De repente somos beligerantes
Nos quieren transformar en soldados e intentan amedrentarnos, sin éxito aparente, con guerras imaginarias
Varios asuntos llamativos. De pronto tenemos a los presuntos pacifistas que nos gobiernan hablando de armas, presupuesto militar, defensa y todas esas vainas; sin despeinarse, ... impasible el ademán, como en el himno encargado por Primo de Rivera a su escuadrón de poetas. De repente nos hablan de la guerra, como quien te informa de la subida de los precios de los hidrocarburos o del recorte del presupuesto destinado a la poda de pinos. E igual de sorprendente, junto a este tipo de mensajes, resulta la indiferencia colectiva ante los mensajes de alerta. Los maduritos del género masculino bromean sobre si todavía están en edad de ser llamados a filas y la juventud, que no sabe qué significa eso (por suerte) sigue con sus tonterías de tiktok o, como mucho, prepara kits de supervivencia que nos van más allá de unas tiritas y una caja de ibuprofeno. En realidad, a la mayoría de los habitantes de Europa les importa un pimiento salvar la libertad mundial pegando tiros en Ucrania, avisados de tanta mentira y del lamentable teatro inaugurado por Trump con Putin como invitado estrella al poco de tomar de nuevo posesión como presidente, a sabiendas de que la unión de países que un día fue un sueño de prosperidad ha caído muerta en el mar de la burocracia y la inutilidad de la política de salón que, en un último intento de justificarse, nos llama a tomar las armas para encubrir su evidente falta de principios. Vuelve a echar mano del miedo aunque cause, en su intento, risa y sonrojo. Nadie cree que tras esas palabras de alarma haya ni un ápice de verdad porque la guerra, como todo en este triste momento de la historia, ha ido a parar también a la esfera de lo trivial y es sólo un episodio más dentro de la industria del entretenimiento.
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