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Toni Genil, Tamara y Leonardo Dantés, imagen ahora promocional de 'Sigo siendo la misma' Netflix

Ninguna serie basada en hechos reales sin su documental

El estreno simultáneo de series y documentales, como el caso de 'Superstar' y 'Sigo siendo la misma', son el nuevo pan de cada día de las plataformas de streaming

Lunes, 4 de agosto 2025, 00:04

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Al terminar el último episodio de 'Superstar', la serie de Nacho Vigalondo sobre el fenómeno del tamarismo en los primeros dosmiles, la reproducción automática no duda: lo que queremos ver es el documental asociado. En este caso parece casi fundamental: dada la alta dosis de fantasía de la serie, que sin duda acabará en todas las listas de lo mejor del año, un documental más anclado a la tierra se hace necesario. Sin spoilers, podemos decir que, medio alucinando medio en serio, Yurena termina la serie volando hacia el cielo de la mano de un fantasma, así que sí: a todos nos apetecerá hacer un pequeño equipo de investigación.

En este caso el documental, dirigido por Marc Pujolar, se llama 'Sigo siendo la misma' y tiene buen número de ideas visuales y una muy buena idea narrativa: los entrevistados no le hablan a una presencia tras la cámara o a algún periodista, sino que cada uno tiene un interlocutor mudo que asiente. Personas reales casi anónimas: Arlequín habla con un luthier, Leonardo Dantés con un trabajador de hotel, y Yurena, como excepción, conversa con una psicóloga (o tal vez psicoanalista). Como remate a todo, toda esta pandilla que ahora vuelve al candelero bajando revoluciones hace el gesto explícito de coger el mando y abrir Netflix, y darle play a 'Superstar'. Todos, pese a sus retratos esperpénticos en la tele de ayer y la plataforma de hoy, están encantados con la idea de verse revitalizados en la ficción.

Al contrario que los documentales independientes (se me ocurre la del Pequeño Nicolás), estas producciones aparecen como hermanas pequeñas —y siempre posteriores— de las series o películas, convertidas hasta cierto punto en productos menos independientes desde el nacimiento, privadas quizás de poder hacer apuestas más arriesgadas. En otras ocasiones, los derechos de propiedad intelectual se reparten en diferentes plataformas y encontramos que, mientras en una se estrena la ficción, en otra aparece el documental, milimétricamente calculado para coincidir y surfear la ola de atención sobre un caso concreto. El caso de Maje, la conocida como viuda negra de Patraix, es similar: con la película, el docu. En este caso no hay fantasía que despejar para entender el caso: la película solo se tomaba las licencias típicas a la hora de formar la personalidad de los personajes, cómo hablan, qué dicen en la intimidad, cosa que no aparece en ningún sumario. Entonces, ¿para qué necesitamos el documental?

Yurena en su documental 'Sigo siendo la misma' Netflix

Una respuesta rápida señalaría simplemente que el true crime tiene la capacidad del morbo infinito: igual que con 'El cuerpo en llamas', lo que queremos ahora es ver quiénes son, cómo son, las personas reales. Qué tipo de gente cometió esas vilezas, y cosas así. Pero entonces se funden en nuestra imaginación dos cosas muy distintas: hemos conocido unos hechos espectacularizados, en una ficción, que por mucha resistencia que pongamos nos acabamos creyendo, y construimos a partir de ahí, porque es la primera vez que nos contaron la historia. Cada vez que contamos algo por primera vez, debemos sentir la responsabilidad de estar haciendo un relato que se puede volver canónico. Con lo que la gente se va a quedar. Y hay que tener cuidado: la realidad es fuente inagotable de historias, pero esas historias acaban revirtiendo y reescribiendo en cierta medida el relato en el imaginario colectivo. ¿Son estos documentales adosados una forma subconsciente de desagravio? Nunca se sabe, porque que sea documental y se base en imágenes y sonidos reales en absoluto quita para que hablemos de una narración, un guion, un punto de vista que también ordena y altera la realidad. Hay ficciones criminales menos escabrosas que muchos documentales.

Buenos ejemplos

Tamara y su pandilla tuvieron su dosis de drama real, pero desde luego no son true crime, y eso ya es un respiro entre tanto rey del cachopo, caso Asunta, caso Rosa Peral, etc. 'Sigo siendo la misma' sirve también para ver qué fue de esta gente y qué bien se han mimetizado algunos actores. Se me ocurre otro caso refrescante. 'La ruta', la muy notable serie de Atresmedia de hace un par de años, era una ficción ambientada en una subcultura. El documental, en lugar de hablar de personas y puñaladas, contaba un interesantísimo proceso de documentación, de recreación de cada discoteca, las músicas y formas de vestir de cada fecha: aportaba, ampliaba, engrandecía. Ese es el objetivo, mucho mejor que solo querer alargar el tiempo de enganche a Netflix.

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