Desde hace unos cuantos años la fecha de San José ha venido siendo orillada por las figuras. Los argumentos esgrimidos, porque han sido varios y ... cada uno de ellos más peregrino, han venido siendo, o que es un día en el que las familias prolongan la hora de la comida al celebrar la festividad del santo, o que al no caer en fin de semana el personal foráneo no acudía en la cantidad precisa para llenar la plaza, o que como es el último día de fiesta, la gente se ausenta sin esperar a la cremà. Delirios apoyados en argumentos de malos pagadores. Todo menos reconocer que el sello de figura no está siempre plenamente justificado. Lo peor es que semejante cantinela ha calado en quien de verdad sí tiene, porque lo está demostrando, el favor de los públicos como en las dos últimas temporadas viene consiguiéndolo Andres Roca Rey en Valencia y en tantas otras plazas.
Sin embargo, en la presente edición, sí ha habido un chaval, Román, valenciano de corazón, que ha dicho que sí, que quiere torear en el día grande de las fiestas de la ciudad que le ha visto nacer. Y lo ha hecho haciéndose anunciar en un cartel lleno de atractivos. El primero, y el de más peso, porque ya la temporada pasada cuando se encerró con seis toros abriendo el abono de aquellas fallas, pudo comprobar cómo los aficionados le respaldaron con un casi lleno. Y todo seguido, porque ha querido que sea un cartel con importante carga de compromiso, como es lidiar un encierro de una de las ganaderías que no siempre es aceptada por quienes lucen la vitola de figuras, como es el caso de La Quinta. Y, finalmente, para que el reto sea completo, hacerlo en la fórmula del mano a mano midiéndose con uno de los compañeros que está en mejor momento, como es el caso del sevillano, Borja Jiménez.
El resultado de semejante gesto es que cuando todavía faltan bastante horas para que las cuadrillas de estos dos valientes echen el paseíllo, la taquilla apunta al lleno. Lección para tomar nota.
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