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Especialistas esquilan las ovejas, ayer en la explotación ganadera de Catral.
La ganadería de la comarca busca fórmulas para sostenerse pese a la crisis

La ganadería de la comarca busca fórmulas para sostenerse pese a la crisis

Una cuadrilla de polacos especialista en el esquileo recorta la lana a miles de cabezas de corderos en una jornada ante la falta de profesionales locales

Fernando Amat

Miércoles, 18 de junio 2014, 00:46

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El ganado evoluciona en la Vega Baja con el paso de los años como pasa en la agricultura y los profesionales del sector buscan fórmulas para no cambiar de oficio pese a la crisis. La globalización también ha entrado de lleno en las granjas como ocurre en la finca de los Hermanos Sardinas en Catral, donde una cuadrilla de esquiladores polacos esquilan las ovejas por miles en pocas jornadas. Este es un ejemplo de cómo encontrar fórmulas para evolucionar el milenario negocio de la trashumancia en una actividad rentable en el Siglo XXI.

  • Subvención.

  • Los ganaderos reciben en torno a 13 euros de la Unión Europea por cada cabeza que crían.

  • Precio final.

  • Los granjeros consiguen vender el producto sin intermediarios por un valor que ronda los 80 euros por un ejemplar de unos 25 kilos.

  • Esquilaje.

  • El coste por rasurar una oveja se establece este año en 1,45 euros más IVA. Un profesional puede pelar varios centenares al día. Esta tarea se realiza una vez cada año.

  • Alimento.

  • Los explotadores ganaderos tienen que servir varias veces al día comida a sus animales compuesta por diferentes cultivos de forraje, cereales variados y otros vegetales como cítricos.

Los cabreros catralenses decidieron mantener el negocio familiar pero sabían que iban dedicarle mucho esfuerzo y «no pararse o estás perdido». Así es como pudieron obtener subvenciones para eliminar el pelaje de sus ovejas por parte de la Unión Europea, que destina alrededor de 13 euros por animal. Para tener acceso a este tipo de ayudas se tuvieron que adherir a la cooperativa de ganado bovino de Teruel Cootega, ya que es la institución que contrata a los esquiladores, aunque también pertencen al sindicato Asaja de Alicante. Ahora el trabajo de un mes se lleva a cabo en jornada y media por parte de una cuadrilla de fornidos polacos que llegan a España como temporeros.

Cada una de estas personas puede acabar en poco más de un minuto con la lana que acumula una oveja en todo un año. Como si se tratara de un concurso los esquiladores se ponen en fila y cogen cada animal como si se tratara de un conejo. Hace diez años esta tarea la desempeñaban los propios ganaderos, pero «se perdía mucho tiempo, tenía que atar cada ejemplar y algunos se me escapaban».

Los especialistas pasan tres meses en España desde Burgos hasta Alicante para rasurar todos los rebaños que así se lo demandan. Cada res la cobran a 1,47 euros más IVA y al cabo del día pueden llegar a pelar varios cientos. No obstante, el ganadero José Vicente García, asegura que «es un trabajo que no quiere desempeñar ningún español».

La dureza de este oficio reside en que debe hacer mucho calor para que la máquina de pelar resbale por la piel de las ovejas. «Pasan mucho calor porque así les cunde más y al final del día se cambian hasta tres veces de ropa», explica García.

Uno de los polacos explica que este oficio lo desempeña en España, porque «en mi país no se consume este tipo de carne, solo para alguna ocasión». Los esquiladores se marchan a final de junio después de pasar tres meses a destajo en entornos muy calurosos, porque en lugares donde hace más frío se encierran dentro de las establos para que la lana se suelte con más facilidad. El esquilador señala que «me gusta Alicante porque estamos más cerca del mar y no hace el ambiente seco de Aragón», pero precisa que «aquí hace más calor desde primera hora del día que en otras partes». Al igual que en otros oficios los polacos llevan en la cuadrilla a aprendices que sacan a duras penas sus decenas de ovinos poco a poco.

Este grupo de personas se ha especializado en prestar un servicio que los ganaderos no encuentran por las inmediaciones, si bien también las ganaderías se cuentan por decenas porque su residencia la fijan en el límite entre Alicante y Murcia, en el Pilar de la Horadada.

Como relata este granjero «no podemos aprovechar ni la lana, porque hay que conservarla en un entorno especial y no se paga mucho desde hace años». Además de a la carne estos criadores solo le sacan beneficio al estiércol que si que pueden vender como abono para los huertas de los alrededores.

En la misma línea los ganaderos de la comarca padecen muchas dificultades para contratar a personas que saquen a pasturar a los animales hasta las fincas del entorno más cercano. «Este trabajo tiene que gustarte porque llamé a un vecino que solo tenía que cuidar las ovejas en el huerto, y aún así me acarreaba más trabajo todavía si se extraviaba una oveja», comenta Antonio García.

Los Hermanos Sardinas tuvieron que aumentar el volumen de reses a más de 2.000 para poder hacer rentable su negocio. Después de luchar por un permiso ambiental durante más de dieciséis años se vieron ante la tesitura de ampliar el rebaño o cerrar la granja. Con este volumen de cabezas ya se hacía imposible salir a pasturar y también porque «en nuestra zona no puedes mover a tanto animal de una vez». La solución a la que llegaron fue construir una granja adaptada con varias tahúllas para que los animales campen a sus anchas, además de producir ellos mismos el forraje y los cereales para alimentarlos.

García reconoce que «estos animales comen mucho y la solución para poder rentabilizar su cría es que podemos dedicarnos a cultivar sus alimentos».

Una vez que el animal ha engordado lo suficiente se lleva al Matadero de Orihuela para luego repartirlo por diferentes carnicerías de la Vega Baja o de Elche. En este caso el precio que se cobra es de 80 euros por una res de unos 25 kilos.

Para sacar rendimiento al rebaño los empresarios solo cuentan con un empleado y no contratan servicios externos. «Hemos invertido en maquinaria, no podíamos estar pendiente de la siembra o de la recolección», aclara el ganadero. En este sentido, la granja cuenta con hasta nueve vehículos de tracción para desempeñar diferentes tareas de cuidado de animales o labores de labranza. El empresario reconoce que «cuando recojo un poco más de dinero el único capricho que nos damos es el de poder invertir en un tractor, porque si no fuera porque contamos con maquinaria hace tiempo que habríamos cerrado».

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