Coadyuvar hay que decirlo más

El otro día comía con unos amigos y uno de ellos, narrador empedernido de historias largas, solipsista y amante de las preguntas retóricas, para el ... que la distancia más corta entre dos puntos es una espiral, empleó la palabra coadyuvar y en ella, por su admirable viejunismo, su precisión terminológica e inesperada aparición, se detuvo la oratoria. Porque nos dejó sorprendidos. Y uno propuso, a modo de reto, que la usara en mi próximo artículo por lo que ando metido en las procelosas aguas de las palabras en desuso por culpa de la cuchipanda e intento rendir un melifluo homenaje a esos términos que casi nadie usa. En lo que veo la influencia del lenguaje insustancial fruto de una educación sin calidad y una escasez de lecturas apropiadas. Los lechuguinos de hoy en día matan las conversaciones con cuatro palabros cutres de allende los mares sin percatarse de su conversión en adefesios faltos de todo interés, al menos desde el punto de vista del intelecto. Que es normal que el lenguaje cambie, como ser vivo, pero es triste que muera siendo parvulito entre las garras del reguetón; da pena que se pierdan las albardas, las aldabas, las atalayas y las arrobas, lamentable no escuchar nunca la barahúnda, no prender los candiles, no guardar nada en la faltriquera, no saber de mañas, ni de mesnadas, ni de trébedes. Aunque todo desaparezca, también nosotros, nos queda al menos el yantar que, además del buen rato de compartir viandas con seres queridos, nos dio para la risa y la reflexión sobre estos asuntos no tan triviales como parecen. Y cumplido quedó el reto coadyuvante para traer a colación un puñado de términos que a buen seguro algunos sonreirán al ver de nuevo escritos en un humilde artículo de prensa.