El gancho del 'pequeño Nicolás'
El joven y presunto embaucador se aprovechó de Jaime García-Legaz para cometer sus tropelías. Es serio, ambicioso y el hombre de Aznar en el Gobierno
francisco apaolaza
Viernes, 5 de diciembre 2014, 13:15
Las carreras políticas pueden descarrilar en cualquier momento, como si todo pendiera de mil factores, como si fueran un descenso de bobsleigh imparable y peligroso. A Jaime García-Legaz le tembló su sacrosanta mesa de secretario de Estado de Comercio cuando hace unas semanas la Policía detuvo a Francisco Nicolás Gómez-Iglesias y los periodistas encontraron en la cuenta de Facebook del personaje algunas fotografías suyas con el presunto estafador. En sí, las imágenes no significan nada, pero le pueden costar un disgusto a una trayectoria por ahora sin tacha. "Es una persona fiable y seria, lo han tenido que engañar", apuntan fuentes populares, que insisten en que el suyo no era más que el nombre que usaba el pequeño Nicolás para, al parecer, ofrecer tratos de favor a empresas a cambio de dinero. Parte de ese pastel que ofrecía era la construcción de Eurovegas, el proyecto que capitaneaba García-Legaz.
Esta historia comienza mucho antes y con miras muy distintas al fangal que se le presenta por delante. Empieza en el 68, en un palacete modernista de Murcia donde fue hijo de profesores y nieto de uno de los mayores productores de hilo de seda del mundo para el que criaba gusanos media huerta murciana. Los primeros compases de su vida ya son de buenas notas. A orillas del Segura, el niño se hizo grande y en Madrid, economista. A los cinco años, se mudó a la capital por un traslado de su padre, pero siguió ligado a su tierra natal en veranos interminables y fines de semana en carretera para ver a una familia de 42 primos.
Una oposición le dio paso a la élite de los funcionarios: se hizo técnico comercial y economista del Estado, miembro de los llamados tigres, un cuerpo tan formado como altivo -Luis de Guindos, los hermanos Nadal, José Manuel Soria-, en constante lucha con los leones, como se conoce a los abogados del Estado -Sáenz de Santamaría, Cospedal o Arias Cañete-.
Un tigre de papel
Además del poder que ejerce en Murcia, donde le consideran un aliado eficaz en el Gobierno para los intereses de la región, García-Legaz fue, a su manera, un tigre de papel, pues en rigor nunca ejerció en ninguna embajada. Se dedicó a la política. Los que han trabajado con él lo definen como una persona tremendamente ambiciosa que tiene entre ceja y ceja el cargo de ministro. Su padrino, José María Aznar, sería al tiempo un beneficio y una carga. García-Legaz tiene toda la confianza del expresidente. Formó parte de su gabinete, fue él quien le animó a ser diputado por Murcia y también secretario general de FAES, el think-tank popular donde desarrolló sus influencias y sus teorías criadas en el lado más ortodoxo del liberalismo. Allí se le arrimó Francisco Nicolás, que decía que venía de parte de los Aznar, y a los Aznar, que venía de parte de parte de García-Legaz, aunque eso no sea signo de nada. A Frankie le faltó decir que venía de parte del Papa. Sí que le visitó en varias ocasiones en su despacho, consecuencia de una "falta de prudencia" por su parte y asistió a reuniones con concejales de Madrid, según se ha publicado.
La suya fue una de las pocas tomas de posesión a la que acudió José María Aznar. Se le considera su ojito derecho en el Gobierno y la cuota aznarista en el Ejecutivo. Muchos dudan de si esa filiación será ahora una solución o un problema y si recibirá algún tipo de fuego amigo en el zarzal en el que se está convirtiendo el caso. Si pagará el pato.
No lo tendrán fácil. De primeras, muestra un talante conciliador y comprensivo, pero los que trabajan con él admiten que en la lucha no deja prisioneros. En la culata de su revólver, una victoria (la subida de las exportaciones) y una derrota (el fallido proyecto de Eurovegas, en el que él participó activamente y en cuyas reuniones pajareaba -él jura que estaba presente- Francisco Nicolás). Es un negociador duro que no deja cabos sueltos. Cuando asumió el mando del Instituto de Comercio Exterior, en la casa dejó claro que, en adelante, todas las decisiones pasarían por su mesa.
También supieron otra cosa más: si lo permite la faena, al caer la tarde, pliega el macuto y se pone a conciliar. Siempre que no haya viaje de trabajo, le gusta llegar a casa para pasar un rato con su mujer -directiva del periódico La Razón-, con su hija de cuatro años y con sus perros. Colecciona libros de viajes y adora el fútbol (es del Madrid, como Aznar), un deporte que practicaba él mismo hasta que se lesionó hace no mucho. El tendón de Aquiles terminó con su carrera futbolística; ahora la historia fantástica de Francisco Nicolás podría lesionarlo en su carrera política.