha requerido más información para completar el relato?

Sí. Hablamos mucho, sobre todo en su infancia, en su pubertad, luego cuando entramos en la adolescencia ya es otro cantar. Pero hemos oído las noticias juntos, hemos comentado lo que hemos visto en la tele, sin ningún problema. Es una persona muy inteligente, muy receptiva y ha seguido muy de cerca todo lo que le hemos contado quienes le hemos acompañado en su desarrollo. Tiene una idea absolutamente madura y clara.

¿Cómo reacciona Javier?

Cuando ha sido más pequeño ha reaccionado con más rabia, pero contenida. Es un hombre extremadamente tranquilo. Javier me ha ayudado más a mí a afrontar la situación que a la inversa. Ha sido mi bastón diario para salir adelante. He ejercido de madre, pero en la tragedia que nos ha tocado vivir, él ha sido mucho más valioso de lo que soy yo.

¿Y él ha relatado a sus amigos quién es y cuál es su historia?

Eso no lo sé. No tengo ni idea. Sus amigos desde la escuela saben su vida, nos conocemos los padres. Tendrá sus confidentes y lo habrá hablado cuando haya necesitado.

Javier no ha querido nunca salir públicamente. ¿Es decisión suya?

Lo ha decidido así. Él sabrá cuándo y cómo lo hará. Buscará el momento.

¿Nunca ha sentido la necesidad de dar la cara, de expresar sus sentimientos y defender la memoria de su padre en público?

Como la ve tan bien defendida, pensará: ¿qué más tengo que decir aquí? Ya llegará su momento..., o no.

¿Cómo era Gregorio como compañero? ¿Cómo se conocieron?

Era un hombre con el que bastaban unos minutos para convertirse en una persona inolvidable. Goyo era de esas personas, que emocionaba (ríe). A nivel personal era fácil de recordar por la manera que tenía de ser, en una sociedad tan adormecida, tan poco dada a hacer demasiadas bromas ni a hablar ni a comentar, Gregorio era todo lo contrario. De hecho, yo me enamoré nada más verle en la calle. Lo mío fue inmediato, nos presentaron unos amigos y fue un flechazo total. Yo estaba a punto de irme a la Universidad y pasamos un verano muy bonito. Era un tipo que ponía pasión en todo lo que hacía y despertaba emoción en las personas que pudimos conocerle y estar cerca de él.

¿Su hijo se le parece físicamente?

Al primer golpe de vista, es más a nosotras, a mi madre y a mí. Pero su cara, sus rasgos, su pelo..., la cabeza de Javier es la de Goyo. Se parecen mucho, a veces le veo hasta gestos. Es imposible, pero tiene hasta un gesto que identifico perfectamente con el de su padre.

¿Y en su forma de ser?

Javier estudia una Ingeniería. Está muy concentrado y está sacando todo genial. En eso sí ha salido a su padre, es disciplinado y responsable.

¿En qué momentos echa más de menos a su marido?

Para mí lo más duro han sido los momentos que han tenido que ver y siguen teniendo que ver con Javier. Todos sus éxitos y pequeños fracasos en la vida, sus primeras notas, el primer día de escuela, la primera comunión, su primer diente caído, su primera decepción amorosa, sus idas y venidas, sus inquietudes y miedos. Lo más duro es saber que Javier no puede compartir su vivencia personal con su padre porque es que no hay sustituto, yo no soy más que su madre.

¿Javier ha mostrado alguna vez interés por vivir en San Sebastián?

No. Era muy pequeño cuando se marchó, fue a la guardería en Amara. Me acuerdo de su andereño perfectamente, era una señora estupenda y cariñosísima. Pero ha crecido fuera de San Sebastián. Sus amigos, que son lo más importante, están en Madrid y algunos ya en el extranjero.

¿Y usted volvería?

Yo no pienso en nada ya, vivo el día a día, mi trabajo, intento ser lo más feliz posible, sin ser egoísta, sin olvidarme de quienes han sufrido y siguen sufriendo, sin olvidarme del dolor y de lo terrible que ha sido ETA, sobre todo en el País Vasco, y que lo siguen recordando las noticias del día a día. Es una historia que no ha terminado todavía.

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