Seamos sinceros: lo mejor de viajar por esos mundos brota cuando regresas. Ahí estallas en una suerte de alegría contenida que puede provocar un par ... de lágrimas furtivas sobre la alfombra de tu hogar. Entras, arrojas la maleta, te tumbas sobre la 'chaise-longue', agarras el mando a distancia y enchufas la tele. Por supuesto, tras comprobar que tus canales catódicos funcionan, te sientas sobre la cama y acaricias el colchón. Y, cómo no, si has visitado lugares de aventuras selváticas, allá en tu cuarto de baño te postras ante la taza del inodoro y la abrazas. La echabas tanto de menos... Y no merece la pena mencionar a la almohada, tan acostumbrada al peso de tu testa...
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Navegar un mes y medio en mitad del mar, por mucha cancioncilla que les animase, por mucho timbal que les amenizase, supone un peñazo mayúsculo. Y en uno de esos cascarones, créanme, conozco el paño, lo del cuarto de baño, al caer el primer día, es una apestosa cochinada. De hecho, cuando navegas en plan marinero de agua dulce, fondeando de cala en cala, lo suyo es evacuar el lastre flotando en el agua, a ser posible temprano y cuando nadie te vigila. Es lo higiénico y contribuye al buen aroma de la nave, sobre todo el de su interior. Pero claro, salvo en las escalas, era imposible que los tripulantes evacuasen aguas menores y mayores en el mar por razones obvias. Con lo cual aquello debía de atufar peor que las moradas de 'Gran Hermano'. Entiendo, pues, el ansia con la que han regresado. La primera tanda de repescados firmó el papel donde reconocen su irrupción sin titubeos. Plegaron velas rapidito. La combativa Ada Colau regresó en el primer turno. Quizá, para redondear la heroicidad, podrían haber aguantado un poco más el tipo. Pero bueno, comprendo la añoranza que sentían ante el inodoro de nuestras ensoñaciones. Tampoco vamos a exigir tanto sacrificio...
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