Pérez Llorca como oportunidad (o no)
La etapa de Juanfran Pérez Llorca ya ha comenzado. Haya pacto o no con Vox, es una realidad desde el momento en el que ... Alberto Núñez Feijóo le designó como aspirante a sucesor. O mejor, como sucesor. Porque una vez que puso su nombre sobre la mesa, no hay retorno. El PP, desde ese momento, tiene un nuevo referente cara al exterior. Veremos, eso sí, la dimensión de su liderazgo. Que, en cualquier caso, debe pasar, desde ya, por seguir una hoja de ruta con varias etapas. La primera, trascendental: cerrar su investidura con Vox. La segunda, impulsar una profunda renovación en el Consell que le devuelva la credibilidad y la estabilidad a la institución (tras los vaivenes vividos el último año de Carlos Mazón a causa de la dana); tercero, consolidarse como el líder de los populares valencianos, comenzando de cero, que es donde está ahora; cuarto, rehacer los puentes internos dentro del PP, que él mismo contribuyó a dinamitar, y, en la medida que pueda, también los de fuera, por ejemplo con la CEV y la oposición; y quinto, demostrar a los que tienen que elegir, que él es la mejor opción que hoy tiene la Comunitat Valenciana para ser presidente de la Generalitat. Ahora y en el futuro. Pero vamos paso a paso.
Lo primero, lo del pacto. No hay nadie con quien hables que no mantenga que eso ya está cerrado y que la espera forma parte del teatro previo. Lo dicen desde la oposición y desde dentro de ambos partidos. Pero, conociendo en especial los arrebatos que suele tener la formación de Santiago Abascal, nada se debe dar por cerrado. En cualquier caso, ¿qué pasaría si hubiese portazo por sorpresa? No parece que eso vaya a pasar, pero el PP tendría que ir a elecciones y activar su maquinaria ante quien ya han fiado su destino, que es el propio Pérez Llorca. Jugar con otro nombre, autodescartada la alcaldesa de Valencia, ya no tendría ni sentido ni rédito electoral.
Supongamos, como seguro que ocurre, que el ahora alcalde de Finestrat es coronado. ¿Qué es lo primero que se espera de él? Sin duda, una renovación profunda en el seno interno de la Generalitat. No tanto de consellers y altos cargos -que también si se siente en la necesidad de hacerlo eliminando a quien resta-; si no de las formas de funcionar y de quienes están detrás de la estructura sobre la que se sienta el gobierno del Palau. Visto errores anteriores, el secretario general del PP debería rodearse de gente de perfil técnico o expertos de calado, sin hipotecas personales. Un equipo que le pueda dar una visión territorial de 360 grados y que impregne la institución de coherencia y seriedad. La que se necesita con urgencia para lograr el objetivo prioritario de lo que queda de legislatura: la reconstrucción. Aunque eso sí, sin olvidar otros frentes prioritarios para la ciudadanía y sin dejar que el pacto con Vox nos haga retroceder en los avances conseguidos en materia de igualdad, integración y sostenibilidad. La reivindicación de la financiación justa es uno de esos frentes por los que batallar. Pero hay más: la vivienda -que todas las encuestas marcan como principal problema también para los valencianos-, la mejora e impulso de los servicios sociales, dar estabilidad y certeza al sistema educativo, atajar las carencias sanitarias y preocuparse por la cultura valenciana, de forma integral, tras los vaivenes de estos dos últimos años. En resumen, transmitir seriedad, imponer serenidad y devolver la estabilidad al gobierno valenciano, con eficacia y empatía.
Para ser buen presidente debe contar con un equipo talentoso y sin ataduras, generar confianza y no ser la mano derecha de nadie
Logrado eso o de forma paralela, Pérez Llorca entraría en un proceso de consolidación como líder de los populares valencianos y, por ende, como un nuevo barón en la estructura del partido a nivel nacional. Barón de peso porque representa, ni más ni menos, que un territorio clave a todos los niveles. Algo que pasaría por establecer cauces de confianza con Núñez Feijóo, que parecían estar quebrados en tiempos de Mazón y que le urge cimentar. Eso y tener claro, además, que su liderazgo sólo se consolidará mirando más allá de Finestrat, sus alrededores y los territorios cómplices.
El futuro jefe del Consell, si llega al cargo, debe tener una visión integral de la región, siendo consciente del peso de Valencia, como tercera ciudad de España y como una de las capitales del país con más proyeccción. Pero, además, debería demostrar que no es el gregario de nadie; que trabaja, no siendo mano derecha ni del anterior presidente ni de terceros, sino con independencia e impulsando otra forma de entender la política y la gestión.
Y un último aspecto. Ese liderazgo va a tener que asentarlo en el seno del partido. En especial subsanando errores extraordinarios como fue la controvertida reunión de los barones provinciales para cercar las aspiraciones que Génova tenía para María José Catalá y en lo que ella jamás entró. Conjura de la que él también fue partícipe. Recuperar la confianza de todo el PP, pero en especial sumando a su proyecto a la alcaldesa de Valencia, tiene que ser su afán. No hacerlo, profundizar en esa grieta, sería un error. Entre otras cosas porque, quienes quisieron hacerle marcaje a Catalá, no pueden ponerse la venda en los ojos e ignorar que ella es uno de los principales activos del PP valenciano a nivel nacional. Si no es el que más. El liderazgo de Pérez Llorca no funcionará si no le tiende la mano y van juntos. Y si no asume que debe tener personalidad propia y rodearse de gente con talento y diversa; no serviles, sino eficaces. Él tiene talante, formas y empatía. Eso, desde la barrera, se le ve. Ahora es cuestión de esperar si hay algo más. El de Finestrat puede ser una oportunidad inesperada para el PP y la Comunitat. O no. Sus acciones le desnudarán. De un sorbo y sin azucarillo.
Es domingo, 16 de noviembre. Sobre los líderes políticos, esto de Francisco Gan Pampols: «su principal misión es servir y no servirse y que tengan muy a gala jamás aferarse al puesto». Sólo es cuestión de dignificar la poltrona.
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