La traición
Pedro Sánchez, como responsable de Recursos Humanos de una empresa no tendría mucho futuro. Es cierto que a la familia no se la elige, y ... que su hermano se metió en un lío esperando llegar a algo en la vida, pero eso no significa que (en la hipótesis más bondadosa) no estés atento a lo que hace, sobre todo si presides un país; y aunque el amor es ciego, algo tendría que decir al respecto de lo de su mujer, pero en fin esos son casos que se están procesando por el tribunal penal, y nada podemos decir con certeza porque aquí hay mucho trabajo jurídico. Pero no sucede lo mismo con los 'tres tenores', porque al margen de lo que la ley disponga, todos hemos oído con gran detalle cómo suena la desvergüenza y la ambición pura y dura al margen de todo compromiso ético.
De nuevo echando mano de la hipótesis bondadosa, Sánchez tiene una pésima capacidad para juzgar a las personas que le son más afines, porque estamos hablando de tres socios de viaje de la 'gran remontada' del por aquél entonces aspirante a llegar a lo más alto del PSOE, compañeros de dormir un rato en un hostal entre ciudad y pueblo o compartir el menú del día en cualquier mesón de carretera secundaria. Estos mismos coadyuvantes de su regreso triunfal, hoy lo sabemos, empezaron a urdir sus negocios turbios ya desde su etapa de Pamplona, al mismo comienzo del mandato de Sánchez en el partido y en la Moncloa. Y este es el punto principal: Sánchez se llevó consigo a los puestos de más alta importancia política a una auténtica organización criminal. Que califique ahora de «traición» esa circunstancia, por muy verdadera que fuera, no disminuye un ápice su responsabilidad, pues un líder no solo ha de procurar obrar con diligencia en los asuntos que dependen de él, sino que ha de velar porque las personas que le secundan sean eficaces y honrados. Por ello, más cierto que el grito estentóreo de «¡Me han traicionado!» es el de «¡He sido incapaz de reconocer la auténtica naturaleza de quienes he encumbrado!». Tengo una hipótesis al respecto: cuando uno se quiere tanto y hace lo posible para prevalecer en su cargo sobre todo principio, aunque ello suponga hacer cosas que se dijeron que nunca se harían, no se posee la sensatez y la atención de los que vienen verdaderamente a servir a su país, puesto que estos son conscientes de que el poder es un medio (cedido por voluntad popular) para solucionar problemas de la ciudadanía, nunca un fin en sí mismo. Para saber juzgar el corazón de los hombres es necesario ver más allá de los intereses propios, porque solo así se puede valorar con justeza en qué medida el compañero de viaje elegido será un traidor, por encima de lo prometido ante el pueblo español.
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